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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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La desigualdad social aún impera en Sudáfrica

Una adolescente camina junto a una hoguera para mantener calientes a las familias desahuciadas después de que la Policía las desalojara de una propiedad en Johannesburgo, en junio de 2014.
Una adolescente camina junto a una hoguera para mantener calientes a las familias desahuciadas después de que la Policía las desalojara de una propiedad en Johannesburgo, en junio de 2014.
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Con celebraciones por todo el país y la vista puesta en los comicios del próximo 8 de mayo, Sudáfrica conmemoró ayer el aniversario 25 de sus primeras elecciones democráticas, que sepultaron la segregación racial del “apartheid” y convirtieron en presidente a Nelson Mandela.

“En este día, hace 25 años, fundamos un nuevo país como sudafricanos”, manifestó el actual presidente Cyril Ramaphosa, durante el principal evento conmemorativo en Makhanda.

Los comicios de 1994 se realizaron entre el 26 y 29 de abril (aunque el aniversario oficial se celebra cada 27, bautizado “Día de la Libertad”).

Atrás quedaban cuatro años de difícil transición y miles de muertos por la violencia política, además de serias dudas sobre si el país no estallaría en una guerra civil.

Durante casi algo más de cuatro décadas (desde 1948), el apartheid, que significa “separación” en el idioma afrikáans, había funcionado como una maquinaria opresiva pensada para mantener el “statu quo” de la minoría blanca que controlaba el país, herencia de la colonización holandesa y británica.

La segregación condenaba a la población negra a una educación degradada, a vivir hacinada en guetos, a entrar a edificios públicos por puertas diferentes o a usar medios de transporte segregados, entre otras limitaciones.

El apartheid regulaba los aspectos de la vida, incluso las relaciones sentimentales interraciales, que estaban prohibidas. También impedía votar a la población africana.

Eso terminó aquel abril de 1994, cuando Mandela se anotó la victoria electoral y asumió la presidencia del país con un 62,65% de apoyo.

“Estaba todo en nuestras manos. Si elegíamos la paz y elegíamos un nuevo camino hacia la democracia conseguiríamos llegar. Pero si elegíamos quedarnos atrapados en esas batallas y en la destrucción de nuevo, no íbamos a llegar a un Estado democrático”, detalló Luzuko Koti, director de Comunicación de la Fundación Nelson Mandela.

No obstante, pese al cuarto de siglo transcurrido, la “nación arcoíris” está aún lejos de cumplir los sueños con los que fue a las urnas en 1994.

La Sudáfrica actual es una de las naciones más desiguales del mundo, con tasas de pobreza superiores al 50%, y la corrupción extendida por todo el aparato público -sobre todo durante el mandato de Jacob Zuma (2009-2018)-, que mina tanto la confianza de los ciudadanos en las instituciones como la de los inversores extranjeros.

 El expresidente Frederik Willem de Klerk, último presidente del “apartheid”, que facilitó la caída de ese sistema, lamentó el “éxito parcial” de la democracia multirracial en el país.

 “Hay temores de que algunas de las premisas en las que se basó nuestra nueva sociedad estén en peligro de desmoronarse”, advirtió De Klerk.

El crecimiento económico, pese a que Sudáfrica es la nación más industrializada del continente africano, se mantiene débil (0,8 % en 2018) y los servicios estatales -desde la educación a la electricidad- son deficientes.

El desigual reparto de la tierra, mayoritariamente aún en manos blancas, y el elevado desempleo (27%), son otros de los factores que acrecientan las grietas socioeconómicas del país.

“No podemos ser una nación de gente libre cuando muchos viven aún en la pobreza, (...) sin suficiente alimento, sin un techo”, reconoció el presidente sudafricano Ramaphosa. (I)  

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