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Pasión por la belleza. Sobre Arenas movedizas, de Junichiro Tanizaki

Pasión por la belleza. Sobre Arenas movedizas, de Junichiro Tanizaki
22 de septiembre de 2014 - 00:00

En medio de la rígida sociedad japonesa, que observa los rituales y el cuidado de la reputación, se desarrolla la historia de una obsesión por la belleza. Sonoko y Mitsuko, dos mujeres inscritas en una escuela de arte, comienzan una relación que sobrepasa lo políticamente correcto y el mundo a su alrededor comienza a desmoronarse.

Sonoko, una mujer casada, es quien nos cuenta, en primera persona, la historia de su pasión por Mitsuko, una aristocrática joven casadera, deseada por su hermosura y rango. Mitsuko, también, es la imagen viva de la belleza, su rostro ha inspirado a Sonoko para  pintar el retrato de Kannon, la diosa de la misericordia, y este nexo establecido mediante el arte, gracias a la contemplación y adoración de la imagen estética, es lo que unirá a los personajes, más allá de la desesperación y la muerte.

Ambas mujeres caen en períodos de celos, lloran, escriben sobre su pasión en cartas edulcoradas, se desnudan una frente a la otra, pero no frente al lector. Ese acto hábil y pudoroso de parte del narrador solo nos permite intuir lo bello en los cuerpos femeninos, la suavidad que se desata en el encuentro de una mujer con otra. Su relación es tan estrecha y sutil, que ambas pueden intercambiar ropas y llamarse la una a la otra ‘hermana’, en medio de una situación que va tornándose tensa hasta límites insoportables. Mitsuko, sin embargo, parece ser la artífice de toda la tragedia que se gesta a su alrededor, un personaje magistralmente construido para que manipule su entorno, plenamente consciente de su belleza y del influjo de esta en los demás.

La irrupción de los hombres en esta historia se muestra como el contrapunto para la delicadeza del amor homosexual entre Sonoko y Mitsuko. El marido de una y el novio de la otra no son sino personajes que exigen y persiguen a ‘sus’ mujeres, situando la vida de todos en forma de una estrella de cuatro puntas, el símbolo de la esvástica, manji, en japonés, que corresponde al título original de la novela. Hombres y mujeres se enfrentan desde orillas opuestas, muestran sus habilidades, honestas y viles, para conseguir el amor, o lo que ellos consideran como tal y que no es sino una manifestación rabiosa de sus pasiones, de su ansia de poseer la perfección estética encarnada en la maliciosa Mitsuko.

Arenas movedizas, acertado título que le otorgó el traductor a esta novela, responde precisamente al estado en que se encuentran los personajes, no solo Sonoko —aunque ella misma denuncie su condición—, pues sus deseos los han llevado a ese terreno peligroso donde la sociedad vigila el comportamiento de sus ciudadanos, al tiempo que los alienta, en secreto, a anhelar, obsesivamente, la belleza sobre todas las cosas, incluso sobre las convenciones sociales.

Incluso sobre la muerte.

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