Portugal era ayer un país noqueado por el fuego mientras decenas de equipos bomberos y cientos de voluntarios se las arreglaban para contener el mayor incendio forestal de toda su historia. Al menos 62 personas han muerto, la mayoría de ellas en los bosques que rodean el municipio de Pedrógão Grande, un pequeño pueblo situado apenas a 50 kilómetros de la ciudad universitaria de Coímbra, aunque las autoridades no descartan que el número de víctimas crezca a medida que los equipos salvamento logren contener el devastador fuego que desde el sábado ha arrasado miles de hectáreas del centro de Portugal y que a estas horas sigue fuera de control.

Las primeras investigaciones aseguran que el incendio fue provocado por el impacto de un rayo contra un árbol en la madrugada del sábado y que las primeras llamas encontraron su aliado perfecto en el viento sahariano que lleva azotando la península ibérica desde hace una semana. Con temperaturas cercanas a los 40 grados, los bellísimos y extensos pinares de Pedrógão Grande pronto se transformaron en una trampa mortal para cientos de personas que dormían a esas horas de la noche. En su huida, muchas de ellas quedaron atrapadas dentro de sus vehículos, que las llamas convirtieron en guiñapos de chatarra en cuestión de minutos.

Tras más de 48 horas de lucha incesante por aire y por tierra para cortarle el paso a tanta destrucción, varias columnas de humo continuaban ayer cerniéndose sobre el horizonte a más 500 metros de altura. Abajo estaba el infierno. Un extenso territorio de arbolado natural y varias aldeas reducidas a escombros en medio de un paisaje de guerra.

En Pobrais han fallecido 11 de sus 37 vecinos. Una mujer explicaba ante las cámaras de la televisión lusa que entre los muertos se encuentran sus hijos y nietos. “No me queda nada, no sé lo que hacer”, decía arrasada por las lágrimas. Ella salvó la vida porque su casa salió indemne de milagro. Un hombre del cercano pueblo de Barraça da Boavista se introdujo con su familia en una tanque de agua y salvó su vida. “Fue un infierno. Había fuego por todos los lados”, afirmaba ayer aún asustado.

El jefe de operaciones de Protección Civil de Portugal, Elísio Oliveira, confirmó que los más de 2.000 efectivos desplegados en la zona de Pedrógão Grande siguen combatiendo a brazo partido para sofocar los incendios forestales declarados en diferentes puntos de la comarca. También señaló que, además de los 62 fallecidos, hay 135 heridos, varios de ellos en estado grave.

El presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, calificó la situación como “preocupante” por las “condiciones meteorológicas adversas”, con temperaturas altísimas y un viento fuerte que no cesa. “Vamos a enfrentar lo que tenemos. El combate es difícil”, añadió tras visitar ayer varios pueblos afectados. “Eso es lo importante. Ya habrá tiempo para hablar de causas, de reflexiones, de análisis, discutir de las condiciones meteorológicas, de la naturaleza y de todo lo que haga falta”, concluyó Rebelo de Sousa a su llegada al centro de control establecido en la localidad de Avelar, muy cerca de Pedrógão Grande.

La Unión Europea (UE) ha activado el mecanismo comunitario de protección civil para proporcionar ayuda a Portugal. Se trata del segundo contingente de auxilio al país ibérico tras el envío de equipos de salvamento contra incendios españoles y franceses enviados el domingo. “En la respuesta inmediata a la petición de asistencia por parte de las autoridades portuguesas, el mecanismo europeo de protección civil ha sido activado para proporcionar salvamento contra incendios”, afirmó el comisario de Ayuda Humanitaria y Gestión de Crisis, Christos Stylianides. Lo peor es que la batalla no ha concluido. Las llamas siguen su avance devastador y el riesgo de que se produzcan más víctimas, aumenta. (I)