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Don Dimas: "Me dicen el hombre del maletín, pero de los pasteles, no del Congreso" (NO BORRAR, POR FAVOR)

Don Dimas: "Me dicen el hombre del maletín, pero de los pasteles, no del Congreso" (NO BORRAR, POR FAVOR)
06 de febrero de 2015 - 13:56

El día a día de Domingo Dimas García Laaz, de 58 años, empieza a las 05:00, cuando se levanta para preparar sus productos y acomodarlos en un maletín. De su vivienda ubicada en las calles Argentina y La 27, en el suburbio de Guayaquil, sale a las 07:15 para tomar un taxi, pues "la mercadería pesa y se puede desacomodar".

"Yo era empleado de la corte", cuenta Don Dimas mientras nos dirigimos hacia el primer punto de su jornada. "O sea, en la corte pusieron una cafetería. Yo estuve allí desde el 80 hasta hace unos 3 años en que la renovaron y ya no se podía ingresar", corrige inmediatamente.

De entrada, lo que más impacta de este oriundo de Calceta (Manabí) es su vestimenta. Para este día había elegido algo llamativo: una camisa en tono azul y rojo brillantes, varios anillos en sus manos, un par de cadenas en el cuello y gafas. "Yo soy variado", dice serio y explica que cuando no llueve y no corre el riesgo de ensuciarse le gusta usar guayabera.

Lo segundo que llama la atención en Don Dimas es su fiel compañero: un maletín negro que ocupa un asiento en la parte posterior del taxi. "Esto fue una idea de un doctor que no me acuerdo el nombre. Me dijo: Dimas, usa esto que se te ve más elegante. Antes yo llevaba un cartoncito. Ahora tengo 6 maletines", explica.

Antes de llegar a la Corte, Dimas trabajó de salonero por 6 años en una fuente de soda, hasta que los mismos dueños lo llevaron hasta el Palacio de Justicia y con ellos trabajó 10 años más. En ese lugar incluso le ofrecieron un puesto de ascensorista que no se dio. "Es cuestión de política a veces", apunta. Posteriormente se independizó.

Pero este "panadero de profesión", como se autodenomina, se remonta a su juventud. Mueve sus manos para relatar que aprendió en horno de leña a los 10 años de edad. Sus padres fallecieron cuando él era muy niño y quedó a cargo de su hermana y cuñado que lo criaron. "Mi familia tenía en ese tiempo panadería en Pichincha (Manabí)", sostiene.

"Yo vendía en el río, en canoa, con charol en mano. Todo el mundo llegaba al puerto porque era feria todos los días", añade. También cuenta que hizo un año de servicio militar en Arenillas, en El Oro. "De ahí me cansé y me vine a la ciudad, desde los 17 años estoy aquí en Guayaquil", dice.

En su negocio actual, Dimas lleva dedicándose 25 años. Con este ha criado a sus 2 hijos, quienes les han dado 4 nietos. Actualmente vive solo con su esposa.

"Sin entrada y sin garante"

Llegamos al primer punto de su jornada: la Fiscalía, en el centro de la urbe. Don Dimas paga al taxista, agarra bien su maletín, cruzamos la calle con prisa, mientras me indica que ahí su recorrido demora unos 40 minutos. Hay que subir varios pisos. Pero él empieza desde arriba. Toma el ascensor y al llegar al catorceavo se anuncia. Aplaude, hace sonar sus anillos y con voz cantada dice: "Ya llegueeeeeé".

Todos lo conocen. Le piden un "expediente". Ha traído 60 de ellos. Cualquiera cuesta $1. "Sin entrada y sin garante, como los almacenes", ofrece. En su variada oferta hay tortillas, muchines, corviches, pero su especialidad son los pasteles, de carne, chorizo, pollo, queso y hasta de cangrejo.

 Hoy ha sido un buen día. Ya en la planta baja los ha vendido casi todos. Normalmente se hace hasta $30, pero reconoce, sin embargo, que le toca a menudo dejar fiado y a fin de mes ha llegado a cobrar hasta $300 solo en créditos.

