Argentina afronta presión política en la economía
Argentina vive hoy una situación difícil: una inflación que, según mediciones privadas, sobrepasa el 25% anual, una sangría constante de reservas internacionales, una devaluación del 23% del peso en lo que va del año y un ataque especulativo que, para algunos, impulsa una salida anticipada de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuyo mandato vencerá en 2015.
El país sabe mucho de golpes económicos. El fallecido expresidente Raúl Alfonsín (1983-89) fue una de sus víctimas. “Usted es el obstáculo”, le dijo el CEO del grupo mediático Clarín, Héctor Magnetto, cuando el entonces mandatario le pidió terminar su gobierno sin sobresaltos, contó el dirigente “alfonsinista” Leopoldo Moreau, testigo del diálogo. Alfonsín estaba jaqueado por un fuerte golpe de mercado fogoneado por la prensa que desembocó en un proceso hiperinflacionario, saqueos y su reemplazo anticipado, seis meses antes de vencer su mandato, por el presidente electo y candidato del “establishment”, el peronista liberal Carlos Menem (1989-99).
Hoy el gobierno está convencido de que hay sectores que quieren repetir la historia. “Hay actores que están jugando fuerte” para provocar la renuncia de Cristina Fernández, denunció el gobernador “kirchnerista” de la norteña provincia de Misiones, Maurice Closs.
El jefe de gabinete, Jorge Capitanich, denunció movimientos conspirativos de grandes corporaciones y mencionó a la petrolera Shell, que aumentó 12% el precio de la gasolina tras la devaluación de la moneda. Pero los incrementos también afectaron los útiles escolares a pocas semanas de que iniciara el ciclo lectivo, automóviles, electrodomésticos, la carne -plato tradicional en la dieta argentina- y alimentos de primera necesidad a pesar del plan nacional de “precios cuidados” que incluye 194 productos que, en algunos casos, desaparecieron curiosamente de las góndolas.
“No me molesta que ganen mucho dinero. Lo que me molesta y no vamos a permitir es que nos tomen el pelo y nos tomen por estúpidos”, tronó la presidenta. Capitanich respaldó: “no seamos ingenuos. Los argentinos vimos estas películas repetidamente”.
Pero la inflación no es un fenómeno nuevo en el país austral. El gran problema del gobierno ha sido no reconocer a tiempo que tenía entre manos un problema serio. En los últimos años, el índice oficial rozaba el 10% anual, pero todas las mediciones privadas -y el sentido común de quien realiza sus compras diarias- la colocaba en un 25%. El gobierno homologa aumentos salariales anuales de ese orden en negociaciones paritarias entre gremios de trabajadores y patronales, haciendo añicos su credibilidad en la medición inflacionaria y estadísticas en general. En este mes se anuncia una nueva metodología.
Otro frente abierto es la constante pérdida de divisas. Hay alrededor de 28.000 millones de dólares en las arcas del Estado cuando en 2011 llegaban a 52.000 millones. El gobierno acusa a los grandes exportadores de retener en silos la cosecha de soja -principal producto de exportación- para presionar por una nueva devaluación que le deje mayores ganancias a un sector que es motor de la economía nacional.
Capitanich se reunió en los últimos días con los principales exportadores que prometieron comenzar a liquidar sus cosechas que -según estiman- dejarán unos 9.000 millones de dólares al Tesoro en concepto de retenciones.
Capitanich aseguró que el dólar no se moverá en torno a los 8 pesos (el paralelo roza los 12,50), descartando que se vaya a 10 beneficiando así a los exportadores que especulen y liquiden más adelante sus cosechas. “Espero que tengan un poquito de actitud patriótica”, pidió el gobernador “kirchnerista” de la provincia de Entre Ríos, fronteriza con Uruguay, Sergio Urribarri.
Pero el presidente de la poderosa Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevere, que nuclea a la tradicional oligarquía agroexportadora, dijo que el campo retenía las cosechas “por una cuestión de necesidad” para evitar perder “un 40%” de su poder adquisitivo por la alta inflación que, a su juicio, habrá este año.
Guido Sandleris, director del Centro de Investigación de Finanzas (CIF) de la Universidad Torcuato Di Tella, no cree en brujas. “Hay un ataque contra el peso, pero no es el resultado de una conspiración sino de la impericia del propio gobierno que se puso solito en esta situación. Los términos de intercambio de Argentina son fenomenales, las tasas de interés internacionales llevan años en mínimos históricos. Y sin embargo, la inconsistencia de políticas económicas desembocó en una crisis cambiaria casi de manual”, afirmó a EL TELÉGRAFO.
Para Sandleris, “los desmanejos de política económica, que ya llevan un par de años, y las medidas de las últimas semanas -una devaluación brusca del tipo de cambio oficial y cierta flexibilización en el margen del cepo cambiario- desencadenaron una incipiente crisis cambiaria que el gobierno tiene que tratar de controlar. Hasta ahora ha actuado torpemente. Las medidas que ha tomado han funcionado como un combustible que avivó el fuego”, sostuvo.
Paradójicamente, los restaurantes, bares, cines y teatros de la capital están a diario llenos y conseguir una plaza en un hotel en los principales centros turísticos en este verano austral resultó una misión difícil. Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el PIB creció en 2013 un 4,5% y proyecta aumentar a 2,6% en este año.
Pero Sandleris advirtió: “aun si el gobierno logra controlar la crisis cambiaria, las expectativas para el año 2014 son bastante negativas. La inflación sería más elevada, seguramente supere el 30% este año, y la economía entrará en recesión. Si no logra controlar la crisis, veremos una espiralización de devaluaciones e inflación y una contracción más fuerte de la actividad económica”.
Los argentinos, en tanto, debaten si creer o no creer en brujas. Pero que las hay, las hay. Como las conoció en persona el propio Alfonsín.