Bachelet lleva el transporte público a barrios más pobres
En 2007, Michelle Bachelet llevaba apenas un año como Presidenta –en su primera gestión (2006-2010)- cuando lanzó un proyecto que prometía cambiarle la cara a la capital chilena y que había comenzado a ser implementado en el gobierno anterior liderado por Ricardo Lagos.
Entonces, se dijo que el Transantiago, el nuevo sistema de transporte público, transformaría la vida de los chilenos. Pero ocurrió todo lo contrario.
En la misma semana en que el Transantiago se puso en marcha, con nuevos recorridos de autobuses más modernos en reemplazo de los llamados “microbuses amarillos”, estalló una ola de descontento popular, por lo caótico del sistema. No sólo el Metro subterráneo se vio colapsado por las personas que se negaban a tomar los buses, conocidos como “orugas” por su longitud, debido a lo confuso y a los largos tiempos de espera. Sino que la pésima implementación generó un conflicto político y social que le costó muy caro a Bachelet.
Siete años después de aquel desastre, la Presidenta socialista –ahora en su segundo gobierno- presentó un nuevo plan de transporte que tiene como objetivo mejorar el criticado Transantiago, pero también aumentar los recursos y la infraestructura en este ítem en la capital y en ciudades como Antofagasta, Valparaíso y Concepción. La inversión será de US$ 4.200 millones.
Actualmente el Transantiago está integrado por los autobuses que van por la superficie y el Metro, cuyos trenes en su mayoría corren por el subsuelo. En cuanto a su longitud, el sistema de buses abarca 2.766 kilómetros con 11.165 paradas, mientras que el Metro posee una extensión de 104 kilómetros, con 108 estaciones y cinco líneas.
Cada día, 2,4 millones de pasajeros utilizan el Metro, inaugurado en 1975, pero cuya extensión se concretó durante el gobierno de Ricardo Lagos.
La red de Metro es la más grande de América Latina. Según el plan anunciado por Bachelet, US$ 1.400 millones del monto total en mejora del transporte público serán utilizados en la expansión del Metro, con una línea más (la 7), que se suma a otras dos en construcción (líneas 3 y 6). El tren subterráneo es el transporte más usado por los santiaguinos, ya que recorre la ciudad de sur a norte y de poniente a oriente.
El costo de un pasaje es de US$ 1,2, uno de los valores más altos de Sudamérica.
Grave falla
Pero también la idea es extender otras dos líneas del Metro en nueve kilómetros, para que lleguen a los barrios más pobres y alejados del centro de la capital, específicamente a los sectores en las afueras de Santiago. Estos barrios son los más vulnerables Los pasajeros potenciales diarios que se beneficiarán con estas nuevas obras serán alrededor de 351.000.
La gran novedad es que la nueva línea del Metro utilizará por primera vez el sistema de concesión para “potenciar la colaboración público y privada”. El Metro es manejado por el Estado y se autofinancia. No está del todo claro cuál será el rol que tendrán los privados para construir esta nueva línea.
Otro de los cambios importantes es que se sometió a estudio la creación de dos proyectos de trenes suburbanos de acercamiento desde la Alameda, la principal arteria que cruza todo Santiago, a localidades como Melipilla, Malloco, Talagante y Batuco.
Aunque se han realizado mejoras al Transantiago, la principal consecuencia de su deficiente implementación en 2007 ha sido que el Metro está saturado. Cada mañana se repiten escenas de empujones para entrar a los carros, como las famosas imágenes del metro de Tokio.
Como el Metro de Santiago es muchísimo más eficiente, limpio y rápido que los autobuses de la superficie, la mayoría lo prefiere para trasladarse en la capital. Sin embargo, esto mismo ha generado un enorme colapso en las horas punta.
Sin ir más lejos, el viernes hubo una falla eléctrica en el Metro, que afectó a más de 700 mil usuarios, provocando un enorme caos vehicular en Santiago. Esta falla fue la más grave en 39 años. El cortocircuito no sólo suspendió el servicio de Metro durante todo el día, sino que retrasó la hora de llegada a las escuelas y puestos de trabajo.
Pero uno de los beneficios del cambio ha sido que ahora los autobuses son administrados por una sola asociación, en vez de decenas de compañías privadas, varios de cuyos dueños fueron en su momento vinculados a mafias locales. Además, a los conductores se les subieron las remuneraciones y se implementó una tarjeta inteligente que sirve tanto para los buses de superficie, como para el Metro.
Eso sí, hay23,5% de evasión, es decir, personas que no pagan su boleto. Por este concepto, se pierden US$ 170.000 al día.
En cuanto a las promesas para las otras regiones de Chile, el gobierno de Bachelet anunció tramos regionales de trenes entre Llanquihue y Puerto Montt, y entre Temuco y Loncoche, en el sur del país. Al mismo tiempo, en Concepción, se llevará a cabo un sistema integral que conecte la última estación del ferrocarril con el centro de la ciudad, la Universidad de Concepción y el hospital.
Valparaíso también tendrá lo suyo. El principal puerto del país, afectado por un tremendo incendio en abril de este año, recibirá US$ 500 millones para reconstrucción de viviendas, pero también para tres nuevos ascensores que fueron destruidos por el fuego. El centro histórico de Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Además, se inició un proceso de licitación para restaurar siete ascensores.