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El Telégrafo
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De las palabras a los hechos

Lo que se dice en los medios y lo que no

Lo que se dice en los medios y lo que no
26 de septiembre de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo

Desde que el hombre tiene conciencia de su capacidad de comunicarse con la palabra, esta se ha situado en un lugar muy importante. La palabra sirve, de cierta manera, para hacer visible aquello que existe o incluso aquello que falta. Los seres humanos, en nuestros distintos idiomas, hemos creado palabras a partir de numerosas interpretaciones, basándonos en las formas de los objetos, los sonidos que emiten, las similitudes que conservan con otras cosas. La palabra tiene un poder inmenso para dar vida y existencia a lo que nos rodea. A través de la palabra ha sido posible conocer realidades que nos son ajenas, acercarnos a los otros desde diversas perspectivas y dar a conocer nuestras ideas. Pero al mismo tiempo tiene la capacidad de destruir esos puentes, de eliminar cualquier manera de acercarnos al otro. De ahí la necesidad de tomar en cuenta lo que se dice y lo que no.

La palabra también puede servir para ocultar, disimular y eliminar, y esto es muy evidente en el caso del discurso político y mediático. Parece insensato ubicar en el mismo costal a ambos tipos de discurso, pues el político, tan desprestigiado, se asocia casi siempre con la demagogia y el ataque al otro. El mediático, por el contrario, suele asociarse con la objetividad y la pluralidad. No obstante, muchas veces el discurso mediático adquiere una dimensión política. Aclaro: no me refiero a política en el sentido del interés por los asuntos públicos, sino a lo grave que resulta que el discurso de los medios sirva como un instrumento a favor o en contra de intereses particulares, sean gubernamentales, empresariales o incluso religiosos.

Lamentablemente, en los grandes medios de todos los países, suelen ser muy notorios los intereses empresariales y la filiación política de sus dueños. Y el modo de usar las palabras es una clara muestra de esto. Si no me cree, compare dos medios (impresos o visuales, no importa) y mire cómo se trata en cada uno un mismo hecho o el espacio que se le dedica. Aunque sea la misma realidad, la forma de tratarla en medios con distintas posturas políticas es evidente. Las palabras que se eligen no son producto del azar, sino que guardan tras de sí una intencionalidad. La importancia que se da a un actor dentro de una noticia, el fragmento de sus declaraciones que se elige, la manera de contar el hecho, el tiempo o el espacio que se le dedica, todo, tiene una razón que un lector ingenuo o desprevenido suele pasar por alto.

Otra manera de evidenciar el discurso político de los medios es aquello que se oculta. Muchas veces seguramente hemos notado que un medio dedica mucho espacio y varias ediciones a la investigación de un tema, mientras otro apenas lo nombra o ni siquiera lo hace. Hay situaciones que en unos medios ocupan páginas completas mientras en otros apenas se tratan en un corto. Hay hechos en los cuales se nombra a los implicados con nombre y apellido, y otros en los que se hace una vaga referencia a ellos. Nada de lo que nos muestran (o no) los medios carece de interés. Tal vez como lectores no podamos hacer que las políticas de los medios cambien, pues estas generalmente están definidas desde la creación de estos, pero es nuestro deber acercarnos a lo que leemos con ojo atento, crítico, sin dejarnos ‘comer el cuento’. Afortunadamente, en la actualidad es posible atender a esta cantidad de voces y asumir posturas propias.

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