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El Telégrafo
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Radiografía de los acuerdos de libre comercio

Radiografía de los acuerdos de libre comercio
13 de enero de 2014 - 00:00

Las experiencias de países de Latinoamérica que han suscrito acuerdos comerciales y tratados de libre comercio pueden ser útiles de cara al proceso que se inicia hoy entre Ecuador y la Unión Europea (UE) para negociar un Acuerdo Comercial Multipartes. Luego de 4 años de que el país se levantara de la mesa de conversaciones y de que los europeos siguieran adelante con Colombia y Perú para firmar posteriormente un acuerdo que rige desde el 1 de agosto del año pasado, Ecuador y la UE retoman los diálogos y hasta el viernes desarrollarán la primera ronda de negociación en Bruselas, Bélgica.

Algunas muestras

Las tortillas de maíz mexicanas forman parte del patrimonio gastronómico del país y están en la dieta diaria de sus habitantes. El cultivo de ese grano es milenario y es considerado el más importante no solo por las hectáreas sembradas, sino por la producción y el número de productores dedicados a él. Sin embargo, este grano que hacia fuera es tan mexicano se ha convertido en uno de los ejemplos emblemáticos del impacto de los tratados de libre comercio (TLC): las importaciones de maíz estadounidense han crecido significativamente desde que hace 20 años se firmó el Tlcan, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Canadá, Estados Unidos y México).

En breve
El 1 de enero de 2014 se cumplieron 20 años de la firma
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan).

El agro mexicano fue uno de los sectores más afectados con el acuerdo que incluye
también a los vecinos del norte
De otro lado, países como Chile, Colombia, Perú y Costa Rica, que impulsan modelos económicos promercado, han incrementado el número de acuerdos de libre comercio y siguen buscando nuevas negociaciones. En el caso colombiano, el Gobierno enfrentó el año pasado una de las mayores movilizaciones sociales de los últimos tiempos, que logró visibilizar al sector agropecuario y sus vulnerabilidades históricas que se agravan con la apertura comercial hacia Estados Unidos y Europa.

Al sur del continente, los países del Mercosur (Mercado Común del Sur), Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y, recientemente, Venezuela, han optado por suscribir acuerdos comerciales solo como bloque (6). Los uruguayos son los únicos que tienen, aparte, un convenio bilateral con México.

En un análisis del número de acuerdos comerciales firmados (en vigor y aún no vigentes, sin contar acuerdos de alcance parcial o de complementariedad) y tomando como referencia el Sistema de Información de Comercio Exterior de la Organización de Estados Americanos (OEA), es posible observar que Chile y Perú encabezan la lista de los países con más convenios suscritos, 17 y 16, respectivamente. Les sigue Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, México y Panamá. En la lista resaltan 2 naciones que no tienen ningún acuerdo de ese tipo: Ecuador y Venezuela. El caso de Centroamérica también llama la atención porque buena parte de sus convenios son de carácter multilateral (gráfico 1).

Los 20 años del Tlcan: “El arte de entregar valores”

A propósito del vigésimo aniversario del Tlcan, que se cumplió el 1 de enero, el diario mexicano La Jornada publicó un especial para mostrar las distintas caras de los sectores afectados por el convenio. La portada de ese día decía: “Tlcan, 20 años de pesadilla económica, dicen ONG”. En el trabajo se exploran las consecuencias del convenio en agricultura, empleo y transporte, entre otros sectores.

En el primer año de vigencia del TLC entre Colombia y EE.UU., las exportaciones colombianas crecieron 3,3% mientras que las importaciones aumentaron 14,6%.

Las 2 grandes economías de Sudamérica, Brasil y Argentina, no han suscrito ni bilateralmente, ni a través del Mercado Común del Sur
(Mercosur), ningún acuerdo de libre comercio con EE.UU. o la UE.

