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El brasileño dejó el poder con 89% de aprobación

El 37% de gente que votó por Dilma lo hizo por consejo de Lula

El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, celebra la reelección de Dilma Rousseff. Él impulsó las dos campañas de la exguerrillera al primer poder.
El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, celebra la reelección de Dilma Rousseff. Él impulsó las dos campañas de la exguerrillera al primer poder.
30 de octubre de 2014 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

La fiesta del cumpleaños 69 de Luiz Inácio Lula da Silva comenzó un día antes, el domingo en la noche en el Palacio da Alvorada, en la residencia oficial de Brasilia de la presidenta Dilma Rousseff, que festejaba su reelección.

 Lula cortó un pastel de chocolate y el primer pedazo fue para Rousseff, su creación política que con su reelección mantendrá hasta 2018 al Partido de los Trabajadores (PT) en el Gobierno de Brasil. ¿Y después? Los analistas coinciden en que hoy por hoy no hay candidato mejor que el exgobernante.

Serán 16 años en el poder del PT, como nunca otro partido lo hizo en la historia democrática de Brasil, los dos mandatos de Lula (2003-2010) y los dos de Rousseff (2011-2018). Y Rousseff deberá hacer un gobierno excelente con creación de nuevas figuras presidenciables para tener un candidato viable en 2018, en caso de que Lula, que tendrá 73 en la contienda, no se presente.

Es una trayectoria iniciada en 2002 con el propio Lula, que con la reelección de Rousseff deberá caminar estos cuatro años con la mochila o el privilegio de ser el candidato natural que volverá a presidir el país en 2018.

Como pez en el agua, Lula participó de la reelección de Rousseff:   en la calle, con un micrófono, sudando con el calor tropical y  con su garganta arenosa desafiar “es la élite o nosotros”. Como una estrella pop, en su estado natal, Pernambuco, en el pobre noreste, reunió en una tarde, cinco días antes de la elección, a 53 mil personas. Lo mismo en Minas Gerais, estado de Aécio Neves, el candidato opositor derrotado el domingo. La ola popular de Lula es considerada clave para la victoria en la elección, teniendo en cuenta que Rousseff es su creación política y que él es el dirigente más popular del país.

Lula dejó el poder en 2010 con el 89% de aprobación a su gestión, un hecho inédito en Brasil y logró hacerla su sucesora: el país había crecido a tasas chinas, con inflación controlada y un boom de la inclusión social de unas 50 millones de personas y la creación de una nueva clase media trabajadora que por primera vez llegaba al mercado de consumo.
Su historia personal, una infancia hambrienta en el noreste árido, su viaje en camión de 3.000 kilómetros con seis hermanos y la madre a Sao Paulo para buscar un futuro, su ingreso a una fábrica, su carrera sindicalista y política con la fundación del PT son una marca de reconocimiento en la sociedad brasileña.

Al mismo tiempo durante su gobierno mantuvo la confianza inversora, que con Rousseff se detuvo mucho por la crisis mundial y otro por contradicciones internas en el gobierno. “Varios empresarios van y le expresan preocupación a Lula”, indicó el año pasado a EL TELÉGRAFO un exministro, cuando se pensaba que si Rousseff no tenía chances para la reelección el plan B era Lula. La frase era: “Tenemos a Pelé en el banco”.

Recuperado de cáncer de laringe que lo afectó cuando dejó el gobierno, el exmandatario sigue siendo la principal referencia del país: un constructor de política desde el Instituto Lula de Sao Paulo, del cual salió cuando las encuestas le daban la victoria al opositor Neves para ser un tractor electoral de la presidenta exguerrillera.

Tras la victoria del domingo, el presidente del Partido de los Trabajadores (PT), Rui Falcao, afirmó que Lula es su candidato para 2018.

“Él dice que no quiere, pero seguramente tomará en cuenta el clamor del partido. Mi posición personal siempre fue: reelección de Dilma en 2014 y regreso de Lula en 2018”, comentó Falcao.

Mientras tanto, Lula saludaba a las conquistas alcanzadas en los últimos 12 años, que permitieron mejorar el nivel de vida de la población en general.

Consultado incluso desde el ámbito internacional, el exmandatario se alejó en los dos primeros años del gobierno de Rousseff para evitar un eclipse de poder por sobre la mandataria, que muchas veces tuvo en él a la rueda de auxilio para dialogar con los sectores con los cuales ella había fracasado en entablar conversaciones, incluso en su propio partido.

Será clave en la composición del nuevo gabinete de Rousseff. Su obsesión actual es crear mecanismos para enseñar a los jóvenes de entre 16 y 24 años los avances que generó el PT en el poder. “Si no se lo contamos nosotros, nuestros rivales no lo harán”, dijo Lula, que inició en forma silenciosa y lenta un diálogo abierto, franco y dispuesto a aceptar críticas con líderes juveniles que participaron de las manifestaciones multitudinarias de 2013. “Básicamente, yo los quiero escuchar”, dijo.

En abril pasado, antes del inicio de la campaña electoral, la empresa Datafolha realizó una encuesta en la que consultó cuál es el candidato ideal a presidente: la respuesta mayoritaria fue Lula.

Es más, es el gran traccionador de votos de la historia de Brasil: según Datafolha, el 37% que votó a Dilma Rousseff declaró que lo hizo para seguir el consejo del extornero metalúrgico.

Datos

El popular expresidente impulsó las dos candidaturas de la actual mandataria, pero no se sabe su reacción en torno a volver a disputar la presidencia en 2018.

Dilma Rousseff, de 66 años, logró un nuevo mandato de cuatro años al obtener el 51,6% de los votos válidos (54,5 millones) contra el 48,4% (51 millones) del candidato opositor Aécio Neves.

Medios de prensa en Brasil publicaron que cuando Luiz Inácio Lula da Silva abandonó el poder (2003-2011) su nivel de popularidad estaba por las nubes. Cuenta con el más alto respaldo popular.

La Corte Suprema de Brasil le concedió prisión domiciliaria al exministro de la Presidencia, José Dirceu, mano derecha del expresidente Lula da Silva, y purga una pena de 10 años por su responsabilidad en un escándalo de corrupción.

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