Alexandria Ocasio-Cortez, el fulgor de una política planetaria
Alexandria Ocasio-Cortez estaba en la secundaria cuando la Unión Astronómica Internacional nombró un pequeño asteroide en su honor por el segundo puesto que había logrado en un concurso organizado por la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Intel, una hazaña que dejaba entrever que esa adolescente latina llegaría lejos y que su carrera sería meteórica.
De ascendencia puertorriqueña, nació el 13 de octubre de 1989 en el otrora estigmatizado condado del Bronx, sitio del que se marchó cuando sus padres se mudaron a Yorktown Heights (Westchester) pero del que nunca pudo despegarse porque, como quien se marcha sin querer irse, siempre volvió.
Actualmente es, después de Barack Obama, la demócrata más popular del mundo, pero no es su edad ni el ser mujer ni su condición de latina lo que vuelve digno de encomio ese logro sino su rotundo rechazo a que los partidarios demócratas acostumbrados al cabildeo financiaran su campaña.
"Cuando eres candidato y recibes donaciones te alejas de la gente y te acercas a los donantes", arguyó para detener la sangría de ofrecimientos de aquellos pudientes altruistas que están acostumbrados a entregar dinero para después llamar por teléfono y cobrar el favor.
De todos modos, a pesar de su austera campaña, pudo contar con las contribuciones económicas individuales de sus seguidores y el 6 de noviembre de 2019, a sus 29 años, se convirtió en la mujer más joven en llegar a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, rompiendo así el statu quo de un partido que había visto absorto cómo el veterano Joseph Crowley perdía en las primarias frente a una mocosa a la que nadie conocía fuera de los dominios de Queens y del Bronx pocos meses antes.
Pero lograr ese objetivo no fue fácil para Alexandria Ocasio-Cortez, quien tuvo que trabajar en un bar y en una taquería como mesera en Manhattan, producto de la situación precaria en la que había quedado junto a su madre luego de que su padre, un arquitecto de clase media, muriera de cáncer pulmonar en 2011.
Obtuvo su título cum laude en Relaciones Internacionales y Economía por la Universidad de Boston pero eso no le supuso un salto al éxito profesional, ya que quiso volver a su comunidad y acompañar a su madre, mujer puertorriqueña de clase trabajadora que como miles de latinas limpió casas y condujo autobuses.
En el año 2016, cuando Bernie Sanders lanzó su candidatura en las primarias, Ocasio-Cortez se alistó y fue una de las más entusiastas organizadoras de su campaña, aunque el parteaguas que delineó su rumbo sería un hecho puntual: en un recorrido realizado por los Estados Unidos vio en Standing Rock, reserva de las etnias Hunkpapa Lakota, Sihasapa Lakota y Yanktonai Dakota, en Dakota del Norte, cómo los nativos americanos ponían su vida en juego para proteger a su pueblo. Esa experiencia trazó su camino.
Defensora de la clase obrera, cuando llegó al Senado no tenía seguro social y aún debía el préstamo universitario que había solicitado para poder estudiar, quizá por eso y por su claro ADN progresista clavó su bandera en la lucha por la universidad pública gratuita, la eliminación de la policía de migración, el acceso universal a la salud, las políticas de control de armas y la eliminación de los fondos federales para el reclutamiento militar en escuelas. Ella sabe, lo ha visto de cerca, que los niños de bajos ingresos son los más propensos a engrosar las filas militares.
La lucha feminista no le es ajena, por eso el día de su posesión como congresista se vistió de blanco en homenaje a las sufragistas, mujeres de las que aprendió que para lograr lo que se desea el silencio no debe estar contemplado en la agenda, es así que sus discursos contra el machismo son tan diáfanos y conmovedores que pueden considerarse una invitación tácita para que aquellas mujeres que no se identifican con el feminismo se unan.
En su reciente tropiezo con el congresista republicano, Ted Yoho, luego de que este le dijera "asquerosa" y le mascullara un "fuck... bit..." por el que después le ofrecería disculpas tibias y sin nombrarla, ella manifestó que ese no era un problema individual sino sistemático, y que el insulto proferido por el senador Yoho era una suerte de licencia para que ese mismo lenguaje que se usó contra ella se usara también contra todas las mujeres de su comunidad. "Esto no es un incidente, es cultural, la cultura de aceptar la violencia", manifestó.
Ocasio tiene más seguidores en Twitter (7.9 millones) que su jefa Nancy Pelosi (5 millones), la presidenta de la Cámara de Representantes, y el número de reproducción de sus vídeos puede ser la envidia de todos los políticos con hambre de propaganda, pero eso ya no sorprende a nadie. Al fin y al cabo, Alexandria Ocasio-Cortez tiene desde su adolescencia un satélite con su nombre: el 23238 Ocasio-Cortez, y le sobra vida, a sus escasos 30 años, para volverse planetaria. (I)