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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Buen Abad aboga por una Cumbre de Presidentes sobre comunicación

29-05-13-cultura-man¿Qué pasa con la comunicación en América Latina en este momento histórico, donde se pasa revista a su función social?
El enunciado de que estamos en un cambio de época vale para todos los ámbitos humanos, especialmente para el del pensamiento y de  las ideas. Hay paradigmas que están rompiéndose y, bueno, la comunicación no es un campo que está ajeno a esas dinámicas. El problema de la comunicación es un problema humanístico social de nuestro tiempo. El tejido social está constituido por intercambios comunicacionales muy dinámicos, complejos y diversos. Sin embargo, hemos tenido un proceso de empobrecimiento semántico muy grave en América Latina. Nos han usurpado el vocabulario, han empobrecido la palabra y los espacios de expresión. El colonialismo nos ha impuesto sus formas léxicas, sus formas sintácticas, pero los pueblos llegaron a un punto en el que no quieren resistir más esto y por eso es una revolución.

¿De qué forma se presenta esta revolución actualmente?
Lenin caracteriza la revolución como la etapa en la que las hegemonías no pueden seguir siéndolo y hay una transformación desde la base que impulsa este cambio. En materia de comunicación, los pueblos  han sido silenciados históricamente, obligados a hablar en otro idioma, a pensar con otros valores, a interpretar el universo desde otras perspectivas, a violentar sus identidades. Eso está tocando fondo, pues emergen  nuevas insurgencias semánticas, de contenidos, la gran revolución de las ideas; pero esas ideas para expresarse requieren un vocabulario. Hay una intención de hacernos visibles y por eso hay que ganarnos las herramientas de la imagen. Construir una nueva doctrina del pensamiento y de la producción de la imagen para visibilizar las nuevas luchas emancipadoras.  

La derecha está refugiada en los medios de comunicación, desde ahí hacen su ofensivaParecería un pecado, desde la mirada liberal, que sean los gobiernos los que estimulen estos procesos, ¿es tan malo que sea el poder político el que genere el aceleramiento del acceso de la comunicación a los pueblos?
Ahí hay una trampa lógica, pues nos quieren presentar a los gobiernos como instancias que bajan de Júpiter. Pero no. Los gobiernos son emanación de la voluntad de los ciudadanos, legitimados por los votos, por la democracia, por la obediencia política. Por primera vez los Estados no son producto de las oligarquías, sino de la voluntad popular. De manera que no es la concepción burguesa del Estado en donde yo tengo un gobierno que es mi títere, y que actúa como un ente ajeno a la realidad del pueblo. Por ejemplo, la agenda de Rafael Correa no es sino el mandato de esa gente que ha votado por él. No es el caso de otros países como  el mío (México), donde el presidente no salió de la voluntad del pueblo sino de la voluntad de Televisa.

Usted señalaba que “La crisis del sistema se naturaliza en la cabeza y el corazón. La vida pierde toda expresión racional, se impone la desorientación general”. Por lo tanto, plantea la emancipación de símbolos para contrarrestar esa crisis, ¿cuáles serían?  
 El capitalismo es un sistema en crisis permanente. Ahora se agudizó, pues pasó de ese estado de crisis a uno de depredación, y esto se ha convertido en ideología en el sentido de Marx: se crea la falsa conciencia. La producción de falsa conciencia con el capitalismo se logra mediante las máquinas de guerra ideológica que se llaman medios de comunicación, que se encargan de instalarte en la cabeza que la crisis es tuya también y que tienes que ser solidario con el sistema. Es hora de que se caiga el capitalismo y nazca lo nuevo, que sea voluntad social, un proyecto socialista finalmente. En ese sentido, necesitamos que esas luchas emancipadoras tengan producción simbólica y que seamos capaces de representarlas. Por ejemplo, este medio de comunicación (El Telégrafo) es una conquista de un proceso de transformación política, y esa tiene que ser su bandera emblemática. Estos grandes triunfos de la voluntad democrática tienen que estar en sintonía con la nueva expresión política.

También plantea que se debe destruir la propiedad privada para garantizar la plena democratización de los medios de producción, ¿por qué esta posición tan radical?
Porque la propiedad privada es uno de los emblemas de la burguesía y del capitalismo. No se debe confundir la propiedad privada de las herramientas de producción con la propiedad particular, producto del trabajo. La casa que un trabajador construye con su esfuerzo es intocable. En México, en Chiapas, especialmente en zonas rurales, la mortalidad infantil es grave, los niños mueren por enfermedades gastrointestinales que podrían ser previsibles, curables con más planificación y  educación.

Una de las estrategias es lavarse las manos, por que la ingesta de materia fecal es uno de los principales riesgos de esas enfermedades en los niños. Si en Oaxaca, hay dos radio difusoras que son las hegemónicas y, además, son absolutamente indiferentes a ese problema y se dedican a hacer tareas de subordinación, de ofensa, e incluso de racismo y xenofobia, entonces existe la obligación de expropiarlas. La propiedad privada ahí constituye un delito.

¿Cuáles deberían ser las estrategias regionales para enfrentar esa indiferencia, y hasta abuso de los medios de comunicación?
La derecha está refugiada en los medios de comunicación. Cuando atacan a través de estas herramientas nos equivocamos si creemos que es solo una ofensiva contra Rafael Correa, Evo Morales o Cristina Fernández, el  problema real es de seguridad regional. Esta es la categoría dura que hay que discutirla, pues mediante esta ofensiva  han habido golpes de Estado, descarrilamientos. Por lo tanto, insisto en que debe  haber una Cumbre de Presidentes en materia de comunicación, igual como la que se dio en Bariloche cuando denunciaron las bases militares de Colombia.

De igual manera debería ser en materia de comunicación,  donde se discuta una política regional que atienda tres asimetrías: la jurídico-política, porque hay cinco o siete leyes importantes  en el continente, pero todas asincrónicas; la dependencia tecnológica; y finalmente, el problema epistemológico, de contenidos, pues hay miles de facultades que están educando a nuestros muchachos al servicio del modelo mercantil de comunicación. Esto hay que discutirlo continentalmente con urgencia, no solo para defendernos sino para construir una nueva plataforma constitucional que sea regional.

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