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Cristina Fernández, la presidenta sin rival político

Cristina Fernández, la presidenta sin rival político
19 de octubre de 2011 - 12:20

"Hacen falta cuarenta millones de locos para cambiar la historia". Esta frase de campaña resume el espíritu que ha llevado a la presidenta argentina, Cristina Fernández, a consolidar su liderazgo y contrarrestar a la oposición en el proceso electoral que culminará el domingo.

Con una gran experiencia política, Cristina Elizabet Fernández, la primera mujer elegida en las urnas para gobernar Argentina, ha ejercido la soledad en el poder con estilo propio y sin traicionar la imagen de su esposo y antecesor en el cargo, Néstor Kirhcner, fallecido en octubre del pasado año.

Si se confirma el triunfo anunciado por las encuestas, esta abogada de 58 años que llegó a la Presidencia en 2007 para suceder a su marido tras dos décadas de carrera política como diputada y senadora, va camino de liderar el periodo peronista más largo en el poder -doce años desde el triunfo de Kirchner, en 2003-, superando incluso al general Juan Domingo Perón.

Cuando falleció Néstor Kirchner, muchos pensaron que Cristina tenía los día contados al frente del Gobierno y que el Partido Justicialista (PJ, peronista), poco acostumbrado a liderazgos femeninos, terminaría por poner límites a su carrera política.

Sin embargo, demostró que tenía muy claros sus objetivos, se rodeó de un reducido grupo de fieles colaboradores y marcó muy bien su estrategia: bajar el tono de confrontación que desgastó a Kirchner y consolidar lo que los kirchneristas llaman el "modelo" iniciado por el expresidente.

De riguroso luto desde que enviudó y con un mensaje conciliador, Fernández ha sabido vencer la resistencia de la clase media urbana para barrer literalmente en las primarias del pasado agosto, con un 50,24 por ciento de votos y 38 puntos de ventaja sobre su más cercano adversario.

En 2007, cuando sucedió a su marido en la Presidencia, con un 45,29 por ciento de votos, casi el doble de lo que había obtenido Kirchner en 2003, tenía una imagen positiva del 52 por ciento.

Un caudal que desperdició en apenas un año en conflictos estériles manejados por Kirchner, como su enfrentamiento con las patronales agrarias, que amenazaron incluso su legislatura.

Pero, una vez sola en el poder, la presidenta ha sabido evitar el conflicto y ganar en popularidad con una imagen menos soberbia y más cercana, incluso frágil.

"No puedo hacerlo sola, necesito ayuda", reconoció emocionada en una de sus intervenciones poco después de la muerte de Kirchner.

Desde entonces, ha aprovechado la bonanza económica que vive Argentina, con el crecimiento más alto de América Latina, y ha mantenido un discurso con tintes populistas que no le ha impedido iniciar negociaciones con organismos financieros internacionales y hacer guiños a los empresarios.

Ni siquiera las noticias sobre el crecimiento desmesurado de su fortuna personal o la falta de respuesta de su gobierno ante dos de los problemas más graves del país, la inflación y la inseguridad, ha perjudicado su imagen.

Con mano firme, ha retirado del camino a colaboradores molestos y ha apartado prudentemente de escena a personajes polémicos, como el poderoso líder sindical Hugo Moyano o la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, ante la investigación en curso por el fraude detectado en su Fundación.

Sus enemigos políticos han sido anulados, como el vicepresidente Julio Cobos, quien llegó a coquetear con la idea de sustituirla tras enfrentarse al Gobierno en el conflicto con el campo y que ahora busca una ocupación para su retiro, o la opositora Elisa Carrió, que fue su adversaria en las elecciones de 2007 y hoy no llega ni al 3 por ciento de apoyo entre los votantes.

Uno de los factores decisivos en este cambio radical ha sido, sin duda, la muerte de Néstor Kirchner, su "compañero de vida".

Hija de un matrimonio de clase media, conoció a Kirchner en la universidad y se casó con él en 1975, tras seis meses de noviazgo, cuando ambos coqueteaban con la militancia en las Juventudes Peronistas.

Tras el golpe de Estado de 1976, la pareja se afincó en Río Gallegos, ciudad natal de Kirchner, donde el expresidente inició su carrera política, primero como intendente, después como gobernador de Santa Cruz y finalmente como presidente de Argentina.

Aunque nació en La Plata, en la provincia de Buenos Aires, Fernández considera que Río Gallegos y El Calafate -la turística localidad patagónica donde falleció Kirchner de un paro cardiaco-, son su "lugar en el mundo".

En Río Gallegos tiene su residencia familiar, allí nacieron sus hijos -Máximo de 34 años, y Florencia de 21-, y allí se levanta un gran mausoleo en homenaje a Néstor Kirchner.

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