La misión de este manabita es llegar a casa sin nada, por lo que su recorrido no termina allí. Don Dimas tiene sus clientes en otras instituciones públicas como notarías, Defensoría del Pueblo, entre otras. ¿Se ha dado cuenta que los lugares donde trabaja tienen que ver con la Justicia?, le pregunto. "Sí", responde, pero nunca he tenido problemas con la justicia", aclara.

"Me dicen el hombre del maletín, pero de los pasteles, no del Congreso", añade Don Dimas mientras nos dirigimos hasta el mercado central. Mientras caminamos, me cuenta que a veces lo han confundido con un abogado o tramitador, " pero les he dicho: yo trámites no hago. Tengo mis conocidos, pero trabajo siempre por la derecha".

También ha tenido malos ratos. Como la vez que lo asaltaron en un banco, donde también ofrecía sus productos. Se le llevaron su maletín pensando que llevaba dinero, "pero cargaba mis pasteles", apunta.

Antes de las 12:00, Don Dimas ha comprado huevos y chocolate. Hará dulces para volver a las 14:00. Su centro de operaciones es un localcito que alquila cerca de su casa. Allí tiene sus implementos. "A veces la gente no me cree que yo hago esto (los dulces), cree que los compro", señala. 

Se despide. "Los fines de semana me voy al complejo de los abogados", dice apresurado. "Si me quedo en casa, me aburro, así que mejor me voy a vender". Don Dimas toma un bus. Su primera jornada del día ha terminado.

 

A mí me dicen abogado. Yo soy abogado, pero abogado de los pasteles, le digo.

Me dicen el hombre del maletín, pero de los pasteles, no del Congreso.

 

Mi negocio principal son los pasteles de carne, de chorizo, de pollo, de queso, a veces hago de cangrejo.  Yo varío. De tarde le hago dulces: cake, caracoles, orejas, suspiros, cualquier cosa que se me venga a la mente: torta de guineo, maduro, camote.

Eso hago en la tarde, cuando no hay tiempo, cuando no, por ahí cualquier cosita llevo a vender.

Maletín. Eso fue una idea de un doctor que me regaló un maletín. Me dijo: Dimas, vende aquí en el maletín que se te ve más elegante, entonces para qué, de ahí para allá comencé a vender. De la corte, cuando era ministro me regaló un maletín un doctor que no me acuerdo el nombre. Antes yo iba en cartoncito, esos de aceite, a vender mis pasteles.

Me daban permiso para trabajar. No abusaba y decentemente entraba con mi cartón y salía, asimismo con mi maletín yo dentro hasta acá en la fiscalía me dejan pasar.

A mí me dicen abogado. Yo soy abogado, pero abogado de los pasteles, le digo.

Me dicen el hombre del maletín, pero de los pasteles, no del Congreso. Si no el hombre de maletín porque yo vendo pasteles en maletín, sino que la gente se admira porque yo a veces…no si son pasteles, yo le vendo le digo, vale un dólar, cualquier cosa que llevo ahí vale un dólar: tortillas, muchines, corviches…

Sí, incluso me han confundido pensando que me han dado plata, le dijo no yo no, mi negocio es vender, le digo. Yo trámites no hago, tengo mis conocidos sí, abogados, jueces …no me gusta hacer trámites. Yo trabajo por la derecha todo un siempre.

Gracias a mi Dios no he tenido problemas con nadie.

Tengo seis maletines. Lo que pasa que estos maletines con el calor se dañan y hay que andar buscando. Tengo de cuero, pero esos pasan la grasa, entonces tengo que andar buscando maletín de fibra para que no pase la grasa. No es que al pasar la manteca me ensucio todito.

Se daña ese tengo que mandarlo a arreglar, a parcharlo y saco otro.  Me regalaron 3. Ahorita me regaló un secretario de la Fiscalía, me regaló un maletín para que trabaje, incluso más fino que ese. Mandé hacer un molde …después yo los compro, cuando hay me gustan, los compro y los tengo ahí.

Yo soy variado. Antes usaba guayabera, me gusta. Lo que pasa es que a veces me ensucio…ahora me visto así, con ropa deportiva, ropa playera. La gente me confunde y me dice el aguayano…porque ando siempre así con camisas floreadas.

