Ecuatoriana lidera red que defiende a inmigrantes en EE.UU.
Habla castellano con acento extranjero, pero nació en Quito hace 33 años. Sus padres la embarcaron a ella, con 13 años, y a su hermano, rumbo a Nueva York. La familia se instaló en Queens para seguir el sueño americano. En la Gran Manzana, su papá lava autos en un parqueadero; su mamá es niñera.
Cristina Jiménez, fundadora de la organización United We Dream, es una de las 100 personas más influyentes del mundo en el 2018, según la revista estadounidense Time.
Ella es la cabeza de una red de 400.000 jóvenes que defienden los derechos de inmigrantes y luchan contra las deportaciones en el país de Abraham Lincoln.
Jiménez y su agrupación fueron el punto de partida de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), un programa firmado por el expresidente de EE.UU., Barack Obama, en el 2012.
El DACA protege a los indocumentados que arribaron a esa nación cuando eran menores de edad. La ecuatoriana conversó vía telefónica con diario EL TELÉGRAFO sobre ese tema.
¿Por qué sus padres decidieron ir a Nueva York?
Mi madre era peluquera en un salón de belleza. Dejó de trabajar para cuidar a mi hermana que tenía cáncer. Ella murió. Mi padre tuvo varios trabajos en seguridad, el último fue como guardia de uno de los bancos que cerró. Mis papás decidieron ir a Nueva York para tener una vida mejor y para darnos la oportunidad de educarnos, que ellos no tuvieron en Ecuador. En EE.UU. mi padre era albañil, pero ya no consigue trabajo por la edad.
¿Cómo han vivido estos 20 años en Estados Unidos?
Hemos trabajado muy duro y sin documentos. Nos dimos cuenta de las diferencias que hay para los inmigrantes y los que no son blancos. También vivimos la explotación laboral y ese miedo a la deportación y a la discriminación. Pero, ahí está el valor de mis papás. Gracias a ambos fui la primera en la familia en ir a la universidad. Me gradué en Ciencias Políticas y Negocios y tengo un masterado.
¿Cuál fue su inspiración para fundar United We Dream?
A los 16 años y en el colegio me enteré que no podía estudiar en la universidad porque era indocumentada. Entonces, organicé grupos comunitarios de jóvenes inmigrantes que estaban indocumentados. Empezamos a luchar por nuestros derechos y en contra de la discriminación, por la justicia y la dignidad.
En el 2008 creamos la red nacional de jóvenes y de familias de inmigrantes más grande del país, en 18 estados. Trabajamos en campañas y con abogados que son aliados y nos ayudan. Somos un movimiento vibrante, efectivo y muy visible. Y hemos logrado cambiar leyes en el Estado de Nueva York.
El gobierno de Donald Trump tiene una política antiimigrante.
Hace dos años comenzó la campaña presidencial de Trump y se incrementó el odio racial. Hoy el Gobierno ataca a los inmigrantes y los deporta día a día. Dice que somos una amenaza para la seguridad nacional. Ha creado un clima de terror en las comunidades de extranjeros sin papeles.
En esa coyuntura, ¿cómo recibió el reconocimiento de la revista Time?
Fue muy importante, me sorprendió y llenó de mucho orgullo porque es el reconocimiento a mis padres y a otros inmigrantes. También a los jóvenes que con valor luchan por sus familias.
Pero las deportaciones siguen y superan las cifras del expresidente Barack Obama.
Hay 3 millones de jóvenes indocumentados, un millón estaba protegido por el programa DACA, pero en septiembre de 2017 Trump acabó con él y la cifra de deportaciones es cuatro veces mayor que en el gobierno de Obama. Hablamos de miles de personas impactadas por políticas antiinmigrantes.
¿Cuáles son los mecanismos de expulsión?
Hay muchas maneras para deportar. El equipo de agentes de migración es el más grande en el país. Tiene muchos recursos y va a las escuelas, a los colegios, a las iglesias, a las casas. También colabora mucho con los policías locales. Un policía te puede parar por una infracción de tráfico y enseguida llama a un agente de migración.
Por ejemplo, a Dennis, mexicano, le pegaron sus compañeros y él reportó el ataque a la policía. Ellos, en vez de ayudarlo, llamaron a los agentes migratorios y lo enviaron a la cárcel. Pero, como es parte de nuestra organización, luchamos y evitamos su deportación.
¿Ahora los jóvenes tienen miedo de ir a los colegios?
Hay mucho miedo y trauma emocional en la comunidad de inmigrantes. Los jóvenes y los niños sufren y están impactados por esas medidas y la política racista de Trump. Él dijo la semana pasada que los inmigrantes éramos animales, no humanos. Eso traumatiza a los chicos, que caen en depresión y tienen ataques de ansiedad.
Pero, al mismo tiempo, vemos su valor porque se involucran en la organización. Hemos decidido no regresar a las sombras y seguir en la lucha. Ahora la red es más fuerte y grande. Hicimos una campaña federal para proteger a los jóvenes de la deportación y más de 10.000 se adhirieron, incluso de Alaska y Dakota. Vemos el activismo, la lucha y la esperanza.
¿Cómo su red frena las expulsiones ?
Hemos parado más de 400 deportaciones. Sabemos eso porque la comunidad viene a nuestras oficinas o nos llaman por teléfono para pedir ayuda. Cuando las familias se comunican con nosotros trabajamos inmediatamente, avisamos a los abogados y a los legisladores, demócratas y algunos republicanos, que nos apoyan en el trabajo.
¿El Gobierno ecuatoriano puede hacer algo por los expulsados?
Sí, muchas cosas. Una es facilitar el apoyo cuando hay ecuatorianos en proceso de deportación. En Nueva York tenemos varios casos y se necesita mucha colaboración de los consulados para pelear y ganar.
La segunda cuestión es ayudar a los expulsados para que no les dejen en las cárceles porque hay abuso físico y psicológico. Allí no tienen ninguna supervisión y se violan sus derechos.
El Gobierno puede pedir que esos ciudadanos detenidos regresen a Ecuador lo más pronto posible. Y cuando llegan al país tienen que apoyarlos para que los jóvenes estudien y sus padres trabajen, así se reintegran en la sociedad.
¿Cuál es su estatus migratorio?
Estoy casada con Walter, de Guatemala, a quien conocí en la lucha. Nos robaron en la calle y nos beneficiamos de la visa U, que es para las víctimas de ataques callejeros. A través de ella pude aplicar para la residencia permanente aprobada en 2014. Pero no he podido ayudar a mis padres que siguen indocumentados. (I)
Cristina Jiménez
Se graduó en Ciencias Políticas y Negocios en Queens College. Obtuvo la máxima calificación. Además, es Máster en Análisis Político y Administración Pública por Baruch College.
En 2008 fundó la organización United We Dream, que es la más grande de Estados Unidos, con 400.000 jóvenes y sus familias.
En 2017 también recibió la beca de la fundación John D. y Catherine T. MacArthur por su liderazgo para ayudar a los inmigrantes indocumentados. (I)