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ELEGÍAS

ELEGÍAS
04 de noviembre de 2013 - 00:00

SARAH KANE

 

De qué soga te sujetas ahora, Sarah Kane,

cuando los nudos son cada vez más frágiles

y la distancia entre el techo y el piso

no es lo que solía ser.

 

Oh, Sarah,

me he enamorado sólo de mujeres muertas

Y ahora te encuentro a ti,

fría y pálida sin poder gritar aunque quisieras.

Sé que te hace falta estallar desde el polvo

Frenética

Sensual

Psicótica

Pero tu voz se quedó colgada

a las 4 y 48 de la madrugada

en un lugar en el que “estarías a salvo”

MENTIRA

Ningún territorio es seguro

cuando la desesperación visita

Y yo no estuve ahí para detenerte

para decirte: aún no es tiempo de saltar.

 

Hoy te vi, Sarah,

preciosa con tu gabardina de humana

poética en tu oscuridad

Y te canté para que no te sintieras sola

nuevamente abandonada

por todos quienes te veían luminosa

cuando te desangrabas por dentro.

 

Dónde estás, Sarah Kane,

yo no tengo amigas y necesito una

Pero te quiero a ti

Tú que siempre violaste las palabras con ternura

Que no hiciste de las metáforas un disfraz.

 

Hace frío, Sarah,

y ya no tengo nada que me abrigue

la desesperación me visita

pero aquí no son las 4 y 48

ni estoy en el baño de un psiquiátrico

ahorcándome con los cordones de mis zapatos

NO

Aquí son las 22 con 30

Y estoy en mi cuarto

Sin zapatos

Sola

Iniciándome en el ritual del litio

Para no ser más una marioneta a pedazos.

 

Yo también, Sarah Kane,

escribo la verdad

y me mata.

 

Sarah Kane (1971-1999) fue una dramaturga y directora inglesa. Apenas dejó cinco obras, pero todas atravesadas por la intensidad. Influenciada por Antonin Artaud, fue una figura clave del in-yer-face (vertiente del teatro de la crueldad). Tras terminar 4.48 Psicosis, Sarah Kane intentó suicidarse con pastillas, pero se la encontró a tiempo y fue trasladada a un Hospital. Tres días después, se ahorcó en el baño con los cordones de sus zapatos. Acababa de cumplir 28 años.

 

 

ELEGY FOR WILLIE

 

Ahora sé por qué las calles de North Beach

olían a flores secas.

Willie ha muerto como un niño de cuna

sin cuna

y yo no pude acompañar su último canto.

La lluvia cae en trozos azules

golpeando mi pecho como las buenas canciones.

 

¿Con qué se untan los cadáveres

de quienes se pierden entre el crack y el tiempo?

Los perros cambian sus ladridos

por canciones de blues en las esquinas.

Yo cambio mi tristeza por una copa de vino.

Willie fue un hombre de vino

aunque a veces lo acompañaba a Broadway

a comprar vodka barato

y él lo tomaba de a poco

mientras me cantaba en el callejón de Specs,

frente a los trapecistas de sueños.

 

¡Oh, pequeño gran Willie!

Ribbie no sabe que has muerto

aunque ya se lo contaron.

Ella da piruetas en Columbus

mientras los turistas la miran con sospecha.

Mark me dio la noticia a las dos de la mañana

y yo lloré como una niña perdida

(no lloro sólo tu muerte).

Ahora te ofrezco esta copa en mitad de la calle,

frente a tu tumba, fosa común de otros equilibristas.

 

¡Oh, Willie!

Llueven perros azules sobre la gente de North Beach,

pero ellos siguen caminando sin entender la nostalgia.

No saben que tú pulverizaste una armónica en tus dedos

y cantaste a los que vendieron almas

en los cruces de caminos que no conducían a nada.

 

Ya no me asusta la lluvia, Willie,

ni los perros ni la muerte,

me asusta la vida, el tiempo y la distancia.

Llueven perros azules sobre las calles de North Beach

y caen uno tras otro sobre mi espalda,

llueven y me mojan

y me muerden.

y me lamen las heridas

y no se cansan de ladrar tu nombre.

 

Viejo Willie nació en Alabama (nunca supo la fecha) y vivió en San Francisco sus últimos 30 años. Tocó con Muddy Waters a su paso por New Orleans, pero siempre fue un músico de calle. Murió de un ataque al corazón. La armónica fue su fiel compañera.

 

LA DULCE VENGANZA DE JOSEF HASSID

 

(a partir de La meditación de Thaïs)

 A Iván Brull

 

La luz sólo es quebrada / por quien encuentra belleza

en medio de las sombras.

Una puerta a medio abrir es mi cerebro,

por eso escucho la voz que ilumina el temblor de los ciegos.

Los sonidos son la perpetuación de la vida,

como una ola gigante que en la orilla no muere.

Y sube y baja la marea del instinto

mientras el violín lo toca aquel que murió a los 26,

luego de que le abrieran el cráneo en una lobotomía.

 

¿Pero qué sale del cerebro de un genio?

¿Pus dorada?

¿Embriones de pájaros extintos?

¿Humo con olor a azufre, a jazmín, a brea?

¿Qué brota de alguien que sólo nace cada 200 años

para darnos a los mortales un poco de belleza?

Y un poco de dolor, desde luego,

porque todo lo bello duele.

Por eso un genio viene cada 200 años

y se venga de los doctores del Tiempo

haciéndoles lobotomía a través de la música.

Y ya con la tapa del cráneo abierta

les susurra muy bajito al oído: 

No dejes de respirar los sonidos,

No dejes de sentir, no dejes de sentir,

que todavía estás vivo.

 

Josef Hassid (1923-1950) fue un violinista polaco, proveniente de una familia pobre; un prodigio musical cuya carrera resultó muy corta. Fue internado en un hospital psiquiátrico en 1941, tras sufrir una crisis nerviosa a los 18. Fue internado de nuevo en 1943 y se le diagnosticó esquizofrenia aguda. Se le practicó una lobotomía en 1950 y  murió a la edad de 26.

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