La discusión en un TLC debe enfocarse no solo en aranceles sino en las barreras no tarifarias.
Uno de los informes que más llama la atención es el relacionado con el incremento de la dependencia de México de las importaciones agrícolas. El investigador Timothy Wise, del Instituto de Desarrollo Global y Ambiente de la Universidad de Tufts de Boston, señala que el Tlcan representa para los mexicanos la “entrega de la soberanía alimentaria, con una apertura casi total y nada estratégica”. Ilustra esta situación con el caso de la cerveza y la malta. Las ventas de malta desde Estados Unidos a México crecieron 7 veces durante la vigencia del Tlcan y esa es la materia prima para hacer la cerveza, cuyas ventas “impresionantes” no estimulan la actividad económica de los agricultores, ni a la industria doméstica de la malta, mientras México “se convierte en una maquiladora para embotellar la cerveza. Contribuye con el agua, la cual cuenta el país en volúmenes limitados. Y ya con la compra parcial de los 2 monopolios grandes de la cerveza por parte de empresas extranjeras, ni las ganancias se quedan” en México, señala Wise. “Así ha sido la receta del Gobierno mexicano durante 20 años de un neoliberalismo intransigente. Se ha perfeccionado el arte de entregar valores”, indica.

El investigador estadounidense detalla que estos 20 años de Tlcan han representado un “estado de crisis permanente” para los agricultores, con 2 períodos distintos: “La gran inundación” y “La dependencia costosa”. La primera se refiere al momento en que se desató una oleada de compras de cárnicos y granos provenientes de Estados Unidos, muchos a precios dumping, por debajo de los costos de producción. Y la oleada se convirtió en tsunami cuando el Gobierno mexicano decidió acelerar la liberalización, incluso de productos que tenían plazos graduales de apertura como el maíz.

Wise analizó 8 productos (maíz, soya, trigo, algodón, arroz, carne de res, cerdo y pollo) que compiten con productos mexicanos. “El volumen de las exportaciones creció considerablemente, con un mínimo de 159% en soya y un máximo de 707% en cerdo, entre el promedio 1990-2002 y 2006-2008” (gráfico 2). Esos productos se ven beneficiados por las políticas de subsidios y de otro tipo por parte de Estados Unidos, lo que genera sobreproducción y efectos sobre los precios en México. “Los precios al productor se redujeron drásticamente en todos los productos... Y por los bajos precios, cayó la producción de algodón, soya, trigo y arroz”, dice Wise.

La dependencia de las importaciones en México aumentó en grandes proporciones en los 8 productos. Los niveles de dependencia iniciales ya eran altos a principios de los noventa, pero en 2006-2008 alcanzaron 34% en maíz y 97% en soya. Además, el costo global de las pérdidas en los 8 productos por año se estima en $ 1 400 millones, que equivalen a más del 10% del valor de todas las exportaciones agropecuarias de México hacia Estados Unidos. De otro lado, las pérdidas por el dumping de Estados Unidos rebasan el valor total de las exportaciones de tomate a ese país, que aumentaron vertiginosamente con el Tlcan.

Según Wise, los productores de maíz fueron, “por mucho”, los más afectados, con pérdidas de $ 6 600 millones. En lo que tiene que ver con el mercado laboral, la economía se estancó. Con una pérdida de al menos 2 millones de empleos en el campo y con un crecimiento lento en el sector industrial, la participación de mexicanos en el sector informal creció 57%.

El segundo período del que habla Wise, el de “la dependencia costosa”, se produjo a partir de 2007, cuando se duplicaron los precios internacionales de los cultivos básicos. El costo de la canasta básica aumentó 53% entre 2005 y 2011, estalló el déficit en la balanza comercial agropecuaria, el costo anual de la importación de alimentos subió de unos $ 2 600 millones a unos $ 18 400 millones. En gran parte, las importaciones de maíz causaron el déficit. El alza del precio de ese producto se atribuyó a la expansión de la demanda para producir etanol luego de políticas de apoyo de Estados Unidos para producir agrocombustible.

Wise cree que “como nos han mostrado tanto China como Brasil, se puede abrir la economía estratégicamente, sin desarmarse en sectores importantes. Como hemos mostrado en un estudio reciente, México podría recuperar su autosuficiencia en maíz”.

