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Hacer y las zonas de confort

Hacer y las zonas de confort
04 de noviembre de 2013 - 00:00

Como su nombre lo indica, la zona de confort es ese espacio en el que nos sentimos absolutamente cómodos, del que no queremos salir porque conocemos muy bien cómo desempeñarnos dentro de sus límites. Lo que está fuera nos asusta, de todas maneras, ¿quién quiere salir si lo que tenemos adentro representa nuestra comodidad? Sí, me imagino que a todos nos ha pasado que a veces nos acomodamos y se nos van los años dentro de nuestra zona de confort; pero la diferencia entre los triunfadores y los que no lo son es que los triunfadores salen a explorar qué hay más allá.

Queridos amigos, aunque parezca, no he cambiado el motivo de mi columna. No, no crean que he dejado el lenguaje por las clases de autoayuda. Lo que sucede es que me parece que en el lenguaje también tenemos nuestras zonas de confort, esas comodidades peligrosísimas que nos impiden explorar la riqueza de nuestro español y todas las posibilidades que nos ofrece. Esto suele suceder con cierto tipo de verbos que utilizamos para todo, sin explorar por un momento qué podemos encontrar más allá. Hoy revisaremos brevemente parte de aquella zona limitada por los verbos hacer, poner, tener y haber; una zona conocida por todos y en la que nos acomodamos frecuentemente como en un mullido sillón.

El verbo hacer es quizá el más peligroso (a veces comparte papel con su primo realizar) porque, además, es un falso amigo. Encontramos dos casos muy graves, uno de estos es el cada vez más común y horrible ‘hacer sentido’, traducción literal de to make sense (que en español en realidad se traduce como tener sentido), y ‘hacer un error’ (traducción de to make a mistake), que se usa en lugar de ‘cometer un error’. Como vemos, hay que tener mucho cuidado con este verbo al traducirlo del inglés, pues podemos caer en errores absurdos y, aparte, olvidar que en español contamos con verbos precisos y mucho más adecuados. También suele suceder que usamos el verbo hacer acompañado de cualquier sustantivo, sin esforzarnos por buscar el verbo adecuado. Por ejemplo, en lugar de ‘hacer un pastel’ podemos hornearlo o prepararlo, y en lugar de ‘hacer una lista’ podemos elaborarla o escribirla. Ahí está la diferencia entre los ‘cómodos’ y los ‘aventureros’: los ‘cómodos’ se quedan con el verbo hacer porque no representa mayor esfuerzo, al fin y al cabo todo es susceptible de hacerse. Los ‘aventureros’, en cambio, buscan otras opciones, salen de la zona de confort y exploran la riqueza de su idioma. Estos últimos, por supuesto, son los que a la larga consiguen que sus textos sean más frescos, legibles y agradables.

El verbo hacer y la zona de confort nos han dado mucho de qué hablar por hoy; la semana que viene revisaremos los otros límites de esta peligrosa zona.

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