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Ni Brasil ni su fútbol se libraron de los nazis

Ni Brasil ni su fútbol se libraron de los nazis
26 de junio de 2014 - 00:00

El viernes leía una nota en la que destacaban las reacciones y críticas que recibe una exposición de camisetas de los mundiales en un centro comercial en la ciudad de Salvador, en Brasil. Básicamente, la gente que las observa cuestiona la muestra porque incluye camisetas de la Alemania nazi y del régimen fascista de Benito Mussolini. Mientras leía la nota, recordé la presencia nazi en Brasil que, como casi todo, también tuvo lazos con el fútbol. Me corrijo: como casi todo, también utilizó al fútbol como medio para sus fines de abuso.

Esta historia empieza con cerdos. Un grupo de ellos rompió una pared del rancho Cruzeiro do Sul, cerca del poblado de Campina do Monte Alegre. Según la BBC, el granjero descubrió que cada ladrillo estaba grabado con una esvástica (símbolo nazi) en uno de sus lados. Así los investigadores destacaron los vínculos entre Brasil y la Alemania nazi, recalcando que no solo fueron aliados económicos: en Brasil se forjó el mayor partido fascista fuera de las fronteras de Europa y contaba con más de 40.000 miembros. Seguro se preguntan qué tienen que ver el rancho y el fútbol en todo esto, pues hay una triste historia detrás de la granja de Cruzeiro do Sul y sus estrechos vínculos con los fascistas brasileños.

El rancho había sido propiedad de los Rocha Miranda, una familia de empresarios industriales de Río de Janeiro. El padre, Renato, y dos de sus hijos, Otavio y Osvaldo, eran miembros de Acao Integralista Brasileira, una organización de extrema derecha simpatizante con los nazis. La familia solía utilizar la granja como centro de reuniones partidistas, pero también como brutal campo de trabajo para niños abandonados y de razas distintas a la blanca. Osvaldo solicitó la tutela de 50 niños huérfanos de 10 años de edad, quienes llegaban al rancho en tandas de 10 desde 1933. Les prometió una oportunidad en el fútbol, que jugarían y él los apoyaría. Sin embargo, la vida en la granja no fue así.

Los niños eran azotados de forma sistemática con una palmatoria, una paleta de madera con huecos especialmente diseñada para reducir la resistencia al viento y causar más dolor. Los niños no eran llamados por sus nombres sino por números y varios perros guardianes se aseguraban de que permanecieran ordenados en fila. Les imponían diferentes castigos con regularidad, desde no alimentarlos hasta los golpes con la palmatoria. Lo máximo que recibían eran cinco golpes porque más de eso no podía aguantar una persona. Los Rocha Miranda mantenían fotografías de Hitler y obligaban a los niños a saludar cuando pasaban de frente. El único respiro para los huérfanos eran los partidos de fútbol que armaban contra equipos de granjeros locales. En esa época el fútbol era una pieza clave de la ideología de la organización Acao Integralista Brasileira, quienes utilizaban incluso el estadio de Vasco de Gama para desfiles militares y frecuentemente empleaban los partidos de fútbol con propósitos propagandísticos bajo el gobierno del entonces presidente de facto Getulio Vargas.

En aquella época los jugadores profesionales no existían. Todos eran amateur. Uno de los niños sobrevivientes -luego de escapar- jugó para el Fluminense, el Botafogo y el Vasco da Gama. En esas fechas, los jugadores venían todos de las calles: eran repartidores de periódicos o limpiabotas.

Los Rocha Miranda de hoy aseguran que sus antepasados no sometieron nunca a los niños, que simplemente los controlaban, pero no los esclavizaban.

Por hechos como este, la mayoría de los visitantes del centro comercial que exhibe las camisetas de los mundiales rechaza que se expongan las de nazis y fascistas. El médico Duda Sampao, de Salvador, es el dueño de la colección y aseguró que para mostrarla obtuvo el endoso del comité organizador local del Mundial de Brasil y, por lo tanto, la aprobación de la FIFA.

La FIFA, por su parte, se rehusó a comentar al respecto y refirió las preguntas al comité organizador local.
El mundo sigue herido y las vidas perdidas en manos de nazis y fascistas son huellas frescas en la memoria de todos.

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