ELEGÍAS
SARAH KANE
De qué soga te sujetas ahora, Sarah Kane,
cuando los nudos son cada vez más frágiles
y la distancia entre el techo y el piso
no es lo que solía ser.
Oh, Sarah,
me he enamorado sólo de mujeres muertas
Y ahora te encuentro a ti,
fría y pálida sin poder gritar aunque quisieras.
Sé que te hace falta estallar desde el polvo
Frenética
Sensual
Psicótica
Pero tu voz se quedó colgada
a las 4 y 48 de la madrugada
en un lugar en el que “estarías a salvo”
MENTIRA
Ningún territorio es seguro
cuando la desesperación visita
Y yo no estuve ahí para detenerte
para decirte: aún no es tiempo de saltar.
Hoy te vi, Sarah,
preciosa con tu gabardina de humana
poética en tu oscuridad
Y te canté para que no te sintieras sola
nuevamente abandonada
por todos quienes te veían luminosa
cuando te desangrabas por dentro.
Dónde estás, Sarah Kane,
yo no tengo amigas y necesito una
Pero te quiero a ti
Tú que siempre violaste las palabras con ternura
Que no hiciste de las metáforas un disfraz.
Hace frío, Sarah,
y ya no tengo nada que me abrigue
la desesperación me visita
pero aquí no son las 4 y 48
ni estoy en el baño de un psiquiátrico
ahorcándome con los cordones de mis zapatos
NO
Aquí son las 22 con 30
Y estoy en mi cuarto
Sin zapatos
Sola
Iniciándome en el ritual del litio
Para no ser más una marioneta a pedazos.
Yo también, Sarah Kane,
escribo la verdad
y me mata.
Sarah Kane (1971-1999) fue una dramaturga y directora inglesa. Apenas dejó cinco obras, pero todas atravesadas por la intensidad. Influenciada por Antonin Artaud, fue una figura clave del in-yer-face (vertiente del teatro de la crueldad). Tras terminar 4.48 Psicosis, Sarah Kane intentó suicidarse con pastillas, pero se la encontró a tiempo y fue trasladada a un Hospital. Tres días después, se ahorcó en el baño con los cordones de sus zapatos. Acababa de cumplir 28 años.
ELEGY FOR WILLIE
Ahora sé por qué las calles de North Beach
olían a flores secas.
Willie ha muerto como un niño de cuna
sin cuna
y yo no pude acompañar su último canto.
La lluvia cae en trozos azules
golpeando mi pecho como las buenas canciones.
¿Con qué se untan los cadáveres
de quienes se pierden entre el crack y el tiempo?
Los perros cambian sus ladridos
por canciones de blues en las esquinas.
Yo cambio mi tristeza por una copa de vino.
Willie fue un hombre de vino
aunque a veces lo acompañaba a Broadway
a comprar vodka barato
y él lo tomaba de a poco
mientras me cantaba en el callejón de Specs,
frente a los trapecistas de sueños.
¡Oh, pequeño gran Willie!
Ribbie no sabe que has muerto
aunque ya se lo contaron.
Ella da piruetas en Columbus
mientras los turistas la miran con sospecha.
Mark me dio la noticia a las dos de la mañana
y yo lloré como una niña perdida
(no lloro sólo tu muerte).
Ahora te ofrezco esta copa en mitad de la calle,
frente a tu tumba, fosa común de otros equilibristas.
¡Oh, Willie!
Llueven perros azules sobre la gente de North Beach,
pero ellos siguen caminando sin entender la nostalgia.
No saben que tú pulverizaste una armónica en tus dedos
y cantaste a los que vendieron almas
en los cruces de caminos que no conducían a nada.
Ya no me asusta la lluvia, Willie,
ni los perros ni la muerte,
me asusta la vida, el tiempo y la distancia.
Llueven perros azules sobre las calles de North Beach
y caen uno tras otro sobre mi espalda,
llueven y me mojan
y me muerden.
y me lamen las heridas
y no se cansan de ladrar tu nombre.
Viejo Willie nació en Alabama (nunca supo la fecha) y vivió en San Francisco sus últimos 30 años. Tocó con Muddy Waters a su paso por New Orleans, pero siempre fue un músico de calle. Murió de un ataque al corazón. La armónica fue su fiel compañera.
LA DULCE VENGANZA DE JOSEF HASSID
(a partir de La meditación de Thaïs)
A Iván Brull
La luz sólo es quebrada / por quien encuentra belleza
en medio de las sombras.
Una puerta a medio abrir es mi cerebro,
por eso escucho la voz que ilumina el temblor de los ciegos.
Los sonidos son la perpetuación de la vida,
como una ola gigante que en la orilla no muere.
Y sube y baja la marea del instinto
mientras el violín lo toca aquel que murió a los 26,
luego de que le abrieran el cráneo en una lobotomía.
¿Pero qué sale del cerebro de un genio?
¿Pus dorada?
¿Embriones de pájaros extintos?
¿Humo con olor a azufre, a jazmín, a brea?
¿Qué brota de alguien que sólo nace cada 200 años
para darnos a los mortales un poco de belleza?
Y un poco de dolor, desde luego,
porque todo lo bello duele.
Por eso un genio viene cada 200 años
y se venga de los doctores del Tiempo
haciéndoles lobotomía a través de la música.
Y ya con la tapa del cráneo abierta
les susurra muy bajito al oído:
No dejes de respirar los sonidos,
No dejes de sentir, no dejes de sentir,
que todavía estás vivo.
Josef Hassid (1923-1950) fue un violinista polaco, proveniente de una familia pobre; un prodigio musical cuya carrera resultó muy corta. Fue internado en un hospital psiquiátrico en 1941, tras sufrir una crisis nerviosa a los 18. Fue internado de nuevo en 1943 y se le diagnosticó esquizofrenia aguda. Se le practicó una lobotomía en 1950 y murió a la edad de 26.