El fútbol vuelve planetarios los sucesos que ocurren por donde vuela una pelota. Y a veces, no deja santo con cabeza.

El caso más reciente, la melé que, en el área mediática y de la opinión mundial, provocó la mordida del delantero de la selección uruguaya Luis Suárez, durante el partido de la fase de grupos entre los ‘charrúas’ e Italia el martes 24 de junio.

De entrada -y de salida- el caso no tiene presentación; aunque reveló las carencias con que estos cracks ejercen sus estatus de dioses.

Entre ellas, la orfandad en que crecen estos chicos, millonarios y reconocidos hoy; gran mayoría de ellos escapados de brutales condiciones de exclusión.

Veamos los otros lados de la mordida contra el italiano Giorgio Chiellini:

Suárez es reincidente y sufrió sanciones por ataques de odio racial: ¿quién se ocupó de ayudarle en este sentido? Nadie, por lo visto.

La familia del fútbol -a la que luego de dejar que medio se maten entre todos y a su nombre, Luis Suárez pidió perdón- se dedicó a consentir al mordedor.

Y en ese offside, cayó -por segunda vez- el mismo presidente de Uruguay, José Mujica, que ya hizo la vista gorda con los arranques racistas del ariete que pretende el FC Barcelona y el Real Madrid, y ahora cargó contra la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) que, por su parte, aprovechó la nueva caída del polémico héroe del balompié uruguayo para capitalizar un acto de poder.

Y de desvío de atención a problemas graves que tiene casa adentro el máximo organismo del fútbol mundial y que pasan por otro tipo de suculentas ‘mordidas’.

Luis Suárez ofendió y devaluó la pelota. Chiellini le perdonó y se pronunció en contra de la dureza de la sanción de cuatro meses y 9 partidos que le impuso la Comisión Disciplinaria de la FIFA.

Todos pescaron a río revuelto. Pero solo horas después, todo es periódico de ayer. Y el candidato al ‘descenso’ es el goleador congelado, que no aprende aún que, así lo parezca, el fútbol no es tierra de nadie. Que merece el respeto absoluto de sus dirigentes, trabajadores y estrellas. Porque la otra es que, en un tiro de esquina, del purito estrés, alguien saque un chuzo… ¡Y te ‘chucee’, pues! Pero hay que ver el petardo que armó el tema a escala mundial.