Cómo espantar fantasmas
Robert Baker es profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Kentucky y tiene un método drástico para espantar fantasmas: gritarles, y si es necesario, insultarlos. Llevaba una década atendiendo personas que creían ver apariciones sobrenaturales, y entre los muchos pacientes que fueron a verlo para que los ayude, él recuerda en especial una pareja.
Ella estaba atormentada por el espíritu de un difunto tío muy celoso que estaba arruinando su reciente matrimonio, a tal punto que su marido ya empezaba a creer que también lo veía.
Cuando en una sesión de consulta se apareció, el psicólogo le espetó estas palabras: “¡Tú, maldito apestoso, vete al infierno, sal de este sitio y no vuelvas jamás! ¡Si te vuelvo a coger aquí de nuevo o me entero que estás molestando a este hombre o a su esposa, iré tras de ti con todo el poder de Cristo conmigo, desenterraré tu cadáver y lo sumergiré tan profundamente en agua bendita que tu alma se anclará en el infierno durante mil eternidades! ¡No tienes ningún poder aquí! ¡El poder de la vida y el amor es infinitamente más fuerte! ¡No puedes herir a estas personas, si no quieres que te destruya ese poder!¡Desde ahora, te van a ignorar! ¡Ya has tenido bastante, fantasma bastardo! ¡Piérdete y no vuelvas!”.
Todavía boquiabiertos por la reacción del hasta entonces pacífico profesor universitario, ambos aseguraron que ya se había marchado. Y él le confió que su método le había asombrado. “Nos dijeron que si mirabas a los ojos de un fantasma, se apoderaba de tu alma”, le dijo. Y el profesor le respondió esto: “Eso es solo una tontería, un cuento de viejas. De hecho, lo cierto es justo lo contrario. Lo que a los fantasmas y a los espíritus les atemoriza más es que no se les tenga miedo. Hay una vieja leyenda irlandesa que dice: Si te persigue un fantasma, continuará la persecución mientras tú corras”.
Todos los fantasmas se alimentan de miedo y si se les muestra no tenerles miedo, acaban esfumándose”.
La lección es entonces que los fantasmas son producto del miedo que está en nuestras mentes, pero apenas lo perdemos, desaparecen. Fue así que el fantasma del tío nunca más regresó.