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Los dueños de la hora del mundo (segunda parte)

Los científicos Joseph Hafele y Richard Keating demostraron con relojes atómicos la teoría de la relatividad de Einstein.
Los científicos Joseph Hafele y Richard Keating demostraron con relojes atómicos la teoría de la relatividad de Einstein.
13 de julio de 2014 - 00:00

Un meridiano es una línea imaginaria que une los dos polos y sirve como referencia para medir distancias, especialmente en la navegación. Ya los antiguos griegos vieron la necesidad de establecer un meridiano cero y lo hicieron pasar por la isla de Rodas; luego los árabes lo colocaron en el estrecho de Gibraltar, los portugueses en Madeira y los españoles en Toledo y luego Cádiz.  

También franceses e ingleses se habían disputado ser el centro del mundo. Francia había enviado una expedición científica al Ecuador para medir el planeta y establecer el sistema métrico decimal. También tuvieron su propio meridiano cero, una línea que pasaba por el Observatorio de París, marcada aún hoy por unos medallones de bronce que se hicieron famosos con El Código Da Vinci.

En el siglo 19 los británicos tenían tanto territorio que decían que en su imperio nunca se ponía el sol. Y ser la mayor potencia marítima y casi  los dueños del mundo daba privilegios.  Uno de ellos fue establecer como referente universal del tiempo a Greenwich, un observatorio astronómico en las afueras de Londres. En ninguna parte del mundo había acuerdo sobre qué hora era. Peor aún, ni siquiera dos ciudades de un mismo país tenían la misma hora, porque en cada sitio el sol salía en momentos distintos.

El ferrocarril y la medición del tiempo

Llegó la revolución industrial y con ella nació en Inglaterra un sistema regular de transporte público capaz de llevar a los obreros y las mercancías a sus lugares de destino con la mayor puntualidad posible. En 1829 apareció la primera locomotora y en pocos años la red ferroviaria se expandió por toda Inglaterra. Como los trenes debían pasar a horas precisas para hacerse los cambios de vías, dar horarios a los pasajeros, entre otras cosas,  eso obligó a las ciudades inglesas a coordinar una hora común, de acuerdo a lo que fijaba el Real Observatorio de Greenwich. En 1880 quedó establecida por ley.

Así es que apenas cuatro años más tarde, cuando representantes de dos docenas de países se reunieron en Washington en la Conferencia Internacional del Meridiano, la organización inglesa del tiempo tenía ventaja y por votación mayoritaria Greenwich quedó consagrado como meridiano cero (GMT) a partir del cual se establecieron los husos horarios.

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