El balance de un grupo de organizaciones no gubernamentales recogido por La Jornada señala que tras 20 años del Tlcan “ha fracaso en cada una de sus promesas. Más comercio y más inversiones no se han traducido en más y mejores empleos para los mexicanos”.

En lo que se refiere al comercio exterior, La Jornada informa que México quintuplicó el intercambio de mercancías con sus socios Estados Unidos y Canadá. Si solo se toman en cuenta las exportaciones, “Estas también crecieron 7 veces en ambos casos, pero apenas un centenar de las empresas acaparan la mitad de todas las ventas foráneas, de acuerdo con cifras oficiales”.

Quien fue jefe negociador del acuerdo, Jaime Serra Puche defiende el Tlcan y aclara que nunca fue planteado como una panacea económica que iba a resolver todos los problemas sociales de México, pero sí cumplió cabalmente con los objetivos para los que fue firmado: incrementar las exportaciones y tener mayor capacidad de atraer inversión extranjera.

De acuerdo con el exfuncionario, las preocupaciones que había durante la negociación del acuerdo, de que el mercado mexicano se inundaría de productos extranjeros, resultaron “infundadas”, ya que en 1993 México tenía un déficit comercial de alrededor de $ 3 000 millones con Estados Unidos, mientras que hoy hay superávit de más de $ 85 000 millones.

Desde el otro lado de la frontera, Mark Anderson, exsindicalista y miembro de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, comúnmente llamada AFL-CIO, opina que los trabajadores de los 3 países “han atestiguado un incremento significativo en el poder empresarial a expensas de las mayorías. El acuerdo sí tuvo el efecto de incrementar el comercio, pero los beneficios se destinaron completamente al capital, completamente a las empresas”.

Otros casos en Latinoamérica

La controversia en torno a los tratados de libre comercio está presente desde por lo menos los años noventa, en pleno auge del neoliberalismo, que era alentado por el llamado Consenso de Washington. El economista Hugo Jácome, coordinador del libro El retorno de las carabelas: Acuerdo Comercial Multipartes entre Ecuador y la Unión Europea, recuerda que en esa época “para los países del Norte global, en especial Estados Unidos, no fue suficiente propiciar el libre comercio al interior de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Por eso resultó urgente, desde sus intereses, acelerar por otras vías –Iniciativa para las Américas, ALCA o TLC– los procesos de desgravación arancelaria y flexibilizar o superponerse a las regulaciones y marcos constitucionales de los países del Sur global para acelerar el libre flujo de mercancías, servicios e inversiones de las grandes empresas transnacionales hacia estos países”.

Para determinar la vulnerabilidad de los países frente a un TLC, el Claes (Centro Latino Americano de Ecología Social) con sede en Uruguay, diseñó un indicador utilizado en el estudio Dos caminos distintos: tratados de libre comercio y procesos de integración, de Eduardo Gudynas. El indicador señala que los países con mayor exportación de commodities, que dependen de unos pocos productos exportables y los más endeudados, son más vulnerables. La lista la encabeza Nicaragua, le sigue Ecuador y en último lugar (menos vulnerable) está Uruguay (gráfico 3).

Una de las voces más críticas ha sido el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, quien opina que los TLC contribuyen a aumentar las desigualdades en países en desarrollo. “Son muchos los vínculos entre la globalización y el aumento de la desigualdad. Uno de los más evidentes son los acuerdos comerciales, en los que se privilegia la liberalización del flujo de mercancías y se impide el libre tránsito de trabajadores”, dijo en 2011.

“Esos acuerdos aumentan la capacidad de negociación del capital sobre la mano de obra, reducen los salarios e incrementan la desigualdad”, aseguró Stiglitz, ex vicepresidente del Banco Mundial y asesor económico de la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton.

Pese a las críticas, países como Colombia, Perú y Chile buscan más y más negociaciones para suscribir TLC que les permitan aumentar exportaciones e inversión extranjera. El gráfico 4 muestra las últimas cifras de la Comisión Económica para América Latina sobre inversión extranjera directa (IED). México, tan golpeado en el sector agricultor muestra el mayor crecimiento, de 158%, entre el primer semestre de 2012 y 2013.

