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El kirchnerismo, Massa, Macri y las legislativas en Argentina

El kirchnerismo, Massa, Macri y las legislativas en Argentina
29 de octubre de 2013 - 00:00

De niño, en matemáticas, siempre me enseñaron a no sumar naranjas con manzanas. Ambas son frutas, sí, pero tienen colores y sabores muy diferentes. Para sumar, me decían, era preciso tener al menos la misma unidad de medición, o en su defecto, que tenga una base semejante de comparación.

Sin embargo, en la aritmética electoral, cuando se trata de hacer cuentas con votos, la suma ya no necesita de ninguna premisa formal; sumar –electoralmente hablando- es sin duda una función al servicio del mensaje que se quiera dar. La oposición mediática al Frente para la Victoria (FPV) en Argentina no necesitaba esperar a que iba acontecer en estas elecciones (parciales) legislativas. El titular ya fue seleccionado: transición y final de la era K.

Las maniobras cuantitativas en esta etapa de disputa interpretativa poselectoral están a la orden del día. Para hablar de crepúsculo del kirchnerismo se han tenido que hacer infinitas y extrañas sumas y restas. Por un lado, para no aceptar que el FPV es el partido más votado en el país, se han dedicado a considerar que la oposición es un bloque monolítico.

Este hecho puede que sea una estrategia extendida en buena parte de la derecha latinoamericana (véase el hipócrita intento de una unidad democrática en la oposición venezolana; o el próximo ensayo en Bolivia), pero Argentina dista de ser un caso similar debido a las particularidades derivadas de su vieja tradición política.

Son muchas las pruebas que refutan el intento de un conteo uniforme del espectro opositor. El radicalismo se asoció con el partido socialista pero no en todas partes; UNEN se conforma a partir de un tótum revolútum que va desde el cineasta y ambientalista Pino Solanas hasta la conservadora Carrión pasando por un exministro de Kirchner; el partido de Macri, el PRO, hizo buen resultado pero en capital y en muy pocas zonas; la novedad es el Frente Renovador con Massa que aparece como gran vencedor de estas elecciones por su buen resultado en la provincia de Buenos Aires -que representa el 40 por ciento del padrón electoral.

Estas fuerzas opositoras no conforman hasta el momento una única oposición. En contra de lo que proclaman muchos medios, quien realmente sale dividido de esta contienda electoral es la oposición. Muestra de ello es que Macri ya se lanza como candidato presidencial con la intención de adelantarse a Massa.

Esa guerra para el 2015 no solo comienza en el seno oficialista sino que se acrecienta entre los opositores. Macri quiso distanciarse de Massa dejando claro que se trata de proponer algo nuevo donde no caben exintegrantes del kirchnerismo en clara alusión al pasado de Massa como exjefe de gabinete de la presidente Cristina.

Por su parte, Massa también se vistió de candidato presidencial, con un discurso bien armado, en la línea de la campaña, no hablando explícitamente del 2015, pero sí haciendo guiños al futuro, a los próximos 10 años. No parece que sea fácil sumar los votos de uno y otro para afirmar que ambos conjuntamente tienen más opciones que cualquier otro candidato que venga del oficialismo.

Es muy pronto para hablar de massismo, pero no para dejarlo fuera de la pelea presidencial

En síntesis, la oposición crece, pero dividida, y en la política, no todas las alianzas son siempre posibles, y la única alianza hasta el momento mayoritaria sigue siendo la del FPV.

Por otro lado, también se han empeñado en prohibir ver lo evidente: el FPV sigue con mayoría legislativa. Para ello, el triple salto mortal es hecho a partir de una comparación arrítmica: el FPV cae cuesta abajo porque pasa de 54 por ciento en las presidenciales del 2011 al 33 por ciento en estas legislativas.

Es curioso que los más acérrimos defensores de la tripartición de poderes son los mismos que ahora violan el principio liberal de mezclar lo legislativo con lo ejecutivo. Todo esto no tiene ningún sentido porque esto mismo ya aconteció en el 2009 cuando también las legislativas tuvieron un resultado muy similar al actual. No obstante, me pregunto por qué, después de tanta agregación ridícula, no han esmerado en sumar todos los votos del FPV como si se tratara de una presidencial, comparándolo con los votos sumados de los candidatos presidenciables: Massa no llega al 18%, y Macri al 10%.

Puestos a sumar, no llegarían ni al 28%. No, en este caso, era mejor no hacer sumas y restas porque saldrían perdiendo.

Como se ha visto, las elecciones dejan muchas cifras y letras. Lo que sí es seguro es que a pesar de lo que digan los doctores en catástrofes y apocalipsis, la presidenta en cuanto se recupere seguirá gobernando con mayoría. También es cierto que se abre un nuevo período en el que todos miran al 2015 ahora que parece cada vez más seguro que Cristina Fernández de Kirchner no será candidata. Macri se apresuró haciendo uso de algún manual de campaña lanzándose a la presidencia sin tener ni base ni discurso para ello.

El otro fue Massa, quien sí ha hecho muy correctamente sus deberes en el tránsito de intendente a legislador, con una propuesta aparentemente no confrontadora, queriendo “robar” el futuro sin discutir la década ganada kirchnerista. Sin embargo, ser presidente es mucho más que todo eso, y aún debe construir el poder político territorial que no tiene.

Nadie puede decir que Massa no haya aprovechado bien la campaña para ir diseñándose como presidente sin la necesidad de decirlo, valiéndose además de que esta vez la presidenta no estaba en la otra tarima para desmonopolizar su protagonismo en el momento de los resultados. Es muy pronto para hablar de massismo, pero no para dejarlo fuera de la pelea presidencial.

Todavía resta mucha carrera para las presidenciales, y el kirchnerismo ha demostrado con creces saber superar conflictos como el del campo, la caída en la legislativas pasadas, corridas del dólar y tantos otros intentos de desestabilización. Mal que les pese a muchos, en Argentina no hay transición; a pesar de los nuevos escenarios, el kirchnerismo aún es muy sólido porque la política pública sí ha logrado acabar con el neoliberalismo, alcanzando una significativa mejora de las condiciones económicas y sociales de las mayorías populares. Esto siempre suma mucho.

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