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El mítico Vocho, automóvil en extinción en las calles mexicanas

Foto: AFP
Foto: AFP
09 de julio de 2015 - 10:02 - Agencia AFP

Era uno de los símbolos más populares de Ciudad de México, un simpático ícono cuyas formas redondeadas sedujeron incluso a Hollywood, pero el Volkswagen escarabajo, o Vocho, casi ha desaparecido de la megaurbe, víctima de una dudosa reputación y de la lucha contra la contaminación.

Algunos Vochos aún circulan por las caóticas calles de la capital mexicana y varios clubes de coleccionistas profesan la "Vochomanía", pero los taxis-escarabajo han desaparecido por completo transformando el paisaje urbano.

"Hubiéramos podido conservar algunos en el centro histórico y así preservar el símbolo", señala Rodrigo Díaz, consultor en urbanismo y autor de un popular blog sobre temas de movilidad. "Pero no fue así", lamenta.

Pese al olvido, en este país se forjó una de las más largas historias de amor entre un pueblo y un auto. Nacido bajo los cielos nublados de Alemania en los años 1930, este "auto del pueblo" no estaba precisamente concebido para el sol y el polvo de México.

Sin embargo, desde su llegada al país en 1954, el escarabajo tuvo un éxito espectacular. Económico, fácil de reparar, divertido, los mexicanos lo adoptaron y en 1 año se vendieron 50.000 unidades. "No tengo auto, tengo Vocho, era la broma mexicana para destacar lo barato del auto.

Los taxistas apreciaban particularmente este vehículo, cuyo mantenimiento era más bien placentero. "Si se rompía la banda del ventilador, la podías reemplazar con unas medidas de mujer", recuerda divertido, Ricardo, un chofer de taxi de la capital.

Fue tal el éxito que el fabricante alemán instaló una fábrica en Puebla (centro), en 1964. El escarabajo se volvió mexicano y en 1973 una tercera parte de los automóviles que se vendieron eran Vochos. Se convirtió en el vehículo más fabricado de la historia con más de 15 millones de unidades producidas, destronando al famoso Ford T.

La vochomanía alcanzó a otros países de América Latina. En Brasil, donde también se producía, se le llama Fusca. En Uruguay, el expresidente José Mujica declaró como único patrimonio su escarabajo, por el que un jeque árabe ofrece un millón de dólares, mientras que un diplomático promete una exitosa subasta en México.

Rey de Hollywood

Nadie se le resistía, e incluso la meca del cine lanzó una saga en honor a él. El escarabajo, estilo Hollywood, era un auto de gran corazón capaz de todo: desmantelar una red de traficantes de piezas de arqueología azteca, enfrentar a un toro en el ruedo, acelerar como Fórmula 1 y entender varios idiomas.

Las películas producidas por Disney, como Herbie goes bananas (1980) ambientada en México, tuvieron gran éxito. La saga contribuyó a popularizar este auto y a incorporar al Vocho a la imagen de un México exótico.

Pero la colorida imagen se ha empañado. Contaminante, ruidoso, incómodo: el Vocho encarna ahora los males de su época.

En una ciudad enclavada en un valle, presa de la contaminación y que aspira a la modernidad, el escarabajo ha perdido toda simpatía para los mexicanos. Su asiento trasero resulta terriblemente duro comparado con los de los autos modernos.

Como taxi, funcionaba sin el asiento del copiloto. "Pero en un frenazo, el pasajero, sin cinturón de seguridad, salía disparado hacia el parabrisas", recuerda un usuario.

Y lo peor, en los años 1990, cuando la megaurbe era duramente golpeada por la delincuencia, los taxis Vocho eran utilizados para secuestros exprés.

"Con sólo dos puertas, era imposible salir del taxi", cuenta Sofía, una mexicana víctima de un secuestro en 1994. "El chófer hacía subir a sus cómplices y te daban vueltas por horas", añade.

El fin de un mito

Los mexicanos empezaron a desconfiar de su viejo amor. Los taxis cambiaron de color: amarillo, verde, rojo y oro. Pero de nada sirvió. Por encima de la nostalgia, los mexicanos prefieren la comodidad y seguridad de los taxis modernos, todos de cuatro puertas.

En julio de 2003, llegó a su fin una trayectoria excepcional cuando se armó el último escarabajo en la fábrica de Puebla, la única que lo seguía produciendo. A los taxistas les ofrecieron $ 1.000 para cambiar su viejo recuerdo. En 2012 quedaban unos 3.500 vocho-taxis, pero gradualmente fueron enviados al desguace.

"A diferencia de Londres, con su autobús de dos pisos, de San Francisco y Lisboa con sus tranvías, o de Valparaíso con su funicular, México no declaró a este medio de transporte como patrimonio histórico. Es una pena", dice Díaz.

Aún se puede viajar en el mítico vocho-taxi en los centros turísticos de Taxco o Acapulco (sur), donde su tamaño y potencia son ideales para las calles angostas y empinadas.

Pero para admirar al difunto taxi verde con blanco, no queda otra que ir al museo de la tecnología de Berlín, al que Ciudad de México donó en 2008 un "vocho" como agradecimiento por más de 50 años de buenos y leales servicios. (I)

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