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Los países que abastecen al narcotráfico y devastan el medio ambiente profesan esta religión

"Brasil es un país de matriz cristiana"

Brasil es un país mayoritariamente católico, aunque su población es muy diversa.
Brasil es un país mayoritariamente católico, aunque su población es muy diversa.
Foto: Foto Católico
05 de abril de 2016 - 00:00 - Tomado de Adital

El cristianismo, en su versión católica, llegó a Brasil del brazo con el proyecto colonizador portugués. Integrarse a la civilización, tal como lo entendía la península, era hacerse cristiano. Esta fue la obsesión misionera de Anchieta: anular las convicciones religiosas de los pueblos originarios de la tierra brasilis, consideradas idólatras, para introducir el cristianismo según la teología europea occidental, en clara agresión a la cultura indígena.

Los colonizadores trajeron a los africanos como esclavos. Estos tenían que someterse al bautismo para entrar en el infierno aquí en la Tierra, con la promesa de que, si eran dóciles a la voluntad y a los perversos caprichos de los blancos, habrían de merecer el paraíso celestial como recompensa. En las barracas de los esclavos se predicaba a Jesús crucificado para que se resignaran a los sufrimientos atroces, y en las casas-hacienda al Sagrado Corazón para que abrieran sus cofres a las obras de la Iglesia.

La flauta y la hostia consagrada

A comienzos del siglo 20 un sacerdote destinado a catequizar una aldea del Xingu quedó indignado al constatar que el ritual religioso se centraba en una flauta tocada por el chamán y cuya música establecía la conexión con el Transcendente. Encerrados en sus cuartos, las mujeres y los niños tenían prohibido asistir a la ceremonia.

Escoltado por soldados, el misionero trajo la flauta al centro de la aldea, hizo venir a las mujeres y a los niños y, ante todos, rompió el instrumento musical, rechazado como idolátrico, y predicó sobre la presencia de Dios en la hostia consagrada.

Ahora bien, ¿qué impide que un grupo indígena ingrese en el templo de Candelaria, abra el sagrario, rompa las hostias consagradas y las tire al suelo? Solo la falta de una escuela suficientemente dotada.

Fe y política

Nosotros, los occidentales, desacralizamos el mundo o, como prefiere Max Weber, lo desencantamos. Hasta el punto de decretar la muerte de Dios. Si abrazamos paradigmas tan cartesianos, felizmente en crisis, eso no es motivo para ‘romper la flauta’ de los pueblos que toman en serio sus raíces religiosas.

Hoy se equivoca el Oriente por ignorar la conquista moderna de la laicidad de la política y de la autonomía recíproca entre religión y Estado. Y yerra el Occidente por ‘sacralizar’ la economía capitalista, endiosar la ‘mano invisible’ del mercado y desdeñar las tradiciones religiosas, pretendiendo confinarlas a los templos y a la vida privada.

Los orientales se equivocan por confesionalizar la política, como si las personas se dividiesen entre creyentes y no creyentes (o adeptos a mi fe y los demás). Cuando la línea divisoria de la población mundial es la injusticia que margina a 4 mil de los 7 mil millones de habitantes.

A su vez los occidentales caen en el grave error de pretender imponer a todos los pueblos, por la fuerza y por el dinero, su paradigma civilizatorio fundado en la acumulación de la riqueza, en el consumismo y en la propiedad privada por encima de los derechos humanos.

Un cristianismo a imagen y semejanza del capitalismo

Muchos de nosotros, presentes en esta sala de la Academia Brasileña de Letras, somos hijos e hijas del siglo 20 y nacimos en familias católicas. Fuimos bautizados y crismados, hicimos la primera comunión, aprendimos a rezar y a tenerles devoción a los santos y santas.

