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En la calle se ve el ‘jogo’ más bonito

Este mural fue pintado en una de las canchas donde se jugó el mundial de los niños de la calle, en el que participaron 230 jugadores.
Este mural fue pintado en una de las canchas donde se jugó el mundial de los niños de la calle, en el que participaron 230 jugadores.
13 de junio de 2014 - 00:00

En medio de las protestas, Brasil tiene un estadio que lleva su nombre pintado sobre un cartón. No estuvo en la lista de obras por reparar para celebrar la Copa del Mundo, pero en él se jugó hace pocos días la segunda edición de un mundial que salva vidas: la Copa del Mundo de los Niños de la Calle. Con 230 jugadores convocados y viajando desde 19 países, este mundial busca -desde su primera edición en Sudáfrica 2010- que los derechos de los niños permanezcan en la agenda diaria de los gobiernos del mundo.

A diferencia de las bajas del Mundial tradicional, las de este duelen más: el capitán de la selección brasileña, Rodrigo Kelton, de 14 años, fue asesinado de 3 disparos por narcotraficantes en la ciudad de Fortaleza hace un mes y medio, después de haber vuelto al colegio y abandonado el consumo de drogas para poder disputar este torneo y acercarse a su sueño de ser futbolista profesional.

El equipo que juega el Mundial está conformado por verdaderos campeones: niños que además de patear bien el balón, son ejemplo de superación al haber dejado la calle y las adicciones de forma admirable, de manera que puedan servir de inspiración para otros menores. Durante el torneo, los chicos reciben charlas con especialistas en desarrollo, psicología e integración, en donde tienen la oportunidad de exponer sus realidades y a partir de estas elaboran una declaración; este año se denomina la ‘Declaración de Río’, a través de la cual aspiran a persuadir al gobierno brasileño para que establezca verdaderas políticas públicas en beneficio de los niños de la calle.

La Copa del Mundo de los Niños de la Calle empezó hace 4 años en Sudáfrica. Como documento final del encuentro se elaboró la ‘Declaración de Durban’, y esta fue presentada al Comité de Derechos Humanos de la ONU y enviada a 143 gobiernos. En aquella edición el campeón fue India, el país con la mayor población de niños de la calle en el mundo: más de 11 millones. (Según Unicef, solo el 40% de los bebés indios se registran al nacer: el resto no existe jurídicamente).

Este año Brasil recibió a 20 selecciones masculinas y 8 femeninas. A diferencia de las selecciones tradicionales, acá cada equipo tiene metas distintas, propias de la situación social de cada país. Si bien todos sueñan con quedar campeones, también son movidos por causas propias a su condición y realidad nacional.

En Burundi, por ejemplo, uno de los objetivos fundamentales es la integración racial entre niños pertenecientes a distintas etnias, para procurar que no queden sombras de una guerra civil.

En Indonesia, un tema fundamental es la documentación legal. De los 29 seleccionados, tan solo 9 tenían certificado de nacimiento.

Benyamin Lumy, director de una de las ONG que participa en la organización, tuvo que convertirse en el tutor legal de estos niños indocumentados, para que en ese país puedan solicitar un documento de identificación. Al retornar a su país, estos chicos tendrán identidad y con ello ganarán no solo en reconocimiento individual sino también en el camino a una definición propia plena.

Además de la ‘Declaración de Brasil’, este ‘Otro Mundial’ deja como legado un mural que representa a 3 jugadores de fútbol. Dos jugaron esta segunda edición: Gopinath de la India y Elsie de El Salvador. La tercera imagen es la de Rodrigo, quien habría sido el capitán de Brasil, pero como les conté en las primeras líneas, fue trágicamente asesinado semanas antes del torneo. Los contornos de los jugadores están formados por hexágonos, en donde los voluntarios, jugadores y miembros de la organización dejaron grabados mensajes con el fin de hacer(nos) memoria. Y es que de la calle viene el ‘jogo’ más bonito.

El equipo de Tanzania se coronó campeón masculino mientras que el torneo femenino lo ganó Brasil. Se llevaron a casa la copa de la esperanza, esa que se mantiene viva mientras nosotros, los que vemos el mundial de siempre, recordemos que el fútbol también salva vidas.

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