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Cientos de libios hacen fila para ver el cuerpo de Gadafi en Misrata

Cientos de libios hacen fila para ver el cuerpo de Gadafi en Misrata
23 de octubre de 2011 - 00:00

Misrata / Libia.-

Desde ayer, cientos de libios hacen fila en la improvisada morgue de Misrata para observar, aunque sea por pocos segundos, el cadáver del otrora hombre fuerte del país, Muamar el Gadafi.

El viernes, tras la oración, miles de personas desfilaron en lo que conocen como el “mercado tunecino” de Misrata, un lugar en el que en tiempos de paz se vendían toda clase de productos. Allí, en medio de un olor a carne putrefacta (“procedente de las carcasas de pollos que se descomponen en una basura”, según un guardia), se encuentra la siniestra cámara fría  en la que han ubicado el cuerpo del ex dictador.

El espectáculo es sórdido. En una atmósfera glacial, sobre un suelo metálico, yacen los cadáveres rígidos y amarillos, con manchas de sangre seca, de Gadafi y de su hijo Muatasim, uno junto al otro, sobre unos colchones sucios, recubiertos con mantas de color que esconden supuestas mutilaciones. Solo se observan las cabezas, el resto del cuerpo está disimulado.

Muatasim está con los ojos y la boca abiertos, pero su padre los tiene cerrados. Los curiosos llegan de todas las zonas de Misrata y también de Trípoli o Zliten (oeste), entre otros lugares.

Algunos representantes de las nuevas autoridades también se acercaron por allí el viernes, como el número dos del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mahmud Jibril, y ayer estaba prevista la visita del jefe del consejo militar de Trípoli, Abdelhakim Belhadj.

Al mediodía, cientos de personas hacían cola ante las puertas del mercado, que se abren cada cierto tiempo para dejar pasar a los visitantes a cuentagotas. Sadik, que rechaza dar su apellido, tiene 60 años. Tenía 18 cuando el dictador se hizo con el poder en 1969. “Toda mi vida de adulto la he vivido con este sucio tipo, este ... (Sadik lanza una sarta de insultos) Pero está muerto y soy feliz”, dice riendo.

En medio de los edificios de hormigón del mercado  se forma una nueva fila ante la cámara fría. Solo se admite en su interior a cuatro o cinco personas a la vez. Los guardias les instan a tomar rápidamente algunas fotografías y a dejar su lugar a los siguientes. Algunos posan para la foto, otros observan en silencio.

Mustafá Araibi, de unos 40 años, sale de la cámara frigorífica con cinco niños de edades comprendidas entre los 6 y los 12 años. Son sus hijos y los de su hermano. “Me quedé conmocionado cuando se anunció la noticia. La gente me decía que Gadafi había muerto, pero yo no lo he creído hasta que lo he visto”, cuenta. Su hijo Ezedin, de 12 años, se hace el valiente: “Tenía ganas de golpear a Gadafi, pero no me dejaron. No tuve miedo, estaba contento de verlo”.

Su hermano pequeño Mohamed, de 6 años, admite en voz baja que tuvo “miedo”, pero añade que está contento porque “la guerra se ha acabado”.

Ibrahim Mujtar Abdalá, de 42 años, abandona el lugar sacándose la mascarilla que entregan los guardias. “Vine para ver a mi enemigo muerto y para estar seguro. Hace 42 años que vivía en un océano de mentiras. Quería estar seguro”. El jueves, cuando se anunció la muerte de Gadafi, reconoce que se alegró. “Pero me acuerdo de lo que nos han hecho. He visto a muchos jóvenes muertos. Los Gadafi nos han asesinado, bombardearon nuestras ciudades”.

Las autoridades de Misrata desean enterrar a Gadafi en un sector  secreto, para evitar que en el futuro se convierta en un lugar de peregrinación de los seguidores del dictador. Probablemente este sábado se celebre una reunión para tomar la decisión.

También anunciaron que no se le practicará autopsia al cadáver del ex dirigente, pese a los pedidos internacionales de esclarecer la forma como murió.

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