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La jefa de Estado creó ese ministerio en 2007. el país lanzó su segundo satélite de comunicaciones en octubre

Barañao: "Lo que se hizo en Ciencia fue en gran medida gracias a ella (Cristina)"

El ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, condicionó su permanencia en el cargo a mantener el mismo personal y apoyo presupuestario. Foto: Linkie.com.ar
El ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, condicionó su permanencia en el cargo a mantener el mismo personal y apoyo presupuestario. Foto: Linkie.com.ar
07 de diciembre de 2015 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Buenos Aires

Al final no todo estaba tan mal en Argentina, como se empeñó durante años en sentenciar la oposición y los medios tradicionales. Uno de los miembros del futuro gabinete del presidente electo, Mauricio Macri, será Lino Barañao. Su nombre no dice mucho más allá de las fronteras del país austral. Pero su cargo lo dice todo: es, desde el 2007, ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación. Y seguirá en su puesto una vez que la mandataria Cristina Fernández de Kirchner deje el poder el 10 de diciembre.

Macri, aun antes de ganar el balotaje, había mudado su acérrimo discurso opositor aceptando que mantendría lo bueno que hizo el “kirchnerismo” en 12 años de gestión, mencionando políticas de inclusión social y las nacionalizaciones de empresas como Aerolíneas Argentinas y Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), así como el sistema de jubilaciones y pensiones. Pero fue más allá. Tras ganar al balotaje del 22 de noviembre, le dio una “misión imposible” a su designado jefe de gabinete, Marcos Peña: convencer a Barañao para que siguiera en un ministerio que le cambió la cara al mundo científico argentino.

Cuentan en los pasillos del ministerio que Barañao se sorprendió con una propuesta que no esperaba. Acababa de vaciar su oficina cuando recibió el llamado. No dijo que sí ni que no. Y supeditó todo a la opinión de la presidenta.

La jefa de Estado, que creó ese ministerio en el 2007, “sin dudar dijo que tenía que aceptar” bajo la condición de que “se mantuviera la planta de personal y el apoyo presupuestario. Si Cristina me decía que no, hubiera declinado. Por una cuestión de lealtad personal. Lo que se hizo en Ciencia fue en gran medida gracias a ella. Me eligió como ministro, me apoyó durante toda esta gestión. Lo que se hizo fue algo conjunto. Ella tenía todo el derecho a opinar”, contó Barañao.

El ministro entonces se reunió con Macri y aceptó la propuesta. “Mi designación implica un compromiso de apoyo a la ciencia por parte del presidente electo. Marca un cambio en la actitud política y fue uno de los motivos que me llevó a aceptar este ofrecimiento, que fue intempestivo. Yo ya había desalojado mi oficina”, agregó.

Su ratificación se debió, según el ministro, al “éxito de una gestión que fue posible por un apoyo continuo durante estos 12 años” de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. "Sentí la obligación ética de salvaguardar algo que es un bien de toda la sociedad. Se ha valorado lo logrado, que fue por la continuidad. Creo que deben haber considerado que hacer cambios en este momento podía ser lesivo a la continuidad de este proceso y podría comprometer algunos de los logros”, expuso.

Macri entonces le dio “la bienvenida al equipo de trabajo, dijo que esperaba que me integrara y que hubiera resultados y que para ello iba a tener todo el apoyo necesario. Le agradecí la confianza y me comprometí a mantener el rumbo”, señaló Barañao.

El mundo científico argentino vive hoy su época dorada. Muy lejos quedó la frase “los científicos que se vayan a lavar los platos!” pronunciada en 1994 por el entonces superministro de Economía, Domingo Cavallo, para justificar recortes presupuestarios ante el avance del neoliberalismo en Argentina, que iba barriendo con todas las estructuras del Estado a favor del libre mercado.

 Los científicos veían como se cerraban las puertas. Y tras la crisis del 2001, que se saldó con una veintena de muertos y un país quebrado, miles de ellos emigraron al exterior. El país austral –el único en la región con tres premios Nobel en Ciencias- se quedaba sin su mejor “materia gris”.

Pero todo cambio a partir del 2003 con la asunción de Kirchner. “Desde el 2003 tenemos un Estado que apostó a la soberanía tecnológica y, en palabras de la presidenta, a la autonomía científica. Esto se vio reflejado, por ejemplo, en el crecimiento del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), adonde en 12 años pasamos de 3.000 a 10.000 investigadores; de 1.800 a 10.000 becas; de 100 a 250 institutos; de un presupuesto de 260 millones, a una ejecución este año de más de 6.000 millones” de pesos (de 26 a 600 millones de dólares), resume el presidente de ese organismo, Roberto Salvarezza.

Y agrega: “si uno mira los logros tecnológicos de los últimos tiempos verá que se involucró a múltiples ministerios. Cuando uno piensa en la tecnología aeroespacial, piensa en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE); cuando uno piensa en los avances en materia nuclear, piensa en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA); o en ambos casos en el (instituto estatal) INVAP asociado a ellas. Si nos quedamos en el CONICET y vemos la tecnología vegetal, estamos hablando de los desarrollos de (la científica) Raquel Chan (como la soja tolerante a la sequía), y ella trabajó con la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA) y la Universidad Nacional del Litoral. Entonces todos los desarrollos que tienen que ver con la soberanía tecnológica no pasan por un solo ministerio, sino por políticas transversales”, dice Salvarezza al diario Tiempo Argentino.

Los éxitos del ministerio de Ciencia y Tecnología son reconocidos hoy en todos los ámbitos. El Plan Raíces, un proceso de conexión con los científicos argentinos residentes en el exterior para lograr su repatriación, comenzó en el 2003. Diez años después, se presentó en sociedad a la científica Verónica Perera, la número mil en ser repatriada. Y el flujo se mantiene constante, revirtiendo la “fuga de cerebros” que impulsó el neoliberalismo.

En los últimos años, el país lanzó al espacio dos satélites de comunicación, algo inédito en el área. También se destacan el plan de radares, la culminación de la central nuclear Atucha II, la recuperación de la industria de defensa o , el centro de investigación biotecnológica público-privado (Indear) que logró transferir el gen de girasol resistente a sequías a plantas de maíz, soja y trigo. Y también numerosos avances en el sector médico, como terapias contra el cáncer, y en el área petrolera, con nuevos métodos de sondeo para yacimientos.

Sin embargo, Salvarezza tiene dudas sobre el futuro de la ciencia y la tecnología con el gobierno de Macri y anunció que presentará su renuncia al frente del CONICET el 9 de diciembre. “Me parece muy bien que nosotros podamos tener un paraguas protector sobre algunos espacios, el sueldo, las becas; pero desde el punto de vista conceptual -la gestión de un Estado que apuesta a la soberanía tecnológica de un país-, no veo las condiciones adecuadas. No comparto lo que viene, las políticas que se están proponiendo desde el espacio que va a gestionar el Estado y voy a presentar mi renuncia a la presidenta de la Nación”. (I)

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