Mujeres de cuerpos extraños
Aún recuerdo los antiguos programas de magia que pasaban por televisión. El mago introducía en una caja a una mujer y luego la cortaba en pedazos, no contento con eso, la atravesaba con espadas, para luego separar cada parte de su cuerpo. Era un espectáculo que cautivaba, la mujer sacaba sus manos para saludar y sonreír sin muestras de dolor; y al final sus pedazos se volvían a juntar, pero ¿qué hubiese sucedido si no era reconstruida?, ¿al menos no de la manera correcta?
Guadalupe Nettel (México 1973) escribe sobre su ojo, ese ojo que no encaja con la “normalidad” del mundo. Ese ojo es el enigma que ronda sus textos. Mario Bellatin escribe sobre su brazo ausente, y también escribe sobre la pierna que le amputaron a Frida Kahlo (México 1907-1954). Él se refiere a la prótesis como un jardín público. Un jardín para ser cuidado, ataviado y exhibido públicamente. Esa falta o ‘aberración’ del cuerpo no tiene que ser ocultada. Está ahí para ser mostrada, para ser admirada. Flannery O’Connor (EE.UU 1925-1964) tenía una fascinación por las aves, crió pavos reales, y usó muletas debido a un “problema” con sus piernas; en su cuentoLa buenagente del campohay una joven a la que le falta una pierna, tiene una prótesis en su lugar, y un chico se la roba. Este ladrón roba pedazos de cuerpos, también robó el ojo de vidrio de otra mujer.
Diamela Eltit (Chile 1949) escribe sobre cuerpos, y hace de ellos lo que Gilles Deleuze diría un CsO, un cuerpo sin órganos; que es algo así como la desorganización del orden en que se ha organizado el organismo. Una fuga del cuerpo de su espacio cerrado. Por ejemplo, ver por los ojos es un orden, orden dada a los ojos durante miles de años; ver por la piel (se asegura que es posible) es el estallido del antiguo orden. Pareciera que el orden cada vez es más dictatorial, y que cada vez fuesen más los obstáculos para subvertirlo. El cuerpo recorre una y otra vez sus lugares comunes. Eltit, rompe los cuerpos, desbarata su filiación en relación a cualquier orden; y así como el cuerpo se rompe, lo hace el lenguaje.
Louise Bourgeois (Francia 1919 - EE.UU. 2010) hizo unas esculturas de tela a manera de monigotes con la ropa de su madre muerta. Sus Mujeres-casa, representan cuerpos femeninos que cubren sus cabezas con casas, algo así como una Alicia (la de Carroll), crecida y crecida, hasta casi reventar una casa.
Lygia Clark (Brasil 1920-1988) construyó unos aparatos-esculturas-máscaras que propiciaban nuevas formas de relacionarse con otros y con el propio cuerpo. Los sentidos eran puestos a trabajar en direcciones impensadas y el arte podía convertirse en cura. Cindy Sherman (EE.UU. 1954) se ha retratado infinidad de veces con toda clase de artilugios, disfraces y maquillaje, sus identidades son múltiples, como una matrioshkaque se reproduce de forma no repetitiva. Beatriz Preciado (España 1970) escribe sobre lo queer, tiene bigote y experimenta con hormonas masculinas. Su “ensayo corporal” pretende revertir el poder de los fármacos, su industria y la patologización médica. A Eva Perón (Argentina 1919-1952) la muerte le dio un cuerpo muy ajetreado, su cuerpo fue embalsamado y fue objeto de maquinaciones e intrigas políticas. Es un cuerpo que se convirtió en mito. En un cuerpo de maravilla.
El territorio del cuerpo no se termina en el cuerpo, la presencia de cuerpos “anómalos”parecerían querer hablarnos de lo que se le ha escapado u olvidado al cuerpo construido desde el individuo moderno. Porque este actuar de la naturaleza “contra sí misma”, estos “males genéticos”, (...) permiten asociaciones distintas a la de la ciencia y el EstadoLa Virgen también tiene un cuerpo poco común, asciende a los cielos y puede tener un corazón en llamas fuera del cuerpo. Pero todas, alguna vez durante el sueño, habremos vivido la magnificencia del cuerpo, habremos tocado la hierba seca y de la mano, visto surgir un pequeño fuego para prender el campo. O nos habremos convertido en animal y ante la cercanía del perseguidor ver nuestras manos transformarse en veloces patas delanteras, y habremos sentido ese antiguo poder recuperado, porque el perseguidor habría sido burlado.
El territorio del cuerpo no se termina en el cuerpo, la presencia de cuerpos “anómalos” parecerían querer hablarnos de lo que se le ha escapado u olvidado al cuerpo construido desde el individuo moderno. Porque este actuar de la naturaleza “contra sí misma”, estos “males genéticos”, estos “accidentes”, estos “cuerpos deformes” permiten asociaciones distintas a la de la ciencia y el Estado. Las actuales estructuras que analizan el cuerpo son finitas y cerradas. Se ha impuesto un molde sobre nuestro cuerpo, pero la autonomía o llámese desobediencia lograda a través de lo artístico es fundamental ante la ausencia del mito.
Un verdadero dueño del cuerpo es el que lo hace suyo a través de un riesgo, de un caminar sobre el borde de las cosas, de los espacios, de las palabras. La monotonía de los grises de los trajes enfunda de cobardía a los cuerpos, y sus vías de escape no son aceptadas, no se le permite la palabra al cuerpo, el esparadrapo es puesto en cada punto de fuga, la leche no puede tornarse en sangre y viceversa, los viaductos de circulación no admiten transmutaciones. Los pequeños cuerpos en que hoy vivimos necesitan de lo extraño para volver a zonas de olvido.
Y cuando las heridas, los cortes y las magulladuras hechas en la carne visible, o en la invisibilidad interior del cuerpo puedan convertirse en rosas, y las carnes oscuras contaminen a las más claras, y las extremidades y dientes ausentes puedan convertirse en oro; y cuando la mirada que dirigimos a esas “anomalías” sea como unos ojos dirigidos a lo divino, podremos volver a decir que el cuerpo nos pertenece.
El cuerpo único materializa relaciones secretas, inadvertidas, inauditas e imposibles, pero que dan paso a un re-encantamiento de este mundo. Pero el cuerpo no es artístico por anómalo, la artisticidad se la da una conciencia, una voluntad de quebrantamiento, que a diferencia del mero “adorno” artístico o del producto estetizado, no desea una brillantez de fantasía, sino la capacidad de sublimar el rechazo hacia lo monstruoso.
Porque estos cuerpos extraños albergan almas más extrañas aún.