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Paraísos fiscales: refugio de dineros opacos (I parte)

Paraísos fiscales: refugio de dineros opacos (I parte)
04 de noviembre de 2013 - 00:00

Un 50% de las exportaciones mundiales pasan –virtualmente- por unos diminutos “anti-estados”. Más de 32 billones de dólares estarían depositados en los llamados paraísos fiscales (infiernos populares, con más propiedad). La mitad de esta astronómica cifra pertenecería a 92 mil anónimas personas. Cerca de 280 mil millones de dólares sería el perjuicio tributario derivado de la exención aplicada en estos refugios fiscales a favor de las inversiones extranjeras.

Nula o bajísima tributación para no residentes, criterio de territorialidad, hermetismo total en la información, predominancia de los servicios financieros (sin ninguna base productiva sólida) caracterizan a los paraísos fiscales y a los regímenes preferentes. Una enorme infraestructura hotelera y de servicios financieros (off shore) pintan gráficamente a un paraíso fiscal. Aprovechando la exención de los “tax heaven”, bajo la modalidad de los llamados “precios de transferencia”, la mayor fuga de capitales, sobre todo de los países productores de materias primas, se realiza mediante la intermediación de empresas instrumentales (“empresas pantalla”) domiciliadas en paraísos fiscales, que se encargan de pulverizar la tributación que deben pagar los exportadores en el país en el que se genera la renta.


La plata se queda ahí protegida por el sigilo bancario y por el velo societario. Parte de tales fondos ingresa a ciertos países en forma de inversión extranjera. A este dinero se suman los más variados fondos que provienen de una serie de inconductas y delitos como la evasión tributaria, el narcotráfico, el tráfico de personas o de armas, el desvío de fondos públicos, el peculado bancario. “Proxis”, testaferros, nombres ficticios de accionistas, consejeros de sociedades (fundaciones, trusts o fideicomisos) son categorías “profesionales” frecuentes en los paraísos fiscales. Ellos se encargan de custodiar, depositar e invertir los fondos-botín obtenidos por evasores, dictadores, atracadores, traficantes (de drogas, de personas, de órganos). La operación lavado comienza con la colocación (prelavado) de los fondos.


Basta oprimir una tecla de algún banco, para que se efectúe la transferencia y unos cuantos días para que conste a nombre del destinatario. Luego vendrá el rebobinado que reconvierte los fondos utilizando las cámaras de compensación. Finalmente, los capitales quedan lavados e integrados, listos para el “legítimo” uso. Mientras tanto, los beneficiarios directos, autores (materiales e intelectuales) cómplices y encubridores, pasean impúdica y libremente, vestidos de frac… Y les encanta que los traten de “¡SEÑORES!”.


La libre circulación de capitales, la flexibilización financiera y la apertura comercial, que caracterizan a la globalización, construyen el escenario ideal para el fortalecimiento de los paraísos fiscales. En la medida en la que el mundo, sobre todo quienes detentan el poder global, no tengan la voluntad y la decisión ética y política de colocarle una potente luz a la opacidad que brindan los paraísos fiscales, continuará la fiesta de los dineros de dudosa o ilícita procedencia.

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