La ex Primer Ministro de Reino Unido, Margaret Thatcher, aún despierta las pasiones más encontradas entre los que admiran su gestión de Gobierno (1979-90) hasta los que recelan de sus políticas que hicieron sufrir a mucha gente.

Eso se evidenció durante su funeral, realizado el miércoles en la catedral de San Pablo, en Londres,  y al que asistieron más de 2.300 personas, entre ellas la Reina Isabel II, el primer ministro David Cameron y los ex primeros ministros británicos John Major (conservador), Tony Blair y Gordon Brown (laboristas).

Y es que además de la Reina y los miembros del Gobierno, también acudieron invitados del Reino Unido y el mundo, entre ellos sus antiguos enemigos políticos, como Michael Heseltine, que le desafió el liderazgo en 1990 y propició su caída del poder después de que ganara tres elecciones.

Durante el acto religioso y frente al ataúd situado en la nave central del templo cubierto con la bandera británica, la nieta de la exmandataria, Amanda Thatcher, y el primer ministro británico, el también conservador David Cameron, leyeron pasajes de la Biblia antes de que se escuchara música barroca de órgano de Henry Purcell.

En su intervención, el obispo de Londres, Richard Chartres, recordó la vida de Thatcher desde sus comienzos como estudiante de Química hasta su llegada al poder en 1979, pero pidió, sobre todo, dejar a un lado la controversia que rodea su legado político para concentrarse en la persona “sujeta al destino común del ser humano”.

“La Dama de hierro”, como era conocida, tuvo una despedida con honores militares, sin ser de Estado, pero con toda la solemnidad que establece el protocolo.

Cerca de 12 millones de euros costó el cortejo fúnebre que tuvo extremas medidas de seguridad, en prevención de algún atentado. Esto debido a las bombas que explotaron en Boston, Estados Unidos.

Los restos de Thatcher, quien falleció a los 87 años el pasado 8 de abril a causa de un derrame cerebral, fueron trasladados posteriormente en un vehículo fúnebre hasta el hospital Real de Chelsea, a la espera de ceremonias privadas dispuestas por sus familiares.