Yo me pongo cualquier ropa, la cosa es andar limpiecito, bien presentadito, más que sea con agüita de colonia, porque a uno lo tratan como andan. Porque si usted anda mugroso no lo dejan entrar allá, higiénicamente vende sus cositas.

Notaría, a veces me voy al fórum. Más en la Fiscalía y en la Corte. En la corte yo paso por afuera y el que me conoce me llama y yo le vendo, pero yo no grito jamás.

Yo paso con el maletín y el que me conoce: Dimas qué cargas, dame un expediente, toma un expediente.

Son los pasteles.  Qué cargas ahí de expediente, digo tal cosa. Me dice dame uno. Y todo vale un dólar, el pan de Pascua que vale 6 dólares.

Yo soy panadero, dulcero y rosquero. Yo aprendí gracias a Dios y a mi cuñado que me enseñó, en Manabí, en Pichincha. Aprendí. Mi familia tenía panadería.

Yo aprendí a los 10 años, en horno de leña. Mi familia tenía en ese tiempo panadería en Pichincha (Manabí). Mi hermana y mi cuñado. Mi papá y mi máma fallecieron.

Yo me crié en Pichincha, el Empalme. O sea muchacho anda así, en esos tiempos era de empacadora, pero la profesión de panadero la aprendí en Pichincha. Yo vendía en el río, en Canoa en charol. En todo el puerto, que hace lindero con Guayas, por la represa, antes no había la represa, entonces toda esa gente llegaba al puerto y era feria todos los días. De ahí me cansé y me vine a la ciudad, a los 17 años aquí en Guayaquil.

Me quedé me fui al servicio militar (un año en Arenillas lo hice), regresé y me quedé. Ahí ya no fui más. Me quedé aquí trabajando.  Digamos cuando uno llega de una parte así de un pueblo a una ciudad diferente, hasta que se acople es bien durito. Hay que luchar, si uno no lucha…pero de morirme de hambre no me muero, yo le busco la plata por donde sea.

Del servicio militar salí, me puse a trabajar en La Favorita, de allí trabajé con el Dr. Aníbal González, presidente de la corte, por 16 años, un manaba. En Carchi y Colón tenía una fuente de soda que vendía yogurt, pan de yuca. Ahí entré puertas adentro. Trabajé 6 años ahí y 10 años en la corte. El me llevó a la corte porque puso el bar. Ahí me quedé, me di a conocer. Para mí se me hacía fácil en manejar el charol porque ya tenía la práctica. Ahí para qué, todo bien.

Es que el bar era particular, en ese tiempo el Dr. Herrería me ofreció un puesto de ascensorista, pero como es cuestión de política a veces eso, no se dio. Pero me dejaron trabajar con mis dulces, de ahí aprendí a hacer pasteles. Sí se vendía, porque antes un promedio de 3000 personas entraban a la corte diario, porque estaba Finanzas, la Fiscalía, registro mercantil, registro de propiedad. Entonces era todo: tránsito, todo estaba ahí en la corte. Entonces yo llegaba con mi cartoncito, entraba de piso en piso a ofrecer mis pasteles.

Mi trabajo se relaciona con la justicia, pero nunca tuve problemas con la justicia.

Me enseñé a coger dinero, o sea a trabajar, porque yo me ganaba en ese tiempo 600 pasteles, 800 pasteles me vendía a diario.  A sucre eran 800 sucres, entonces me hacía plata. Yo me hacía un promedio de 200 diarios. Ahorita me gano 40, 50, 30. El día más malo 20 dólares, pero tranquilo.

Bajó las ventas al 60 por ciento. En promedio gano 30 diarios, pero a veces no se gana los 30 porque tengo que dejar fiado. Me dicen no tengo plata, Dimas fiame, te pago a fin de mes.

A fin de mes yo recojo 200, 300, de lo fiado. Hay unos que pagan, hay otros que no. Así son los negocios.

Yo les vendo a los fiscasles, a los jueces. Sí me compran. Le vendo a los presidentes de la corte, cuando he tenido oportunidad de ofrecerle me han comprado, mas que todo mi pan de pascua, pero yo sí le vendo.

No tengo complejo por ese lado, no porque sea presidente. “yo lo que hago es ofrecer mi producto, si le gusta bien.

