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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El asesino de once niños en Río de Janeiro dejó instrucciones para su entierro

El pistolero que asesinó hoy a once alumnos de una escuela de Río de Janeiro y luego se suicidó dejó una carta con instrucciones para su entierro en la que pide que su cuerpo no sea tocado por "impuros" sin usar guantes y da muestras de fanatismo religioso.

La carta fue encontrada por la policía en uno de los bolsillos de Wellington Menezes de Oliveira, de 23 años, que fue alumno de la escuela pública Tasso da Silveira, situada en el barrio humilde de Realengo (oeste de Río de Janeiro) y convertida hoy escenario de una matanza sin precedentes en Brasil.

En la misiva, divulgada por la policía, el homicida pide que un "fiel seguidor de Dios" visite su sepultura al menos una vez para que le pida perdón por lo que él hizo y solicita que su casa sea donada a alguna sociedad que cuide de animales abandonados.

También da instrucciones para que su cuerpo sea "lavado" y preparado para el entierro y para que no sea tocado por "impuros" y que sólo lo hagan "los castos o los que perdieron su castidad después del matrimonio y no se involucraron en adulterio".

Igualmente da indicios de la premeditación del crimen al avisar que quiere ser enterrado envuelto sólo en una sábana blanca que él mismo dejó dentro de una bolsa "en la primera sala del primer piso".

Pese a que voceros oficiales dijeron inicialmente que Menezes de Oliveira había hecho menciones en su carta al Islám y a que estaba infectado con el virus del sida, en la misiva mostrada a la prensa no hay tales referencias.

Una hermana adoptiva del homicida admitió en declaraciones a una radio que el joven solía hablar de "cosas de musulmanes" y aseguró que era "muy reservado", al punto de vivir solo y de salir poco de su casa, en donde permanecía todo el tiempo frente a un ordenador.

La mención sobre el sida fue hecha por el subalcalde de la zona oeste de Río de Janeiro, Edmar Teixeira, en declaraciones que concedió a periodistas tras visitar la escuela.

El pistolero, huérfano de padres adoptivos y sin antecedentes criminales, entró a la escuela en la que estudió de 1999 a 2002 asegurando que era un conferenciante que iba a participar en un seminario que estaba previsto en el centro educativo, donde en ese momento había unos 400 alumnos.

Después subió al segundo piso y comenzó a disparar con dos revólveres calibre 38, que llegó a recargar varias veces, contra los escolares que estaban comenzando las clases del día.

Además de las diez niñas y de un niño de edades entre 12 y 14 años que murieron por disparos en la cabeza y el tórax, otros trece menores quedaron heridos, cuatro de los cuales de gravedad.

La tragedia no fue mayor porque una patrulla de la Policía Militarizada que estaba próxima a la escuela y fue llamada por uno de los adolescentes heridos llegó hasta el lugar antes de que el asesino subiera al tercer piso.

Tras pedirle en vano que se rindiera, los policías le dispararon en las piernas para inmovilizarlo, pero el asesino se suicidó de un tiro en la cabeza cuando ya estaba caído en el piso.

Oliveira también pide ser enterrado al lado de la sepultura de su madre y la "visita de un fiel seguidor de Dios (...) por lo menos una vez".

"Necesito que ore y pida el perdón de Dios por lo que hice", escribió.

Al justificar el deseo de que su vivienda sea cedida a una institución que cuide de animales abandonados asegura que ninguno de sus familiares la necesita y que los animales precisan de "mucha más protección y cariño que los seres humanos, que poseen la ventaja de comunicarse y de trabajar para alimentarse".

 

 

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