El caos político de Libia abre un nuevo frente contra el grupo Estado Islámico
Libia posee las mayores reservas de petróleo de África, lo que es una ventaja para cualquier nación incluso con los actuales precios, pero para este país ha sido un foco de tensión que ahora ha derivado en una disputa por el poder.
La nación está inmersa en una crisis política y social. Tiene dos autoridades parlamentarias (una en Trípoli y otra en Tobruk) que no llegan a ningún consenso. Esta situación es aprovechada por el Estado Islámico (EI), que se apoderó de sus centrales de hidrocarburos, mientras miles de personas, que a diario huyen del conflicto, mueren en su intento por llegar a Europa, en el Mar Mediterráneo.
El caos surgió con la ‘Primavera Árabe’ que estalló en esta región en 2010. Las protestas tenían como objetivo derrocar los gobiernos autocráticos que pululan en la región. Tuvo éxito en Yemén, Túnez y Egipto, pero no en Libia y Siria, donde los gobiernos se negaron a abandonar el poder y reprimieron las manifestaciones, lo que generó una guerra civil en la que intervinieron las grandes potencias.
En febrero de 2011, en Bengasi (la segunda ciudad del país), surgió la insurrección que luego de 8 meses terminó con el régimen del coronel Mohamar el Gadafi. La muerte del líder, que desde el origen de su gobierno -a principios de los años 70- inculcó a los ciudadanos su identidad nacional, dejó un vacío que nadie pudo llenar.
El politólogo Ernesto Milá estima que la caída y muerte de Gadafi no solo llevó a la desaparición del último líder panarabista (tendencia a fomentar la integración entre los pueblos de origen árabe) sino que también evaporó esa “conciencia nacional” y con ella la del mismo Estado, desembocando en el caos y la guerra entre facciones rivales.
“Caído este (Gadafi), se evidenció que no había ni rastro de oposición democrática, ni objetivos nacionales, ni siquiera interés en lo que podía ocurrir después. En el lugar del Estado aparecieron entidades tribales o facciones religiosas, todas ellas armadas y disponiendo de milicias que campaban libremente sin que ninguna sombra de poder pudiera disciplinarlas”, describe Milá en su blog.
Asimismo enfatiza que la “revolución” no estalló espontáneamente y, sin duda, la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, constituyeron un nuevo error de cálculo en las políticas “occidentalistas” hacia el mundo árabe.
“Lo que determinó la caída de Gadafi fue, esencialmente, el haberse querido mantener equilibrado entre Estados Unidos y Rusia, a diferencia del régimen sirio que se ha apoyado en el segundo país para su lucha contra la insurgencia islamistas en su territorio”. Para el analista “el nacionalismo de Gadafi fue su tumba”.
De acuerdo con el diario ‘Foreign Policy Journal’, en abril de 2011 un correo de Hillary Clinton (por esos días secretaria de Estado de EE.UU.), bajo el asunto ‘El cliente de Francia y el oro de Gadafi’, desvela los propósitos de Sarkozy en Libia entre los que destacan el petróleo, reafirmar el poder militar francés y evitar la influencia de Gadafi en la “África francoparlante”.
Igualmente se demostraría la preocupación francesa por las cerca de 143 toneladas de oro y plata que el país tenía para respaldar una nueva moneda africana que provocaría un alto grado de independencia económica, especialmente en el norte del continente.
Dos gobiernos y la ONU
Al momento, en el país hay una acefalía de poder por las disputas internas de los dos gobiernos.
El 25 de junio de 2014 se efectuaron elecciones, consideradas por la oposición como fraudulentas, en las que apenas votó el 18% del censo electoral.
Este proceso dio por “ganador” al general Jalifa Haftar, un exoficial de Gadafi que desertó en 1983 para exiliarse en EE.UU. y que regresó en 2011. Estas elecciones formaron a un parlamento que se instaló en Tobruk.
A la par, la coalición islamista Amanecer de Libia, reunida en Trípoli en agosto de 2014, designó un “gobierno de salvación nacional”.
El Congreso Nacional de Trípoli está controlado por el movimiento islamista Lybia Dawn, mientras el Parlamento de Tobruk goza del reconocimiento internacional gracias a que el 5 de marzo, el general Haftar y su gobierno fueron identificador por el vecino Marruecos.
Para complicar aún más el panorama político se suman decenas de facciones que poseen pequeñas milicias armadas integradas por entre 250 y 500 hombres. El objetivo de estas bandas es el control de los puertos y fronteras, aeropuertos y de los campos petroleros o de las carreteras que conducen a estos lugares clave.
Tras esta tormenta política y social, Mohamed Fayez al Serraj, primer ministro libio propuesto por la ONU el 17 de diciembre, logró el martes formar un gobierno de transición con 32 ministros.
Esa meta la logró en Túnez, 48 horas después del plazo fijado por la ONU y en medio de fuertes disidencias internas.
Y es que el 6 de diciembre pasado los legisladores de los parlamentos rivales alcanzaron en Túnez un acuerdo para compartir el poder al tiempo que rechazaron un pacto impulsado por la ONU para evitar la “injerencia extranjera”.
Frente a eso ahora los analistas piensan que es poco probable que acepten la transición, porque el acercamiento de diciembre fue censurado por ambos parlamentos casi de inmediato. (I)
Libia es la puerta de salida rumbo a Europa
En abril de 2015 los titulares de la prensa internacional se llenaron con la historia de centenares de migrantes -al menos ochocientos - provenientes de Trípoli que habían fallecido en el Mar Mediterráneo.
Desde entonces los naufragios no han dejado de repetirse.
Según la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión (Frontex), Libia es el gran punto de partida de la migración ilegal proveniente de África durante estos últimos cinco años.
Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor de Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos en la Universidad Autónoma de Madrid, confirma esta teoría y culpa de ello a los conflictos bélicos de la zona. “Aunque Libia es tradicionalmente un país de migración, la situación no era la misma hace unos años. En 2009, Muamar Gadafi y el estado italiano hicieron un pacto para limitar al máximo el flujo hacia Europa. Pero todo cambió en 2011 cuando una sangrienta guerra civil en Libia culminó con el derrocamiento del dictador. El país se transformó desde entonces en un paraíso para los criminales que utilizan esta situación para sus negocios”.
Según Frontex, en 2014 más de 170.000 migrantes ilegales llegaron a Italia, lo que constituye una oleada sin precedentes. La mayoría de ellos provenía de Eritrea y otros países del África subsahariana.
Un comunicado de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), con sede en Ginebra, indicó que 2015 terminó con un saldo de 3.771 migrantes muertos en el intento por cruzar el Mar Mediterráneo. Este reporte convirtió a 2015 en el “año más trágico” para los migrantes. De acuerdo con la ONG Europe Fortress desde inicio de los 90 se han registrado 20.000 fallecidos en las aguas que divide Europa de África.
A esta cifra también se le suman los 3.270 ahogados en 2014.
Ante la ola de refugiados, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, aseguró que la zona de libre tránsito dentro de la Unión Europea está en peligro.
“La crisis de los refugiados es decisiva, desde mi perspectiva personal”, explicó la funcionaria en un debate sobre perspectivas internacionales realizado en el Foro Económico Mundial, En Davos (Suiza).
Al ser preguntada sobre si eso ponía en peligro la propia zona Schengen, de libre circulación de personas, respondió: “Sí, lo creo”. El flujo migratorio a Europa ha sido uno de los temas dominantes del Foro Económico Mundial, que reúne a líderes mundiales y empresarios. (I)