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De dinosaurios a aves

De dinosaurios a aves
12 de abril de 2015 - 00:00

Uno se pregunta cómo pudieron semejantes animales evolucionar de los pesados dinosaurios a las aves modernas, y el secreto está en que perdieron peso. Sí, fueron sobreviviendo los que tenían los huesos más livianos, y quedaron los que nacieron con los huesos lo suficientemente huecos para poder despegar con rapidez.

Todos los huesos de sus patas delanteras se fueron incorporando a las alas, que se cubrieron de plumas. Sus patas traseras ganaron fuerza para impulsarse y alzar vuelo. Al mismo tiempo desarrollaron esternones más fuertes para soportar la presión de los grandes músculos que mueven las alas. Una de las modificaciones claves está en el que llamamos "huesito de la suerte" que lo encontramos en un pollo o un pavo. En realidad se llama fúrcula y sirve para hacer más fuerte el tórax que soporta las alas. Antiguamente solo lo tuvieron los dinosaurios. Hoy, este tipo de hueso existe únicamente en las aves y en los cocodrilos, un pariente más lejano.

Más pruebas de que las aves descienden de los dinosaurios: los fósiles hallados en los últimos años en Mongolia y China demuestran que hubo muchos tipos de dinosaurios emplumados, algunos de ellos los velociraptores, los famosos cazadores "inteligentes" y feroces de la película Jurassic Park. Las plumas no aparecieron originalmente para usarlas en el vuelo; antes se creía que les servían de adorno para encontrar pareja, pero luego se descubrió al Mei long, un pequeño dinosaurio muy bien conservado, y se dedujo que utilizaba sus plumas para conservar el calor, tal como el pelaje en los mamíferos.

Para poder volar, todos los animales vertebrados desarrollaron un cuerpo aerodinámico, músculos bien desarrollados y alas que les permitan sustentarse en el aire. Es un esfuerzo que implica una enorme cantidad de energía y oxígeno, y considerando las exigencias físicas no sorprende que el animal volador más pesado, la avutarda, pese solamente 20 kilos.

Seguramente algunos de los dinosaurios más pequeños lograron alzar vuelo y casi todos los más grandes se quedaron en tierra, algo que le sucedió a los antepasados del emú, una enorme ave no voladora que actualmente vive en Australia. Si se mira con atención sus patas se puede observar que tienen escamas y garras, virtualmente idénticas a las que tenía el velociraptor. (CONTINÚA)

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