Memoria Social y Patrimonio Cultural Inmaterial en Quito
El presente artículo constituye un valioso insumo para reflexionar sobre política pública cultural en el marco del Primer Congreso Distrital de las Culturas y en la formulación de la Agenda Distrital de Gestión de la Cultura de Quito al 2022
El Patrimonio Cultural Inmaterial y la Memoria Social
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Patrimonio Cultural Inmaterial? Según la Convención para la Salvaguarda del mismo realizada en 2003 por la Unesco, es el conjunto de todas las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades que las comunidades transmiten de generación en generación. Estos elementos son constantemente recreados en respuesta a un entorno: la interacción con la naturaleza y su historia; de ahí que proporcionen sentido de identidad.
Dado su carácter intelectual y sensitivo, el patrimonio cultural inmaterial se manifiesta a través de expresiones orales y gestuales específicas: expresiones artísticas, bailes, comparsas, escenificaciones de mitos y demás actividades de carácter ceremonial. En estos rituales la oralidad juega un papel preponderante, pues interconecta y transmite esas tradiciones a través de cantos, poemas, cuentos y leyendas.
En tanto dichas manifestaciones expresan recuerdos de la trayectoria histórica de una comunidad, son parte de la memoria social. Esta deviene así en componente fundamental del patrimonio cultural inmaterial y, en la medida que la memoria supone el registro y la conservación de los recuerdos a través de imágenes, documentos, audios y conocimientos, contribuye notablemente a la construcción de referentes de pertenencia.
La importancia social y cultural de la Memoria
Tan solo después de experimentar el olvido, los individuos son capaces de apreciar el recuerdo. Sin memoria el hombre vive apenas el momento. El recuerdo es la condición imprescindible para la conciencia de uno mismo, sacándonos, al mismo tiempo, de la nada. Sin memoria, la identidad se desvanece.
Pero no solo a nivel individual sino en la vida social misma, la memoria ocupa un lugar central, en la medida que garantiza el saber, la permanencia de las convenciones que regulan la convivencia, las alianzas entre los hombres. Sin memoria no hay vínculo social. Las sociedades construyen su identidad a partir del deber o necesidad de la memoria.
Joel Candau en su libro Antropología de la Memoria, señala que si bien la función principal de esta es la actualización del pasado, no hay duda que el recuerdo de los tiempos idos es un desafío lanzado al futuro que consiste en hacer un balance hoy de lo que uno hizo y de lo que podría haber hecho. El entusiasmo contemporáneo por la memoria no es por tanto un gusto exclusivo por el pasado, sino que responde a una preocupación por el futuro.
Hasta fines del s. XX era patente en las sociedades latinoamericanas una situación de des-pasadoización y desapropiación de la memoria, las tradiciones y del patrimonio cultural inmaterial en general; situación que afectaba principalmente a las nuevas generaciones. Esta situación si bien está empezando a revertirse en los últimos años, aún permanece en las grandes ciudades del continente como Quito. El fenómeno de desapropiación de las tradiciones y del patrimonio cultural inmaterial supone en definitiva la ruptura del círculo virtuoso de transmisión transgeneracional, de información cultural e histórica que, hasta unas décadas atrás, fluía normalmente de viejos a jóvenes.
Lineamientos y estrategias para una adecuada gestión de la memoria y el patrimonio cultural inmaterial en Quito
Una nueva mirada sobre la ciudad
En los discursos acerca del significado histórico y cultural de Quito y de la quiteñidad, generados desde el poder local y la intelectualidad vinculada a la élite social, desde la década de 1930, es por demás notorio un acentuado hispanismo, en virtud del cual, la ciudad se presenta como un producto logrado de la empresa civilizatoria ibérica.
Desde esta óptica, Quito y los rasgos que la definen, serían parte de la cultura hispánica implantada en el Nuevo Mundo. La impronta ibérica resultaría incuestionable y para ello se citan ejemplos concluyentes: la presencia innegable de la religión y la cultura católica; el uso de la lengua castellana o las costumbres de la alta sociedad.
Al mismo tiempo, la historia de la ciudad resulta la suma y narración de los hechos más notables protagonizados por los conquistadores y las personalidades descollantes de la colonia, al extremo de eclipsar los sucesos vinculados a la Independencia, recientemente puestos en justo realce gracias a la celebración de los 200 años de la proclamación de independencia del 10 de agosto de 1809.
Tal es la sobrevaloración de los periodos vinculados a la llegada de los españoles y su afincamiento, que cuando se piensa en el pasado remoto de la ciudad, automáticamente se rememora la época colonial. No podía esperarse menos, cuando se enseña y proclama que la ciudad fue fundada por los españoles en la fecha de su ocupación.
El hispanismo en el que se sustenta el discurso dominante de la ciudad, permite explicar la abundancia de monumentos dedicados a los conquistadores, así como la titulación excesiva de calles y plazas con los nombres de una infinidad de funcionarios coloniales e incluso de los verdugos de los patriotas, en contraste con los contados monumentos dedicados a los líderes de la independencia o la denominación de callejones y pasajes insignificantes bautizados con los nombres de importantes protagonistas indígenas del pasado prehispánico, colonial y republicano.
“...la historia de la ciudad resulta la suma y narración de los hechos más notables protagonizados por los conquistadores y las personalidades descollantes de la colonia...”Sin duda, estos son claros indicios de un vergonzoso culto al invasor, a la vez que son pruebas por demás claras de una visión evidentemente sesgada y parcializada, en pro de unos actores históricos y en contra de otros protagonistas de la historia de Quito; a favor de un legado que ha sido realzado en demasía al precio de olvidar y minimizar el resto de las herencias histórico-culturales ancestrales. Se trata de una visión y actitud cargadas de complejos; de una posición insana, injusta e incongruente con la realidad de una ciudad que fue la cuna de la independencia de España; de un entorno que fue y es plural, diverso y, por lo mismo, contendor de una gran riqueza social, étnica, cultural e histórica.
