El Papa rezó por el fin de la pandemia
El viernes 27 de marzo de 2020, la plaza de San Pedro en El Vaticano entregó una imagen que quedará para la historia. En medio de la lluvia y alumbrado por seis candelabros, el papa Francisco apareció para ofrecer una homilía sin fieles.
El Sumo Pontífice impartió la bendición "Urbi et Orbi" en ese lugar, que recibe a 15 millones de turistas al año. Es decir, a un promedio de 40 mil personas al día, que hoy estuvo vacío. En medio de esa enorme explanada de 48.500 metros cuadros, Francisco estuvo acompañado únicamente por el maestro de ceremonias pontificias, monseñor Guido Marini.
La homilía fue retransmitida por televisión, plataformas digitales, redes sociales y radio a más de 1.300 millones de católicos en todo el mundo. El Vaticano cerró la plaza hasta el 3 de abril para evitar la propagación del virus.
El #PapaFrancisco ha rezado por los enfermos por la pandemia de #coronavirus que afecta a la humanidad y ha pedido al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los corazones”. Al final de la celebración, ha dado la bendición "Urbi et Orbi". pic.twitter.com/il3g2yfsAx
— Vatican News (@vaticannews_es) March 27, 2020
El rito del Urbi et Orbi se celebra solo dos veces al año: el 25 de diciembre y el Domingo de Pascua, el nacimiento y la muerte de Jesús, respectivamente. Sin embargo, por primera vez en los años de existencia de la Iglesia católica se ha realizado en otra fecha debido al dramático momento que vive la humanidad por la pandemia del Covid-19, explica monseñor David de la Torre, Obispo auxiliar de Quito.
Al momento de la misa, detrás del Papa se encontraba la imagen del Salus Populi Romani, ícono bizantino de la Virgen y el Niño Jesús, y el Crucifijo de San Marcello, una representación a la que se le atribuye el haber salvado a Roma de una violenta peste en 1522.
"Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; (…) un vacío desolador que paraliza todo a su paso se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”, dijo el Papa al inicio de su intervención.
El Sumo Pontífice escuchó la lectura de un pasaje del evangelio de San Marcos que narra el miedo de los discípulos cuando en el barco en el que se transportan atraviesa una tormenta repentina y Jesús duerme.
El fragmento le sirvió a Francisco para comparar la situación que atraviesa la humanidad actualmente y para reflexionar que solo con la unión de todos podremos hacer frente a la amenaza. “Nadie se salva solo”, dijo.
Monseñor David de la Torre explicó que la enfermedad ha recordado a las personas que somos un solo pueblo más allá de las diferencias de nacionalidad e incluso de religión.
En su oración el Papa agradeció la labor que cumple el personal médico de todo el mundo. También dirigió sus palabras para los encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas.
Francisco, señaló el Obispo auxiliar de Quito, resaltó la importancia de que se busque salvaguardar la vida de los más vulnerables como son los ancianos y los pobres.
Luego el Sumo Pontífice hizo un llamado a la humanidad a reflexionar sobre la solidaridad. Según De la Torre, “nace de una vuelta a Dios porque cuando el hombre está encerrado en sí mismo se encierra en su egoísmo y en su vanidad, entonces esta enfermedad ha vuelto los ojos a Dios y a través de él al hermano”.
Después de la homilía, el Papa se dirigió para orar frente a la imagen de la virgen María. Luego rezó al "Santísimo Sacramento del Altar" en la Basílica de San Pedro.
Envió su bendición 'Urbi et Orbi', mientras sonaban las campañas del Vaticano, el Estado más pequeño del mundo. Además otorgó la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de los pecados a quienes están enfermos, a sus familiares y a quienes los cuidan y a quienes rezan. (I)