15 años de búsqueda de hijos desaparecidos
Aarón Eleazar Carrasco salió de Ciudad de Choluteca, Honduras, el 26 de marzo de 2012, rumbo a Estados Unidos, para buscar trabajo. En su pueblo escaseaban las ofertas laborales, mientras que los salarios en los puestos disponibles eran bajos.
Él se dedicaba a la albañilería, pero no encontraba trabajos bien remunerados en esa área. Y además de las difíciles condiciones económicas, debía pagarle una extorsión a las pandillas mareras para poder llegar hasta la capital, Tegucigalpa.
Su mamá, Ana Cecilia Turcios, no quería que se fuera a México. Ella recuerda que casi dos años antes de su partida, en agosto de 2010, se registró la ejecución de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, noreste del país.
“Le dije que me daba miedo que se fuera, pero él dijo que se iba confiando en Dios, y hasta la Biblia la traía”, dice Ana Cecilia.
Durante su trayecto, él se comunicaba por celular y vía Facebook. La última vez que lo hizo fue en agosto desde Nuevo Laredo, Tamaulipas, un estado donde frecuentemente son violentados los migrantes. Le comentó a su madre que un “coyote” -como son llamados los traficantes de personas- lo llevaría a EE. UU. por $ 1.000.
Sin embargo, han transcurrido ocho años desde ese día, sin que ella sepa nada de su paradero.
Aarón se suma a los miles de desaparecidos en suelo mexicano, cuyas madres decidieron salir a buscarlos y traspasar las fronteras de sus países, debido a las omisiones de las autoridades de El Salvador, Guatemala, Honduras y México.
Por eso, desde el 15 de noviembre, decenas de madres emprendieron un viaje en autobús para recorrer nueve estados y exigir justicia a las principales instancias encargadas de la migración, como parte de la XV Caravana para buscar a sus hijos, organizada por el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM).
A su llegada a Ciudad de México, el 27 de noviembre, uno de sus últimos destinos, se manifestaron y presentaron un pliego de peticiones al gobierno mexicano en el que advirtieron que no permitirán “carpetazos”, como se le dice a guardar los expedientes sin investigar.
“Les presentamos un pliego de peticiones para que haya evidencias porque a eso se le tiene que dar seguimiento. Se quieren deslindar de su responsabilidad y minimizar a los migrantes. Invisibilizan a los migrantes, y eso ya no lo vamos a permitir”, afirma la hondureña Ana Enamorado, una de las líderes del MMM, cuyo hijo, Óscar Antonio López Enamorado, desapareció en 2008.
Entre las peticiones se encuentran el fortalecimiento de las investigaciones, mejorar los mecanismos de búsqueda de migrantes desaparecidos, integrar la colaboración con los consulados de los cuatro países y salvaguardar los derechos humanos.
Autoridades omisas
Frente al Monumento a la Madre, en la capital mexicana, llegaron a bordo de un autobús el 29 de noviembre las madres de los migrantes desaparecidos.
En la parte frontal del vehículo colgaba una pancarta que rezaba: “Caravana de madres centroamericanas, 15 años de resistencia”.
Descendieron y caminaron por la explanada con las banderas de sus países y con las fotografías de sus hijos pegadas al pecho. “¡Abajo las fronteras!, ¡se va a caer!, ¡se va a caer!”, gritaban.
Aquella tarde las recibieron un grupo de jaraneros-que tocan música tradicional mexicana-, al tiempo que los colectivos voluntarios les servían agua de naranja y les ofrecían masajes a quienes venían fatigados.
Al frente, con una bandera de Honduras, protestaban en esa plaza pública donde cada 10 de mayo se reúnen miles madres para exigir justicia por sus hijos desaparecidos o asesinados en México.
Por eso vienen hasta este punto emblemático, porque hace años no ven a sus hijos. El último contacto que tuvieron con ellos fue a través de mensajes en los que les contaban que estaban cerca de la frontera o que negociaban un cruce con los “coyotes”.
La mayor parte de los desaparecidos fueron vistos por última vez en el noreste, una región controlada antiguamente por el cartel de Los Zetas, responsables de la ejecución de San Fernando.
En ese estado, por ejemplo, desapareció Josué Ildefonso Molina Zúñiga, de 26 años. “Él me habló desde Nuevo Laredo (Tamaulipas) el 15 de diciembre de 2013, me dijo que le pasara dinero porque lo iba a cruzar el coyote.
Luego no me volvió a llamar”, cuenta su madre, Isidora Zúñiga, oriunda de Choluteca, Honduras, quien lleva tres años buscando a su hijo a través de la caravana.
De acuerdo con las madres consultadas, la Caravana descartó pasar por el estado de Tamaulipas debido a su peligrosidad. (I)