El crucial papel de Mujica y González como garantes de la paz con las FARC
Los expresidentes de Uruguay y de España, José Mujica y Felipe González, respectivamente, tienen la tarea de ser los garantes internacionales de la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en momentos en que la implementación de los acuerdos que firmó el Gobierno colombiano con esa guerrilla enfrenta serios obstáculos.
Para el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, Mujica y González serán “un sello de garantía” para echar a andar los acuerdos firmados el pasado 24 de noviembre y que entraron en vigencia siete días después, tras ser ratificados por el Congreso.
Los dos exmandatarios, quienes asumieron como garantes de la paz el 30 de marzo anterior en Cali, “van a ser las voces y los ojos de la comunidad internacional en este proceso y su papel será muy útil para que los acuerdos se implementen”, dice a EL TELÉGRAFO el senador colombiano Iván Cepeda.
De acuerdo con el congresista, quien fue facilitador de los diálogos de paz con las FARC, la puesta en marcha de los acuerdos “es una pelea dura, de todos los días, y cada milímetro que se avanza es una lucha contra muchas fuerzas que se oponen, por lo que la incorporación de personalidades como los expresidentes Mujica y González será de mucha ayuda”.
Ambos integran el componente internacional de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación de los Acuerdos de Paz. Mujica, por propuesta de las FARC, y González, por sugerencia del Gobierno.
La verificación internacional que harán los expresidentes de Uruguay y España está lejos de ser un asunto protocolar. Los acuerdos con las FARC se enfrentan en estos momentos a diversos desafíos políticos y burocráticos que amenazan con ponerlos en riesgo.
El ultraderechista Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, sostiene que los acuerdos son “un pacto de impunidad” con esa guerrilla y rechaza que los jefes de la organización insurgente puedan participar en política una vez que entreguen las armas, a finales de mayo próximo.
La campaña del Centro Democrático, que ha desarrollado en alianza con algunas iglesias cristianas y el ultraconservador exprocurador Alejandro Ordóñez, ha calado en una parte de la sociedad colombiana, que acabó por creer en las verdades a medias, las tergiversaciones y las mentiras sobre los acuerdos de paz que divulgan esos sectores.
Según una encuesta de la firma Gallup, el 49% de los colombianos cree que la implementación de esos acuerdos va por mal camino y el 46% considera que va por buen camino. En diciembre pasado esa proporción era inversa.
Adicionalmente, las instalaciones de los 26 campamentos donde las FARC entregarán las armas no se han terminado de construir debido al burocratismo estatal para liberar recursos y a las dificultades para llevar materiales de construcción a esos sitios porque están ubicados en parajes rurales sin suficientes vías de comunicación.
Otro flanco débil de la paz es la violencia. Según un informe de la Defensoría del Pueblo, en los últimos 14 meses ocurrieron 156 homicidios, cinco desapariciones forzadas y 33 atentados contra líderes sociales involucrados con el proceso de paz en diferentes regiones de Colombia. Y 18 de esos homicidios han ocurrido este año.
El defensor del Pueblo, Carlos Alfonso Negret, aseguró que una de las principales causas del aumento de estos crímenes es la pretensión de los grupos armados ilegales por copar los espacios territoriales de los que han salido las FARC.
José Mujica integra la Comisión de Impulso y Verificación a la Implementación (CSIVI) del proceso de paz como responsable de la observación internacional. Foto: AFP
La sombra de un genocidio
El comandante de las FARC, Pablo Catatumbo, dice a EL TELÉGRAFO que esa guerrilla tiene muy presente el genocidio del que fue víctima entre los 80 y 90 la Unión Patriótica (UP), un partido político legal surgido hace 28 años de un anterior proceso de paz que fracasó antes de que se firmara un acuerdo.
La Corporación Reiniciar documentó 3.186 homicidios de militantes y dirigentes de esa organización política entre 1984 y 2006, así como la desaparición de otros 514, mientras que 2.300 más tuvieron que exiliarse en otros países o huyeron de sus comunidades.