Ese cristianismo casaba perfectamente con la moral burguesa que divorciaba lo personal de lo social, lo privado de lo público. Era pecado el masturbarse, pero no el pagar un salario injusto a la empleada doméstica recluida en la casa en un cuartucho irrespirable, desprovista de derechos laborales y obligada a desempañar múltiples tareas. Era pecado faltar a misa los domingos, pero no el impedir a una niña negra el asistir al colegio religioso de los blancos. Era pecado tener malos pensamientos, pero no el gastar en licor en una noche lo que el mesero que servía no ganaba en tres meses de trabajo.

Como señaló Max Weber, el cristianismo dotó de espíritu al capitalismo. Hay que tener fe en la mano invisible del mercado, así como se cree en el dios que no se ve. Hay que estar convencido de que todo depende de méritos personales y que la pobreza es resultado de pecados capitales, como la pereza y la lujuria. Hay que tener presente que son muchos los llamados, pero pocos los elegidos para disfrutar, ya en la Tierra, las alegrías que el Señor promete a los escogidos en las mansiones celestiales…

No fue el cristianismo el que convirtió al Imperio romano en la época de Constantino. Fueron los romanos quienes convirtieron a la Iglesia en potencia imperial. De igual modo, no fue el cristianismo el que evangelizó a Occidente, sino que fue el capitalismo occidental el que lo impregnó del espíritu de usura, de individualismo, de competitividad. ¿Y qué es lo que la historia exhibe como resultado?

Todas las naciones esclavistas de la modernidad eran cristianas. Eran cristianas las naciones que promovieron el genocidio indígena en América Latina. Es cristiano el país que cometió el mayor atentado terrorista de la historia al calcinar a miles de personas con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Eran cristianos los gobiernos que desencadenaron las dos grandes guerras del siglo 20. Ostentaban el título de cristianas las dictaduras que, en el siglo pasado, proliferaron en América Latina, patrocinadas por la CIA. Cristianos son los países que más devastaron el medio ambiente. Como son cristianos los que producen más pornografía y abastecen el narcotráfico. Y son cristianas muchas naciones, como Brasil, en las que se torna insultante la desigualdad social.

¿De qué diablos de cristianismo estamos hablando? Ciertamente no del que reflejaría en la práctica los valores proclamados por Jesucristo.

¿Jesús vino a fundar una religión?

Fuimos educados en la idea de que Jesús vino a fundar una religión o una Iglesia. Eso no concuerda con lo que dicen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, principales fuentes sobre la persona de Jesús.

En todos esos evangelios la palabra Iglesia (ecclesia, en griego) solo aparece dos veces, y solo en el evangelista Mateo. Y esos evangelios constatan que Jesús fue crítico severo de la religión vigente en la Palestina de su tiempo, para lo cual basta con leer el capítulo 23 de Mateo.

La expresión Reino de Dios (o reino de los cielos en Mateo) aparece más de cien veces en boca de Jesús. El teólogo Alfred Loisy decía que Jesús predicó el Reino, pero lo que llegó fue la Iglesia…

Jesús vivió, murió y resucitó en el reino de César, título dado a los primeros once emperadores romanos. Desde el año 63 antes de nuestra era Palestina estaba sometida al dominio del Imperio romano. Era una simple provincia fuertemente controlada política, económica y militarmente desde Roma. Toda la actuación de Jesús se dio bajo el reinado del emperador Tiberio Claudio Nero César, que permaneció en el poder desde el año 14 al 37. La Palestina en la que vivió Jesús estaba gobernada por autoridades nombradas por Tiberio, como el gobernador Poncio Pilatos (que, curiosamente, quedó inmortalizado en el Credo cristiano) y la familia del rey Herodes.

Predominaba allí una sociedad tributaria dirigida por un poder central mantenido por los impuestos cobrados al pueblo, tanto el de las comunidades rurales como el de las ciudades.

Por tanto, hablar de otro reino, el de Dios, dentro del reino de César, equivaldría hoy a hablar de democracia en tiempo de dictadura. Lo cual explica el porqué todos nosotros, cristianos, somos discípulos de un prisionero político. (I)

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