Yo entro con mi portafolio, Dr. Tengo pastelitos, ya déjate unos pastelitos, tráeme unos panes de pascua.

A la mayoría de los ministros, o sea los anteriores, les he vendido.

A los fiscales, a la mayoría de los fiscales les vendo.

Habían jueces que se reían cuando me veían, no sabían que yo vendía, no faltaba alguien por ahí: Dimas cargas pastel, se comían dos, 3 pastelitos cada uno con una cola.

Yo compro unos juguitos de plus para venderlos. Compro 10 de mañana, a veces 20 de tarde. “El negocio es como la marea, sube y baja”.

Cuando hago las tortillas comienzo a las 7:00. Porque me las dan hechas, cuando hago mis pasteles me levanto a las 5:00. Yo mismo hago la masa, todo. Hago 60 pasteles.

Cuando me voy al complejo del colegio de abogados es que me vendo 150, 200, cuando comienza el campeonato.

El día domingo me voy con 60 pasteles a la piscina.

Ahorita estoy descansando porque acabó el campeonato. Me voy el domingo a la piscina.

Es que no hago nada en mi casa, me aburro. Tengo que buscar, a salir, a trabajar. Estoy acostumbrado a salir, mas que sea aguantando sol o bañándome en la piscina, pero vendo mis pastelitos.

Voy a trabajar a media cuadra en un local donde hago mis pasteles. De allí salgo a las 7:00 y 7:15.

Estoy acá a las 7:30,  depende del tráfico ahorita son 25 para las 8. A esta hora llego a la Fiscalía, todavía no abren, me pongo ahí abajo. Los que van llegando, me van comprando.

“Yo le que hago es decir ya llegué. Sin entrada y sin garante”. Como los almacenes.

Cuando no me compran “ya me voy”  ya no me quieren.

De aquí ya subo al piso 14, voy bajando de piso en piso. Más o menos una hora. De aquí voy a la defensoría de los pobres, en 9 de octubre y malecón, ahí al primer piso, me doy una vuelta. De ahí a Aguirre y Pedro Carbo. Ahí comienzo en el piso 10, asimismo de piso en piso. Si no termino allá, regreso a la Fiscalía. Aquí llego golpe de 10 o 10 y cuarto. Ahí termino, y si no me voy al fórum.

De ahí al mediodía hago mis dulces y vuelvo a salir a las 2 de la tarde.

Con 20 qué hago, sin en comida son 300 dólares mensuales.  Vivo yo y mi señora, claro que se los ayuda poco a poco.

Vivo tranquilo, sin problemas, sin nada.

Tienen su cafetera o su juguito. Al que desea jugo toma su jugo, sino toma café.

Compra para la tarde. Ya tengo hecha la manzana cocinada, voy a sacar la masa, hago los moldes, las empanadas. Las bolitas, la estiro con el rodillo, forma la empanada, la pinta y al horno. Entonces la gente no cree que yo hago eso, piensan que las compra.

Yo soy panadero, lo que no tengo es título. Yo aprendí en horno de leña.

Mi especialidad son los pasteles.

No quiere abrir su propio negocio. Así está bien.  Menos compromiso, ahora para poner un negocio piden un poco de requisitos. Mucho permiso. Hay que invertir, poner empleado.

Si usted quiere progresar en un negocio tiene que trabajarlo usted mismo.

La casa es de su cuñado. Nosotros abajo, él arriba.

Pago agua, luz, teléfono.  Como 100 dólares. Donde tengo mi local si pago.

Yo no vendo al público, lo uso para elaborar mis pasteles, las empanadas, ahí tengo mi horno, las latas, los moldes. Desde que comencé a trabajar. En tres lugares ahí mismo por el sector.

Desde el 90 ahí donde está.

Compró chocolate y 10 huevos.

Ahora estoy esperando que el señor de arriba me abra las puertas para poder entrar.

Todo siempre he vendido los 25 años adentro. En la calle al que me conoce le vendo.

No soy conocido afuera. Soy conocido en las instituciones públicas, en los escritorios, de lo contrario me como la camisa vendiendo afuera.

Cada quien.

Los sabados cuando hay campeonato. Los domingos a piscina llego a las 10 salgo a las 2, me pego mi bañito para sacarme lo negro del cuerpo.

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