Publicidad

Ecuador, 07 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Los problemas de morir dos veces (texto inédito para El Telégrafo)

Los problemas de morir dos veces (texto inédito para El Telégrafo)
23 de marzo de 2015 - 00:00

Voy a contarles algo que les parecerá un sueño de opio, es decir, la triste historia del cándido autor y su imaginación desalmada, por la cual se corren riesgos tan graves como ir a dar al cielo por las puras, como se dice vulgarmente, esto es sin culpa alguna, a sabiendas de que nada es verdad ni es mentira como dice el bolero y que todo lo que inventamos es cierto (si esto no fuera verdad no andaríamos ahora volando de un lado para otro ni existiría TAME, peor BRANIFF o PANAMERICAN).

 

La primera muerte del Cándido Eréndiro por culpa de su imaginación (¿abuela?) desalmada se resuelve en la Tierra y es fácilmente admisible.

 

Anda a pie, no anda volando, no pasa de una estructura sólida (no viene de soledad, pero podría) a una gaseosa o etérea, inconsútil pues, angelical.

 

Pensemos en el siguiente cuadro. Un moribundo en su “lecho de dolor” recibe visitas de seres queridos, coidearios y colegas. Su mujer atiende a los visitantes, estos le saludan, le hablan, algunos le besan.

Ahí está el futuro cadáver, porque se va a morir, eso es impajaritable, diría el montuvio (con v, por favor). Y el hombre no tenía enemigos. No hay riesgo.

 

Lo enterrarán, lo recordarán, lo irán borrando poco a poco hasta convertirlo en olvido.

 

Mientras tanto abramos un paréntesis para rebatir la afirmación femenina de que la creación del habitante humano fue machista porque la mujer fue solo una costilla del hombre, pero abramos otro para destacar que Adán es Nada y que más sólida es una costilla de algo, que nada de nada.

Punto y basta de hablar mierda. Punto y coma de lo mismo.

 

Y haga una dieta de puntos suspensivos, no vaya a ser que nos empachemos de caca.

 

                                                                                         ***

La segunda muerte del Cándido Eréndiro y su imaginación desbocada (no da lo mismo desbocada que desalmada como tampoco filiporte que picaporte, aunque ambas tengan que ver con el porte, esto es, con el tamaño, pero también con la elegancia (porte).

 

Pero volvamos al tema que nos interesa y está lleno de amenazas, como la de ir por las puras al cielo, con todos los riesgos que esto implica.

 

He muerto, no me cabe duda, y debo referirme a la segunda transición del pobre Eréndiro. Oigo una voz de ultratumba que anuncia: “Va a venir fulana”. No puede ser, protesto, ella está muerta, Pero avisó que viene, insiste la voz del más allá.

 

Seguro de su muerte el Cándido Eréndiro espera, bien cerrada su bocaza deschavetada. No quiere sorpresas y guarda silencio para no meter la pata.

 

Así, permanece calladito, cachondo (eso no puede controlarlo, es su estado natural).

 

No sabe qué, pero espera.

 

De repente, una delicada ráfaga de amor y ternura se apodera de él y se lo lleva al Cándido Eréndiro al cielo.

 

Todo bonito ahí. Elegante, cómodo, aseado, perfumado, una maravilla donde solo cabe aburrirse, que es otra forma de morir.

 

   Seguro de estar muerto Eréndiro busca en esa nueva vaguedad las señales de su tránsito, la esencia misma de su ausencia; pero no ve nada, ni el menor vestigio de su alma, ni siquiera un poquito de tristeza, solo la atroz vergüenza de ser un signo de interrogación lanzado al vacío.

 

No hay nada hacia allá, no hay destino.

 

Pero hay un pueblo en España que se llama Teverga. No tiene por qué sorprendernos entonces que un comerciante manabita le haya puesto Prepucio a su hijo.

 

No me cabe duda. No hay que buscar hacia allá, donde no hay nada, sino hacia acá, que es todo.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media