Turquía comenzó a multiplicar los controles a las embarcaciones
Crisis de los migrantes continúa en Europa
La noche cae sobre la costa turca y los turistas invaden los bares mientras decenas de personas se lanzan al mar Egeo en un último reducto de esperanza: grupos de migrantes, adultos y niños, intentan desesperadamente llegar a Grecia.
En la oscuridad de esta noche de verano, varias personas surgen del bosque en Bodrum (este de Turquía) con unos míseros botes y remos bajo los brazos en dirección al mar, antes de empezar a amontonarse con sus chalecos salvavidas para subir a las embarcaciones.
Diez minutos después de la primera embarcación parte una segunda, con un grupo de migrantes a bordo, y después una tercera. Es un baile minuciosamente orquestado por los traficantes de personas, que guían con sus antorchas a las almas que vagan por el mar.
Desde principios de año, varios refugiados que huyeron de la guerra de Siria o del caos de Afganistán intentan hacer esta travesía nocturna entre Turquía y las islas griegas.
Bodrum, hasta ahora conocido por sus movidas noches y los bares y hoteles que los turistas extranjeros asaltan cada verano, es testigo del incesante tráfico de estas paupérrimas embarcaciones.
A apenas 5 kilómetros de las playas turcas se encuentra uno de los El dorado de los migrantes: la isla griega de Kos, la primera puerta para entrar a Europa.
A pesar de los riesgos y de la fragilidad de los botes neumáticos, los traficantes empezaron a usarlos para llegar a las islas griegas cuando Turquía comenzó a multiplicar los controles a los buques de carga que solían usar los traficantes para llevar a los migrantes hacia las costas italianas, según la Organización Internacional para las Migraciones.
En 7 meses, unas 124.000 personas llegaron así a Grecia, lo que supone un 75% más que en 2014. Muchos solo piensan en partir hacia cualquier otro lugar de Europa. (I)