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Kelver Ax: Una vida empecinada en fluir

Kelver Ax: Una vida empecinada en fluir
01 de febrero de 2016 - 00:00 - Daniela Alcívar Bellolio. Escritora ecuatoriana

Decía Jankélévitch: “Aquel que ha sido no puede en adelante no haber sido. En lo sucesivo ese hecho misterioso y profundamente oscuro de haber vivido es su viático para la eternidad”.

No sé qué pensaba Kelver Ax sobre la muerte o sobre lo que, con ella, en su enigma sin forma, habrá de advenir. Hay apenas unas imágenes persistentes que se asocian a la muerte en su poesía y que, curiosamente, no se agotan con la certeza del fin: en sus textos los huesos se desentierran y se riegan sobre la tierra para que resplandezca el mundo; las aves, la tierra y el poeta son sueños de dios a punto de ser interrumpidos por el momento de su despertar, que lleva necesariamente como marca y como sino el olvido (pero sabemos que los sueños olvidados están esperando el instante fulgurante que los haga interrumpir el flujo pacífico de la vigilia); la amenaza de deshielo es contigua a la pleamar que presupone:

el puñado de agua que fue mi corazón

mientras era de hielo

se fue primero

y después yo mismo me fui

pero a la vez me quedé tendido sobre el suelo

como un charco profundamente dormido.

La poesía de Kelver recoge restos y ruinas de animales, de árboles, de monumentos y de sí mismo y vuelve a armar cuerpos heterogéneos con otro cuerpo que destruye para reinventar: el del lenguaje. Si su segundo y último libro, Pop-up, ronda insistentemente la imagen de la propia muerte:

la fiesta a la cual asistiré se llama funeral

no se pudre el espíritu pero en él desovan los gusanos

Y ronda a la muerte desde una pulsación particular que reinventa ese tránsito, no para acudir al consuelo de una hipotética redención sino para imaginar los escenarios posibles de un movimiento que no se detenga: traza cuerpos hechos de huesos de niños y de animales y de escombros, cuerpos desmembrados que derraman ancestros, esqueletos que son plantas marchitas; la destrucción (el deshielo) es para esta poesía el indicio de un nuevo tránsito lacerante y ajeno, sin sujeto, que no se detiene porque está hecho de la materia del mundo que es el poeta pero también los animales, las piedras, la madre y los planetas, todos los hombres que lo habitan, lo sueñan y lo resquebrajan, todas las cabezas en que sueña vivir.

tienes el nombre de los continentes que están

naciendo?

los planetas son cabezas que ruedan por el patio de una casa

casa llamada universo

Esa inasible mansedumbre en un mundo que construye escenarios radicales de muerte y despojo, en la que los recuerdos que se van consumiendo en oleadas de palabras tienen la marca de un dolor que se ríe de sí mismo y es por eso más intenso y más indeleble:

breve

así comprendí la vida a la edad de 5 años al ver

sacrificado

el pollo blanco que semanas atrás

me regaló mi madre

mi primer amigo

dormía descuartizado en los platos servidos a mi

padre y hermanos

Esa mansedumbre, digo, describe mejor que nada la imagen de la muerte que ronda con insistencia y un poco de ironía la poesía de Kelver.

Pop-up hace emerger de modo violento un paisaje extrañamente tranquilo. Los movimientos de sus objetos son pacíficos aunque fatales; hediondos y sin orgullo dirá el poeta, como el sol que llega a su ventana convertido en colibrí pero muere de todos modos.

*

que alguien detenga el deshielo en mi cabeza

*

siento miedo a colgar la pluma

////ese cuaderno mal escrito que es la vida////

En esa violencia del deshielo, que acorrala la vida como en algunos de sus cuadros, se genera el espacio idóneo para una forma de vida que no tiene que ver con la conciencia ni con la memoria, que guarda al recuerdo como un recurso innecesario, una forma de vida ajena al deseo, mineral o vegetal, pre-humana, infinita:

descalzo

despeinado por mi memoria

comprendí que no era más que un tonto

en el cual se exilia el infinito.

Murió Kelver Ax, joven poeta y pintor lojano. En su poesía la muerte no era enemiga sino apenas un pliegue más de un universo hecho de escombros. Murió Kelver, consumido quizá por una vida empecinada en fluir.

mañana volveré a nacer en alguno de ustedes

//

después de todo las cosas fluctúan entre el integrarse

y desintegrarse de la luz.

La destrucción (el deshielo) es para esta poesía el indicio de un nuevo tránsito lacerante y ajeno, sin sujeto, que no se detiene porque está hecho de la materia del mundo que es el poeta pero también los animales, las piedras, la madre y los planetas, todos los hombres que lo habitan, lo sueñan y lo resquebrajan, todas las cabezas en que sueña vivir.

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