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El conflicto palestino-israelita (II): El surgimiento de los Hermanos Musulmanes

El conflicto palestino-israelita (II): El surgimiento de los Hermanos Musulmanes
06 de agosto de 2014 - 00:00

En 1928 Hasán Al Banna funda la organización los Hermanos Musulmanes en un contexto histórico-cultural donde crecientes corrientes sociales y políticas árabes aspiraban a derrocar a los imperialistas europeos y, a la vez, poner fin al dominio occidental y al estancamiento del mundo musulmán, renovando el espíritu innovador que supuso el Islam del siglo VII, proponiéndose asociar modernidad y tradición. Los Hermanos Musulmanes buscaban subsumir los nacionalismos locales en una unidad islámica que junte todas las zonas del mundo que fueron parte del antiguo Imperio Árabe. Al Banna y sus seguidores crearon la pauta de lo que actualmente se conoce como islamismo, donde el sufijo (ismo) se coloca tras el sustantivo (islam) para distinguir a su movimiento político.

Al Banna se opuso a la propuesta de partir Palestina en 1948, lo que le trajo como consecuencia ser asesinado en 1949 por la policía secreta egipcia.

Para comprender el complejo conflicto entre occidente y el islam, no se puede dejar de hacer referencia a la organización los Hermanos Musulmanes. Si alguna vez el reformismo islámico se propuso asociar modernidad con tradición, no lo lograron, ya que finalmente el islamismo adquirió una característica conservadora.

Se puede advertir que los movimientos políticos, sionismo e islamismo, -que no es lo mismo que religión judía e Islam, respectivamente-, coinciden en al menos tres rasgos clave: a) el empleo de la violencia, b) esa vocación por conjugar fundamentalismo religioso identificándole con la noción de Estado-Nación para sus ‘pueblos’. Recordemos una vez más y observemos el proceder de la organización político-militar Estado Islámico, y c) el rechazo al laicismo, se niegan a observar los logros de la sociedad laica y el desarrollo democrático que esto implicó al colocar a la religión como algo privado. Ninguna nación es étnicamente pura, en el mundo actualmente se hablan unas 6 mil lenguas (la lengua es el elemento más fácil de identificar de la cultura), pero existen unos 200 Estados. La heterogeneidad garantiza el dinamismo de una sociedad, en una democracia todos los ciudadanos, sean cuales sean su origen, lengua, religión o costumbres, deben tener los mismos derechos.

En general los historiadores concuerdan que varias organizaciones islámicas son derivaciones de los Hermanos Musulmanes. Pero hay un personaje, Sayyid Qutb (1906-1966), al que se le otorga la autoría violenta en que deviene el islamismo. Puede ser, pero por lo general los procesos históricos suelen ser más enredados como para atribuir a una sola persona el curso violento de determinado proyecto político.

Nos referimos a que la guerra y todos los métodos que históricamente se han empleado en ella, sean guerrillas, terrorismo o estrategias convencionales, no son más que la continuación de la política por otros medios, como lo señaló Clausewitz. Así, en el conflicto árabe-israelí, todos han utilizado la violencia y de acuerdo a consideraciones tácticas o estratégicas. Por lo que, cuando los medios occidentales y sus adláteres nos quieren convencer de que organizaciones como Hamás o en general toda la resistencia palestina, son los únicos terroristas, lo que consiguen no es más que sacarnos una sonrisa.

El problema central es analizar si determinada violencia es legítima o no. Sobre este tema se ha teorizado mucho, por ejemplo, Walzer nos enseña que “El origen se remonta a Agustín de Hipona, quien distinguió en La ciudad de Dios entre uso legítimo e ilegítimo de la violencia colectiva y denunció la paz romana como una paz falsa, habida cuenta que se mantenía merced a medios incorrectos, como guerras imperialistas, en su opinión ejemplos paradigmáticos de guerras injustas. Además, Agustín de Hipona estableció, (…), la posibilidad de que existieran guerras justas, proponiendo que para que fueran justas debían librarse en busca de un bien común y, una vez iniciadas, estar sujetas a normas que protegieran a los inocentes de sus efectos”. (Walzer, 2001: v).

Con los antecedentes históricos expuestos hasta este momento, vemos que en la base del conflicto árabe-israelí se hallan los intereses imperialistas, por lo tanto, la guerra de resistencia que lleva adelante el pueblo palestino desde antes que se proclame el Estado judío, es una guerra justa. Y la guerra que lleva adelante el Estado judío es un verdadero genocidio.

El Convenio de 1948 sobre la Prevención y el Castigo del Crimen de Genocidio ha llegado a encarnar la conciencia de la humanidad. Justamente el Holocausto de judíos, gitanos y otros grupos humanos, fue el que inspiró la creación de ese convenio y el desarrollo del concepto de genocidio. Aunque algo demorado, uno de los logros de ese convenio es la creación de la Corte Penal Internacional, en julio de 1988 en Roma, y hasta el momento ha sido ratificado por 120 Estados, como podrán imaginarse EE.UU. e Israel no lo han hecho. Es más, Washington busca inmunizar del procesamiento de crímenes de guerra a sus ciudadanos y ha firmado acuerdos bilaterales de inmunidad con países sometidos a su voluntad, como Colombia.

El Convenio de 1948 define al genocidio como “cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, en todo o en parte, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso: matanza de miembros del grupo, atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento deliberado del grupo a condiciones de existencia que pueden acarrear su destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo, o el traslado forzoso de niños del grupo a otro grupo” (Gutman-Rieff; 2003:213).

Tener bloqueado al pueblo de Gaza y bombardearlo sin lugar a escapatoria ¿No es acaso un atentado grave a la integridad física y mental a su población? ¿Hasta cuándo la comunidad internacional va a ignorar una realidad evidente? El Convenio incluso faculta a los Estados signatarios solicitar al Consejo de Seguridad de la ONU emplear todos los mecanismos posibles, incluso la fuerza militar, para impedir que se cometa un genocidio.

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