El mundo pide atención a los desplazados climáticos
El cambio climático mata dos veces. La organización internacional Oxfam aprovechó la Cumbre del Clima COP23 celebrada en la ciudad alemana de Bonn para difundir un estudio sobre la relación directa entre las emisiones de CO2, las catástrofes naturales y los desplazamientos forzados de millones de personas.
Mientras la alarma por el incumplimiento generalizado del Acuerdo de París de 2015 volvió a desatarse en esta conferencia mundial, un asunto que no figuraba en las agendas captó poderosamente la atención de representantes y organizaciones participantes: el número de refugiados climáticos en el mundo supera este año las peores previsiones.
Al menos 23,5 millones de personas han huido de los lugares que habitaban en 2016 víctimas de fenómenos meteorológicos devastadores, como sequías extremas e inundaciones desconocidas, que arruinaron sus vidas.
Así lo recoge el informe ‘Desarraigados por el cambio climático’, que la organización internacional Oxfam publicó para que los 194 países participantes en la COP23 de Bonn afrontaran este grave problema antes del cierre de las sesiones.
“La pérdida de hogares, de medios de vida y de las tierras a causa de estos desplazamientos obligados, pone de manifiesto el alto coste humano y la profunda injusticia que supone el cambio climático”, señala el estudio.
Los estragos aumentaron
Las sociedades menos responsables del calentamiento global son quienes más sufren sus consecuencias y quienes disponen de menos recursos para hacerles frente. El informe llega a una conclusión: De no tomar medidas paliativas inmediatas, los estragos aumentarán exponencialmente cada año dejando un horizonte de hambrunas a millones de ciudadanos de África, Asia y Oceanía.
Y, aunque el asunto quedó aparcado para la cita que el próximo año se celebrará en la ciudad polaca de Katowice, la Cumbre de Bonn, celebrada del 6 al 17 de noviembre, sirvió para comprobar que los $ 100.000 millones al año que los países ricos prometieron movilizar en 2009 para que los estados más vulnerables pudieran adaptarse a los impactos del calentamiento climático, siguen sin hacerse efectivos. “¿Cuántas tormentas del siglo tendremos que ver para que los líderes mundiales asuman la realidad del planeta y actúen?”, se pregunta Tracy Carty, experta de Oxfam en cambio climático.
El informe muestra que la sucesión de catástrofes naturales, como las registradas en 2017, afectan de manera desproporcionada a las personas con los recursos más bajos.
Los datos son reveladores: En los últimos 8 años, los fenómenos meteorológicos han puesto en los caminos a 14 millones de personas, una cifra desconocida que provoca miedo. “Sobre todo si se tiene como referencia que entre enero y junio se han sumado otros 2 millones de desplazados, un número desmesurado”, añade Carty. Un drama imparable, al menos de momento, que afecta cinco veces más a los habitantes de los países pobres.
No obstante, para resolver este grave problema se requiere antes solucionar el limbo legal en el que se encuentran millones de refugiados climáticos. Hasta ahora, el estatus definido por la Convención de Ginebra de 1951 solo se aplica a las personas en riesgo de persecución política o armada.
“Hay que desarrollar nuevas normas y el reto es conseguirlo en el marco del pacto mundial para las migraciones que la Asamblea general de la ONU celebrará en septiembre del próximo año”, afirma Simon Bradshaw, uno de los autores del informe de Oxfam.
Una cumbre simbólica
Pese a que este asunto ha quedado fuera en esta ocasión, la COP23 de Bonn ha sido una cumbre doblemente simbólica. Por un lado, porque ha estado presidida por las Islas Fiyi, un país que en 2016 fue arrasado por un ciclón que dejó en la ruina absoluta a 56.000 personas, el 17% de la población, y destruyó una quinta parte de su PIB. Su voz se ha escuchado con nitidez en varios momentos de la conferencia.
“Lo que nosotros hemos transmitido a los países ricos es el sentido de urgencia en el que nos encontramos aquellos estados que sufrimos las embestidas del cambio climático, que son los Estados más pobres y los insulares, que padecemos el deterioro de la calidad de vida de la población y perdemos la seguridad alimentaria”, declaró esta semana la negociadora jefe fiyiana, Nazhat Shameen Khan.
El otro motivo especial de la Conferencia ha sido comprobar el desarrollo de la primera cita que se realiza desde que Donald Trump decidió abandonar el Acuerdo de París. (I)
2017
CALOR
→Este año ha golpeado con especial virulencia en diferentes puntos del planeta. El 28 de mayo, en la ciudad pakistaní de Turbat, se registraron 54ºC y también se superó la barrera de 50ºC en varias localidades de Irán y en Omán.
En el estado de California (EE.UU.) se alcanzaron las temperaturas más altas jamás computadas. El colofón a este calor infernal fueron los destructivos incendios en Chile, Australia, Portugal, España, Canadá y EE.UU.
Según datos de la Organización Mundial de Meteorología, 2017 es el segundo año más caluroso a nivel planetario desde que se iniciaron los registros en el siglo XIX. (I)
SEQUÍA
→La ausencia de lluvias durante meses, incluso años, en algunas zonas de Somalia, en África Oriental, ha convertido en baldías a más de la mitad de las tierras de labranza.
Además, el número de cabezas de ganado se ha reducido entre el 40% y el 60% durante este año. Todos estos factores colocan a Somalia al borde de la hambruna, según una alerta lanzada por la ONU el pasado mes de febrero. (I)
INUNDACIONES
→Las crecidas registradas en agosto en India, Bangladesh y Nepal produjeron más de 1.200 víctimas y dejaron más de 40 millones de damnificados. Muchos de ellos se convirtieron en refugiados en países fronterizos.
En Sierra Leona murieron 500 personas en unas inundaciones desconocidas. En marzo, 70.000 ciudadanos perdieron su vivienda en Perú tras las crecidas provocadas por las lluvias torrenciales.
Las últimas investigaciones muestran que los atolones del Océano Pacífico, como los de Kiribati, Islas Marshall y Tuvalu, están gravemente amenazados por la crecida del nivel del mar. (I)
HURACANES
→El Caribe y el sureste de EE.UU. han vivido una temporada de ciclones inusual. Hasta siete tormentas clasificadas en
categorías superiores a 3 en la escala Saffir-Simpson, devastaron Dominica, Puerto Rico, Barbuda, Isla de San Martín y Anguila, y dañaron vastas zonas de Florida, Cuba, Haití y República Dominicana. (I)
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Proyectos renovables alientan las esperanzas
Pese a todo y en un momento tan delicado como el actual, en el que se han podido conocer las desastrosas previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que hablan de un incremento del 30% en el consumo energético en 2040 y de la falta de compromiso de los Estados con el Acuerdo de París sobre emisiones de CO2, hay proyectos nuevos para la esperanza.
Por ejemplo, el Instituto Nacional de Eficiencia Energética y Energías Renovables de Ecuador (INER) fue galardonado esta semana con uno de los principales premios que otorga la multinacional española Iberdrola por el éxito de la investigación para la obtención de etanol a partir de la cáscara de piñón sin perjuicios medioambientales.
El proyecto del Instituto Nacional de Eficiencia Energética y Energías Renovables de Ecuador que da lugar a este reconocimiento por parte de la multinacional española, se basa en la investigación de la viabilidad técnica para la obtención de etanol a partir de la hidrólisis enzimática de la cáscara de la semilla de Jatropha Curcas, conocida como piñón, logrando así su revalorización energética y generando beneficios sociales, económicos y ambientales para los productores y el país. (I)