La revista Dinero de Colombia hizo un recuento del “gancho” que esos acuerdos representa para la IED. Por ejemplo, el TLC con Estados Unidos, que empezó a regir en mayo de 2012, motivó la llegada de 30 proyectos con una inversión de $ 1 293 millones y 6 778 nuevos puestos de trabajo. El acuerdo con la Unión Europea permitió que 14 compañías “consoliden” su llegada al país con una inversión de 318 millones. Y en el caso de Canadá, entre agosto de 2011 y octubre de 2013 se iniciaron 13 proyectos con $ 527 millones en inversión.

Pero las bondades de un TLC en materia de inversión extranjera también deben analizarse tomando en cuenta el tipo de inversión en términos de generación de empleo, transferencia de tecnología y réditos a los países.

Respecto a la balanza comercial durante el primer año de aplicación del TLC, Estados Unidos arrancó “con ventaja”, según diario El Tiempo de Bogotá. Las exportaciones colombianas crecieron 3,3%, mientras las importaciones aumentaron 14,6%. En ese marco, entre los sectores más sensibles, por las consecuencias del TLC con Estados Unidos, están el agrícola (especialmente, arroz), lácteo y avícola.

“Como era totalmente previsible, los primeros daños se dan en la agricultura, donde el país renunció a los aranceles y aceptó los subsidios de Estados Unidos. Las importaciones agrícolas aumentan 50%. La gradualidad del desmonte en los aranceles fue eludida por la vía de los productos finales y por los contenedores con aranceles cero. En la industria los efectos se presentan en todos los niveles, incluso en los sectores emblemáticos. Desde antes de la firma del tratado, el país está abocado a una importación masiva de textiles ... Por lo demás, el sector externo muestra claros signos de debilitamiento. Las importaciones crecen más del doble que las exportaciones; el déficit en cuenta corriente aumenta progresivamente y amenaza con superar el 4% del PIB. Así las cosas, la economía se torna cada vez más dependiente de la inversión extrajera y del modelo minero”, escribió Eduardo Sarmiento, reconocido economista, columnista de diario El Espectador y profesor de universitario. Y apunta que los beneficios del tratado se reducen al abaratamiento de las importaciones.

Por último, si bien buena parte de Latinoamérica tiene acuerdos con Europa y Estados Unidos, 2 grandes economías de Sudamérica como Brasil y Argentina no cuentan con convenios de libre comercio, ni con EE.UU., ni con la UE, y les ha ido, incluso mejor, que a países que sí los tienen. Alejandro Rebossio, columnista del diario español El País concluye que “sin libre comercio, Brasil y Argentina exportaron más a la Unión Europea que Chile y México” que sí tienen tratados. Un ejemplo: entre 1999 y los primeros 11 meses de 2011, las exportaciones mexicanas a la UE crecieron un 238,8% y las importaciones desde allí aumentaron 163,5%. En comparación, Brasil elevó un 285,4% sus ventas externas hacia la UE, más que México, y las importaciones crecieron 209,6%. Brasil y Argentina lograron pasar del déficit con la UE en 1999 a superávit. México, en cambio, sigue con cifras en rojo.

El Mercosur ha mantenido, sin éxito, conversaciones con la UE para un acuerdo comercial. Ante ello, el Centro de Comercio Global e Inversiones de la Fundación Getulio Vargas (Brasil), analizó esa posibilidad para el caso de Brasil y en un estudio hizo hincapié en la necesidad de mirar no solo la reducción de aranceles sino las barreras no tarifarias (aduaneras, técnicas y fitosanitarias). “Brasil solo ha mirado las tarifas y el impuesto de importación, pero en esos mercados las tarifas son tan bajas. Es necesario negociar las barreras no tarifarias, que son las que impiden hoy en día la entrada de un producto”, dijo Vera Thorstensen, una de las autoras del informe, citada en el diario económico Valor. “La discusión es completamente diferente”, añadió, debería estar encaminada a negociar acuerdos de reconocimiento mutuo, así los productos ya serán considerados dentro de los padrones y reglas establecidos para que entren sin pagar nada y sin pasar por órganos de reconocimiento local.

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