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La última oportunidad, sobre Cien años de soledad de Gabriel García Márquez

La última oportunidad, sobre Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
29 de junio de 2015 - 00:00

Hace poco, durante la última Feria del Libro en Bogotá, alguien hurtó un ejemplar de una primera edición de la obra de Gabriel García Márquez, el nobel colombiano. En ese momento, su dueño, consternado, arremetió contra los ladrones diciendo que se había atentado contra el patrimonio cultural de Colombia. Pero más allá de la edición, lo que sí se constituye como un verdadero patrimonio es el legado literario del Gabo, no solo a su país, sino a la humanidad. Y con esta obra, sobre todo, aunque no fuese la preferida del autor.

Dijo Gabo en un par de intervenciones que su libro favorito era otro, pero este, precisamente, es el que valió el salto a la fama. Cien años de soledad no solo fue un fenómeno editorial de ventas, sino que la obra fue un fenómeno a nivel literario, y que se mantiene hasta hoy, por eso es que su lectura es recomendada aun en la actualidad.

Claro, todos conocen la historia de los Buendía, una familia que migra de su pueblo por un asunto de duelo, y funda, junto a otros pocos clanes, Macondo, la mítica ciudad que es centro del universo de García Márquez. En Macondo suceden hechos maravillosos ligados a lo cotidiano, a ese lado oscuro de los seres humanos, pero también a esos momentos luminosos en que somos capaces de generar nubes de mariposas y flores, elementos tóxicos, visiones de muerte, sucesos fantásticos.

En la vida de cada hombre habita un factor de maravilla, y eso lo supo explotar el autor en esta novela.

En la primera semana de su publicación, Cien años de soledad vendió miles de ejemplares, y es que su lectura, desde la primera página, no puede frenarse. Entre los devaneos eróticos de los miembros de la familia Buendía, el paso de los gitanos —sobre todo la presencia de Melquíades, el gitano que logra desentrañar el sino de la familia—, la guerra civil entre conservadores y liberales, y la decadencia de las costumbres, Macondo se convierte en un ombligo del mundo, un centro que parece olvidado pero que se descubre como el punto de convergencia inevitable.

Leer esta obra de Márquez es una necesidad en el mundo contemporáneo, ante las lecturas ligeras y desangeladas. Es una placer, por los giros de la lengua y por los personajes variopintos que pueblan sus páginas. Y es una tragedia, sí, porque en el fondo, todos los hombres se reconocen a sí mismos en algún personaje de esta novela o quizá nos sentimos reflejados en el hecho indefectible de que nadie tiene una segunda oportunidad sobre la Tierra.

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