Comerciantes que usaron la app Edfali notaron con preocupación un alza del 40% del valor de los productos
Dinero electrónico y el pago vía celulares es la solución en Libia a la falta de efectivo
Beirut.-
Hacer las compras en Libia se convirtió en un verdadero desafío para muchos ciudadanos debido a la falta de efectivo en circulación. Para facilitarles la vida se creó una nueva forma de pago mediante los celulares (dinero electrónico), aunque este sistema no convence a todos.
En este rico país petrolero minado por la violencia desde la caída de Muamar Gadafi en 2011, las rivalidades tribales y políticas fueron un golpe fatal para el ya frágil funcionamiento de las instituciones.
Libia cuenta con dos bancos centrales: uno bajo autoridad del Gobierno de Unión Nacional (GNA), reconocido por la comunidad internacional y con sede en Trípoli y otro controlado por las autoridades rivales, en el este del país. La mayor parte de la población activa trabaja en la función pública. Los funcionarios reciben sus salarios directamente en sus cuentas bancarias, pero debido a la falta de liquidez les es difícil sacarlos a su antojo.
“La gente ya no confía en los bancos. Quieren estar seguros de poder tener suficiente efectivo si ocurre algo y los bancos cierran, o si ya no pueden salir de sus casas”, dice un empleado del banco que pide el anonimato.
En consecuencia, muchos libios dejaron de depositar su dinero en los bancos. Con el correr de los años, los billetes salieron del circuito y nunca regresaron, creando una crisis de liquidez sin precedentes.
El pago electrónico
Los libios pueden hacer fila durante horas delante de su banco, sin tener garantías de poder sacar dinero. Y, si pueden sacarlo, las cantidades son limitadas.
En un país en que los pagos con cheque son raros y las tarjetas de débito son inexistentes, algunos bancos lanzaron un nuevo servicio de pago a través del dinero electrónico.
Por ejemplo, en Bengasi (este), controlada por las autoridades rivales al GNA, el Banco de Comercio y Desarrollo (BCD) propone Edfali (’págame’, en árabe), en tanto que Wahda Bank lanzó MobiCash, ambos métodos de pago a través del celular.
Gracias a una aplicación, comerciantes y consumidores intercambian un código para realizar la transacción. Miles de comercios en el país utilizan ya este modo de pago.
“Ya no tengo que pasar horas esperando para sacar dinero del banco”, cuenta aliviado Said Fayez Fadlalá, de 35 años. “Realmente nos resolvieron un problema”, celebra mientras espera en la caja de un supermercado.
Salem Ali, otro cliente, insiste en esto aunque con algunas reservas. “Es una solución al problema del efectivo para quienes saben controlar” sus gastos. “¡No vamos a tardar en vernos con los bolsillos y las cuentas vacías!”, advierte.
El dinero está bajo el colchón
“Nos dijeron que los precios no cambiarían, pero con Edfali notamos un alza del 40%”, lamenta por su parte Ayman al Obeidi a la salida de otro supermercado.
Algunos comerciantes empiezan también a quejarse. “El banco no respetó sus compromisos. Nos aseguraron que podríamos retirar en efectivo el 25% del monto de las ventas realizadas a través de este servicio, pero no es el caso”, comenta indignado Salá al Aguri.
En su opinión, muchos compañeros comerciantes, entusiastas al inicio, terminaron renunciando a este sistema. Este nuevo método de pago no convenció aún a la mayoría de libios, por lo que siguen esperando el tiempo que haga falta para sacar dinero del banco.
Entre tanto, los fajos de dinares libios siguen pasando de una mano a otra fuera del circuito bancario. Ya sean particulares o comerciantes, una cantidad considerable de libios prefieren guardar su dinero debajo del colchón. (I)
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Huérfanos del EI en Libia reciben un seguimiento
Unos 28 hijos de yihadistas muertos o dados por desaparecidos superan poco a poco los traumas de la guerra en un centro de la Media Luna roja (equivalente a Cruz Roja) en Misrata, oeste de Libia.
Son niños y niñas a los que les gusta estar cerca los unos de los otros, como para protegerse, incluso cuando dan brincos sobre los colchones y juegan en el patio de hormigón. Los mayores cuidan de los pequeños como en una familia.
Hace siete meses, en diciembre de 2016, las fuerzas aliadas al gobierno de unión nacional con sede en Trípoli arrebataron la ciudad libia de Sirte a los yihadistas del Estado Islámico (EI), grupo al que pertenecían los padres de los menores.
Las fuerzas progubernamentales recogieron a estos niños, de distintas nacionalidades, que se encontraban “en un estado físico y psicológico lamentable” a su llegada al centro de alojamiento de Misrata, una ciudad situada a 240 km al oeste de Sirte, explica el portavoz de la Media Luna roja, Ali al-Ghwell.
Durante meses los niños sufrieron los bombardeos y penurias de agua, alimentos y medicinas. Por eso al principio se sobresaltaban por el más mínimo ruido.
A Mohamad, de cinco años, hubo que amputarle el brazo derecho. Ali Ahmad, uno de los voluntarios de la Media Luna, cuenta cómo consiguió, con mucha paciencia, que volviera a sonreír.
Ahora, pese a su muñón, Mohamad corre y salta con sus compañeros en el patio con una sonrisa en la boca antes de lanzarse a los brazos de Alí Ahmad. Los niños reciben un seguimiento médico-psicológico. (I)