Hoy sabemos que tal visión fue parte de un proyecto de la élite social conservadora de inicios del s. XX, en respuesta al proyecto liberal alfarista nacionalista. Se trató de una propuesta que reinventó e imaginó a la ciudad al gusto y medida de aquella élite social; proyecto que con todo acierto ha sido llamado “la invención hispánica de Quito”.
A estas alturas de la historia, es tiempo de archivar el caduco discurso hispanista sobre Quito y reemplazarlo con otro elaborado desde una actitud inclusiva, intercultural, democrática y respetuosa con los diversos legados histórico-culturales de la ciudad.
No se trata de forjar una posición, discurso o actitud anti-hispana que desprecie el aporte español ni lo minimice, sino de construir una apreciación que basada en el aporte de las ciencias humanas y sociales, justiprecie las herencias mediterránea, indígena y africana, al mismo tiempo que ponga en realce y torne comprensible la dimensión cultural mestiza.
“A estas alturas de la historia, es tiempo de archivar el caduco discurso hispanista sobre Quito y reemplazarlo con otro elaborado desde una actitud inclusiva, intercultural, democrática y respetuosa con los diversos legados histórico-culturales de la ciudad”.Es hora de valorar la presencia inca en la ciudad, la misma que ha sido permanentemente escamoteada o minimizada en razón de prejuicios nacionalistas. Es necesario superar aquella memoria anti-inca que fuese creada por los conquistadores españoles para justificar la empresa del avasallamiento a las sociedades locales a nombre de su supuesta liberación de los “advenedizos incas”. Memoria que fue acogida e institucionalizada por el nacionalismo a raíz de los conflictos fronterizos con el vecino país del Perú. La superación de dicha ideología debe realizarse en nombre de la verdad histórica y, en segundo lugar, como un elemental homenaje a personajes tan descollantes como Atau Wallpa y Rumi Ñawi. Es hora de tener en cuenta las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas propiamente científicas que permiten concluir que la ciudad fue fundada por Tupak Yupanki en el último tercio del s. XV. La valoración de la huella inca resulta además, una necesaria terapia psicosocial y un paso en firme en aras de fortalecer la paz e integración de los pueblos en el área andina.
Sin embargo y al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que el nuevo discurso referencial que exige la ciudad, no puede quedarse atrapado en el pasado remoto sin tener en cuenta el pasado reciente y el presente. Así como es necesario poner en valor el legado indígena prehispánico, subestimado por la visión hispanista, es necesario visibilizar a las castas coloniales, a los indígenas actuales, olvidados y despreciados; al mismo tiempo que es fundamental destacar el papel que han cumplido los inmigrantes provincianos en la construcción de la ciudad y de la sociedad urbana.
Catedrático, escritor e investigador especializado en temas relacionados con el mundo andino: identidades, mestizaje, mitologías e historización de las culturas populares.
Ha realizado estudios de Sociología, estudios de la cultura e historia andina. Es autor de obras que han tenido una favorable acogida por la crítica y han contado con el beneplácito del público como: Los mestizos ecuatorianos y las señas de identidad cultural (4 ediciones y varias reimpresiones).y, recientemente: El Cholerío y la gente decente. Estrategias de mestizaje y blanqueamiento en Quito.
Actualmente, es uno de los más entusiastas impulsores de la historia local en el país, así como de la recuperación y difusión del patrimonio cultural inmaterial y la memoria colectiva preservada y desarrollada por diversas comunidades urbanas y rurales.Se trata, por tanto, de adoptar una visión holística, total y abarcadora acerca de la ciudad, su historia y su realidad cultural, para de esta forma, superar las actitudes segregacionistas y discriminatorias. En este sentido, es de fundamental importancia redefinir los criterios de pertenencia a la ciudad. No pueden seguir siendo considerados como “quiteños” únicamente los nacidos en la ciudad, sino quienes han decidido convertir a Quito en su residencia permanente o temporal. Teniéndose en cuenta que el acto de nacer, resulta tan importante como el hecho de escoger un lugar de residencia, el escenario para ejercer la vida y realizarse como sujeto y ciudadano.
Esta nueva perspectiva acerca de la ciudad, garantizaría la salvaguarda no solo del patrimonio colonial sino también prehispánico, del patrimonio material, inmaterial y, en especial, del patrimonio vivo; así como la promoción no solo de la alta cultura sino de las culturas populares tradicionales y no tradicionales en todo el Distrito Metropolitano de Quito.
La recuperación de la memoria colectiva y la reapropiación del patrimonio
En virtud de la situación existente en torno a la memoria social y el patrimonio cultural inmaterial en el D.M.Q, es urgente y vital, la definición, desarrollo y fortalecimiento de políticas públicas destinadas a la recuperación y difusión de las memorias colectivas, para contribuir al registro, rescate, revalorización, conocimiento y reapropiación del patrimonial cultural inmaterial de Quito, a la vez que dicha acción permite conocer de una manera más amena, vital y entrañable la historia de la ciudad. Sin duda, estas acciones repercutirían de modo directo en la afirmación de los lazos de pertenencia de todos quienes han decidido hacer de Quito su lugar de residencia. Se requiere por tanto que, las instancias comprometidas con la promoción cultural, jueguen el papel de mediadores entre las viejas y nuevas generaciones, para contribuir de esta manera, a restablecer el libre flujo de transmisión de valores culturales e información histórica entre ellas. Solo de esta manera, el círculo virtuoso de transmisión transgeneracional podrá ser restablecido, asegurándose de esta forma la reproducción cultural y la conservación de una elemental memoria en la sociedad.