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Punto de vista

El fútbol se gana en la cancha, pero…

El fútbol se gana en la cancha, pero…
06 de julio de 2014 - 00:00

Nadie lo duda, el fútbol se gana en la cancha. Y allí ha habido lluvia de goles, compromisos de camiseta, buen juego y suficientes jugadas magistrales para que el Mundial 2014 se anuncie como el mejor de los últimos tiempos.

Es cierto, no se ha visto nada que se equipare a la genialidad de Maradona, ni se han perfilado el ‘jogo bonito’ ni reveladoras iniciativas de equipo. Los nuevos estilos son más de incursiones tácticas e individualidades, con formas reavivadas de poner el poder en el escenario, en algunos casos sutiles, pero en la mayoría prosaicos, como sucedió con la contundente patada del francés Blaise Matuidi al nigeriano Ogenyi Onazi, cuyo tobillo fracturado apenas valió una tarjeta amarilla.

El modus operandi para mostrar poder y el inicuo ejercicio de la justicia, impregnados de jerarquías políticas, sociales, raciales y sobre todo geo-económicas, se develan en la cancha como en un espejo que refleja las relaciones planetarias. Son ostensibles allí los poderes fácticos transnacionales, que procuran controlar todo lo que se mueve en la cancha y sus inmediaciones, con reglas del juego similares a las que aplican al universo y sus alrededores. En orden de jerarquía, se suceden luego, los poderes geopolíticos y otros.

Justo por eso, la disputa en el partido en que Argelia puso a sudar a Alemania, o en aquel en que Costa Rica se impuso ante Grecia, mientras Inglaterra, Italia, España y Portugal no pasaron de las eliminatorias, dicen tanto de fútbol como de que no hay poderes inamovibles. Nueve equipos de la Patria Grande y 5 africanos llegaron a buscar su lugar en la treintena de los mejores del mundo. De esos, 4 latinoamericanos bregaron en los cuartos de final con 4 europeos.

Está entonces en proceso un gran desafío en un mundial que ha puesto en evidencia complejidades que desbordan lo jugado en el engramado, en parte porque en Brasil a más del juego futbolístico está sobre el tapete el juego electoral; pero principalmente por el papel preponderante de la guerra comunicacional, que los medios corporativos le infligieron a Brasil como sede. Se verificó en este caso la ya conocida estrategia de lanzar rumores, diseñados para impresionar en el extranjero, que se vuelven ‘virales’ en las redes sociales y luego son recogidos y citados por los medios corporativos para finalmente retornar convertidos en verdades al punto de partida.

Ahora que sí hubo Copa, es curioso constatar cómo los acosadores mediáticos ‘VIP’ que decían que no había infraestructura ni condiciones para un mundial, como aquellos que exhibían conmovedoras imágenes de personas en situación de pobreza, aduciendo que tales injusticias históricas resultan del ‘neo populismo’ del gobierno del Partido de los Trabajadores, se lavan las manos del papelón y hasta ‘buscan culpables’.

Que se perdieron ganancias potenciales, dicen al presente los mismos desinformadores VIP que, hace algunas semanas, ponían en circulación la foto de cualquier potrero, diciendo que así están los estadios de la capital futbolística del mundo. Ahora que sí hubo Copa y que todo el mundo vio lo contrario, se ha vuelto más difícil convencer de que la eliminación temprana de algunos europeos ‘favoritos’, se explica porque el calor de 30 grados brasileño golpea más que el del verano estadounidense en 1994, o el del julio alemán de 2006, o el de Francia en 1998. Y no hubo epidemia de dengue, ni los tumultos anunciados en los aeropuertos.

Pero tampoco hubo el caos social de grandes magnitudes que algunos habían advertido. Incluso si algunos se movilizaron con motivos auténticos en un Brasil que es un referente en organización social en América Latina, el sesgo sensacionalista de algunos planteos coincidió con aquellos del ‘acoso mediático’ y, en otros casos, pronto se develó su proximidad con las postulaciones a las elecciones presidenciales de octubre próximo.

Así, luego de varios meses de incentivar manifestaciones con el eslogan ‘no habrá Copa’, también políticos, como la candidata a la presidencia por el izquierdista PSOL, Luciana Genro, han cambiado de parecer y ahora dicen: que ‘no es el momento de protestar… que su partido no va a inventar procesos que no sean reales… que ahora el pueblo quiere participar de la Copa’…

Hasta la impopular FIFA, que había recurrentemente echado leña al fuego de la desinformación, lanzando dudas sobre las condiciones del país sede y hasta insinuando la disponibilidad de otras posibles sedes, como la del país que se quiere adueñar de las Malvinas, Inglaterra, ha retocado su actitud ante la eventualidad de seguir lucrando de lo que ha visto y colectado hasta aquí.

Pero la desinformación no cesa, ha adquirido nuevos matices, ya no se usan ardides como el de la pobreza para deslegitimar a la candidata del único partido que en 12 años consiguió un aumento real del salario mínimo del 72% y que ha logrado sacar de la pobreza extrema a unos 40 millones de personas, casi la población total de América Central.

Ahora los desinformadores se ocupan de potencializar los yerros de los equipos provenientes de cualquier país que se asocie con algún ‘proyecto popular’ y sobrevalorar, a la vez, los méritos de aquellos que comulgan con el capitalismo.

Así como se utilizó el mordisco del uruguayo Luis Suárez en el jugoso músculo del italiano Giorgio Chielini para presentar ‘evidencia de la barbarie’ sureña, ahora se anuncian desde supuestas insuficiencias psicológicas de ciertos jugadores hasta un imaginario complot internacional para beneficiar al país sede, cuyo equipo ha ganado y empatado, con el mismo esfuerzo que otros de su categoría, todos los partidos jugados hasta aquí y está en semifinales.

Ya casi han desaparecido las imágenes sangrientas, recogidas en el repertorio sensacionalista de cualquier lugar del mundo, que circulaban en redes sociales, pero el acoso mediático persiste. Y ante la constatación de la vorágine producida por la guerra comunicacional, la conclusión de rigor la coloca el periodista Atamiro Borges: “Urge incrementar la masa crítica a favor de la democratización de la comunicación”.

Y ante la parcialidad de los medios, urge también acabar con el monopolio de la transmisión de los grandes eventos y potenciar, al máximo, iniciativas periodísticas inteligentes y sensibles, como el programa De Zurda, conducido por Diego Maradona y Víctor Hugo Morales, puestos al aire por Telesur.

La copa de la Patria Grande plantea apremios de subvertir poderes, y ojalá se debata de fútbol en la Celac, Alba, Unasur y hasta en el G77+ China, y que se gesten ideas para volver a humanizar el fútbol.

En esa línea nos quedamos con la lección de Argelia: mientras la FIFA y corporaciones aliadas se afanan en mercantilizar hasta las más simbólicas manifestaciones del Mundial, el equipo argelino donó el estipendio mundialista -que recibió por llegar a octavos de final- a la niñez de la franja de Gaza.

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