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El enojo de Arabia Saudita con Catar no es por Irán sino por su apoyo a Siria

Entre los países que cortaron sus conexiones aéreas con Catar está Yemen, el cual no cuenta con una sola aerolínea funcionando, ni un vuelo que lo conecte con Doha.
Entre los países que cortaron sus conexiones aéreas con Catar está Yemen, el cual no cuenta con una sola aerolínea funcionando, ni un vuelo que lo conecte con Doha.
Foto: AFP
18 de junio de 2017 - 00:00 -

Las agencias internacionales de noticias no aportan novedades en el conflicto entre 2 de los países más ricos del mundo. El lunes 5 de junio Arabia Saudita y 5 de sus más cercanos aliados (Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Libia y Yemen) cortaron relaciones con el pequeño emirato de Catar.

Los noticieros mundiales evitan desde entonces, consciente o inconscientemente, aclarar   las verdaderas razones de la furia saudita. Los contenidos se limitan a la repetición de declaraciones de funcionarios en ambos lados. Solo la lectura entre líneas permite especular respuestas sobre las verdaderas razones por las que el rey Salman Bin Addulaziz, de Arabia Saudita, se enojó tanto con su ‘hermano’ suní Tamim bin Hamad al Zani, emir del diminuto pero superpoderoso Catar.

Las supuestas declaraciones filtradas de Al Zani que confirman el apoyo de Catar a los Hermanos Musulmanes en Egipto o la tolerante actitud del emir hacia Irán, el archienemigo chiíta de Arabia Saudita, son pretextos. La acusación de que Catar auspicia el terrorismo internacional es parte de la campaña de Riad para desprestigiar y justificar el ataque. Doha lo ha negado rotundamente.

Pero, como se encarga de recordar el periodista inglés Robert Fisk, los hechos contradicen a los sauditas: en los atentados a las Torres Gemelas, en Nueva York, y al Pentágono, en Washington, en 2001, ninguno de los 19 supuestos terroristas era de nacionalidad catarí, en realidad 4 de ellos fueron sauditas. Osama bin Laden, el líder máximo de Al Qaeda, tampoco era catarí sino saudita.

En una publicación en el periódico londinense The Independent, el periodista Fisk -especializado en temas de Medio Oriente- sugiere que la furia del rey Salman bin Abdulaziz estaba contenida desde 2014 por el ‘atrevimiento’ catarí de pretender influenciar las relaciones y política en Medio Oriente, de hacerse con apoyos y prestigios en la zona del Golfo Pérsico sin el permiso de su ‘hermano’ mayor. Catar se atrevió a opacar la influencia saudita en la región.

Y eso, Bin Abdulaziz lo deja claro: quien dicta las políticas regionales no es Catar sino Arabia Saudita, de lo contrario para qué habría visitado Riad el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

 Por ahora, los efectos del bloqueo son mínimos, pero si Doha logra finiquitar los planes que tiene en la región, las ganancias serán imensamente superiores al odio que se ha ganado de sus hermanos sunís.

Nuevos Estados, como Maldivas, se unieron al bloqueo, sin ningún peso para Catar. La población de las islas Maldivas no llega a los 400.000 habitantes y su economía es básica, sustentada en pesca y turismo. La publicación de The Independent sugiere que la reacción de Maldivas responde a un préstamo de $ 300 millones ofrecido por Arabia Saudita. Yemen, otro país que “cortó todas sus conexiones aéreas” con Catar, es un Estado bajo acoso, en constantes ataques de las fuerzas aliadas de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU).

La empobrecida Saná no cuenta con una sola aerolínea operativa, ni siquiera un vuelo que la conecte con Doha para justificar la ruptura.

Cierto es que la mayoría de importaciones de alimentos deCatar se hace vía terrestre, bloqueada efectivamente. Aquí entró la participación de Irán, país que desde inicios de semana provee -vía aérea- productos alimenticios frescos a Doha.

Igualmente, por pedido de Estados Unidos, los sauditas y los emiratíes suavizaron la restricción marítima a las multinacionales del petróleo que exportan hacia el país americano.

La influencia del minúsculo emirato es mucho más grande que la presencia del nombre de su aerolínea nacional (Qatar Airways) en la camiseta del equipo de fútbol más famoso del mundo, el Barça, de Cataluña.

En su intento por aislar al país, los sauditas buscaron apoyo de otro pequeño pero poderoso emirato, Kuwait, sin embargo, este optó por actuar como mediador con una clara inclinación en favor de Catar. Kuwait sabe de primera mano lo que son capaces de hacer los ‘hermanos’ mayores.

Arabia Saudita recurrió igualmente a otra superpotencia militar, también ‘hermana’ sunita, Pakistán. Aquí el pedido fue contraproducente, porque los militares (dueños del poder) pakistaníes recordaron a los sauditas un incidente previo: cuando Arabia Saudita los buscó para invadir Yemen, condicionó el apoyo a que los soldados pakistaníes que participaran en la operación sean todos musulmanes sunitas.

Nada más hiriente para los pakistaníes que luchan durante largas décadas por unificar al país. La pretensión saudita fue interpretada como una intención por minar sus fuerzas militares. En esta ocasión se encargaron de hacerles saber su enojo a los sauditas.

El emirato-ciudad de Dubái, parte de los EAU, igualmente tomó distancia de la decisión de la federación a la que pertenece y se acercó a Irán. Dubái es hogar de miles de migrantes iraníes, que ejercen gran influencia en la política local.

El sultanato de Omán, un país también ubicado en la bota árabe, fue mucho más lejos en su muestra de respaldo a Catar y retomó sus maniobras militares conjuntas con Irán que 2 semanas antes había realizado.

El meollo mismo del enojo saudita con Catar son las conexiones y creciente influencia que el emirato mantiene con el gobierno sirio de Bashar al Asad. Pruebas de ello existen, en marzo de 2014 un grupo de monjas católicas ortodoxas secuestradas durante 3 meses por los rebeldes sirios fueron liberadas por las fuerzas de Al Asad con el apoyo de Catar.

Las religiosas, al llegar a Damasco, agradecieron al Gobierno sirio y también lo hicieron a Catar por el apoyo.

Además de apoyar a Al Asad en su lucha por ganar la guerra a las fuerzas rebeldes, Catar ha mostrado interés en invertir su inmensa riqueza en la reconstrucción siria, sea con la presencia de Al Asad o sin él. Lo que pondría a la economía de Damasco bajo control catarí. (I)

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