Durante su visita a Cali, el expresidente Mujica se reunió con Catatumbo y los comandantes de las FARC, Iván Márquez y Pastor Alape, quienes le expusieron a lo largo de tres horas sus principales preocupaciones en torno a la implementación de los acuerdos de paz, desde el retraso en la construcción de los campamentos del desarme hasta la campaña de la ultraderecha contra los acuerdos.
Al otro día de ese encuentro, el expresidente Mujica llamó a los colombianos a cerrar filas en torno a los acuerdos de paz, pues “la guerra no puede ser la filosofía de vida de ninguna sociedad”.
Agregó que habla de la guerra porque la vivió durante su etapa como guerrillero del movimiento Tupamaros, entre 1962 y 1972. Entre este año y 1985 estuvo en prisión.
Por esa experiencia, Mujica opina: “Aunque no le damos valor en cada uno de nosotros, la riqueza milagrosa más importante que tenemos es estar vivos, no hay ninguna cosa comprable a eso, y en nombre de la civilización tenemos que aprender de alguna forma a dirimir nuestras diferencias sin tener que acudir al recurso de las armas”.
Dijo que quienes sacan cuentas de lo que costará la implementación de los acuerdos de paz con las FARC deberían pensar en cuánto cuesta la guerra y en las escuelas, hospitales, carreteras y fábricas que se pudieron haber construido con esos recursos en el último medio siglo en Colombia.
El exgobernante uruguayo consideró que quienes critican el acuerdo de paz deberían tener en cuenta “que no hay paz perfecta”.
Para Mujica, el fin de la guerra con las FARC y el apostar por un acuerdo con el ELN, la otra guerrilla colombiana que ya está en diálogos con el Gobierno, es el símbolo de que Latinoamérica es una región de paz, “casi un lujo en esta época”.
Felipe González, por su parte, dijo que asumía con entusiasmo su papel de verificador internacional de la implementación de los acuerdos con las FARC porque lleva 35 años comprometido con diferentes esfuerzos de paz en Colombia.
Sostuvo que no ha conocido, desde la presidencia de Belisario Betancur (1982-1986), a ningún mandatario colombiano que no haya intentado hacer la paz. “Pero finalmente conozco a uno (Santos) que la ha firmado”.
El expresidente español llamó a fortalecer la confianza recíproca entre el Gobierno y las FARC, que a pesar de las dificultades en la implementación de los acuerdos coinciden en la necesidad de superar los obstáculos con trabajo conjunto.
“No hay que desfallecer en mantener esa confianza por la situación compleja que existiera en la sociedad frente a los acuerdos, y si esa confianza interna se resquebraja será muy difícil avanzar”.
González sostuvo que ante la paz de Colombia es parcial y que ya tomó partido. “Algunos me acusan de falta de neutralidad -dijo-, pero entre la aceptación del acuerdo y la continuidad del conflicto no tengo absolutamente ninguna neutralidad. Estoy con el acuerdo y no seré neutral entre paz y conflicto. Estoy a favor de la paz y en contra del conflicto”.
La labor de González y Mujica como garantes será rendir informes públicos sobre los avances en la implementación de los acuerdos y las eventuales diferencias que surjan en ese proceso, hacer recomendaciones a las partes y solicitar la intervención de los países garantes (Cuba y Noruega) y acompañantes (Venezuela y Chile) cuando lo consideren pertinente.
Además de la verificación internacional, existe un componente nacional que da seguimiento a lo acordado en La Habana por las FARC y el Gobierno. De este mecanismo forman parte tres miembros de esa guerrilla y tres del Ejecutivo colombiano. (I)
Felipe González también cuenta con el apoyo técnico del Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz de la Universidad de Notre Dame de Indiana (Estados Unidos). Foto: lainformacion.com
Firma de la paz
El Gobierno colombiano y las FARC firmaron -el año pasado- dos veces un acuerdo de paz para ponerle fin a un conflicto armado interno de 52 años.
La primera ceremonia fue en Cartagena, el 26 de septiembre. La firma del acuerdo fue a plebiscito y ganó el No, por lo que se hicieron algunos ajustes al primer acuerdo, según las demandas opositoras.
El 24 de noviembre se firmó el acuerdo definitivo. Este evento fue más discreto y contó con la presencia de 800 personas. (I)