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La ciencia derrota a las plagas

La ciencia derrota a las plagas
01 de marzo de 2015 - 00:00

Tendríamos que esperar hasta 1796 para que se encuentre una cura eficaz. Cuando el doctor inglés Edward Jenner estudiaba una enfermedad de las vacas conocida como vaccina, notó que quienes se contagiaban con ella adquirían leves fiebres y pústulas en las manos, pero que no morían de viruela. Hizo inhalar el virus de la vaccina a algunas personas y las volvió inmunes. Así nació la primera vacuna, un gran invento aunque puramente empírico pues seguía sin conocerse el mecanismo por el cual se desataban las enfermedades contagiosas.

Y sin embargo, más de un siglo antes el holandés Van Leeuwenhoek ya había logrado observar y describir los microbios utilizando sus propios microscopios. Diversos médicos y científicos fueron haciendo aportes importantes en la dirección de identificar a estos microorganismos como los verdaderos culpables. Cuando en 1854 una epidemia de cólera asolaba Londres, John Snow, un médico de barrio comenzó a indagar el origen del brote. Visitando los lugares donde morían las personas levantó un mapa por medio del cual dedujo que el epicentro estaba alrededor de una bomba de agua de la que habían bebido los infectados. El agua estaba contaminada con heces fecales filtradas de un pozo ciego. Cuando las autoridades clausuraron la bomba, la epidemia se detuvo. Quedaba claro ya que las pestes no eran causadas ni por los dioses, ni por el aire, ni por los humores del cuerpo.

Apenas seis años después el genial químico francés Louis Pasteur fue atando cabos y realizando experimentos, hasta que elaboró su "Teoría germinal de las enfermedades infecciosas". Las infecciones son causadas por microorganismos que se propagan entre las personas, tan pequeños que resultan invisibles al ojo desnudo.

Por algún tiempo la gente tomó a Pasteur por loco pues no creía que organismos minúsculos pudieran matarnos; debía ser por una fuerza mucha más poderosa. Pero de a poco, los médicos comenzaron a lavarse las manos, a desinfectar las heridas y hervir el instrumental quirúrgico, y el propio Pasteur y otros científicos inventaron las vacunas que en apenas siglo y medio salvaron decenas de millones de vidas y erradicado enfermedades tan crueles y mortales como la viruela y la peste negra.

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