Idea refrescante, aunque no nueva, es esta reciente edición que presenta la Campaña de Lectura Eugenio Espejo: dos libros en uno, una cara, otra cara, con el resultado de una obra total e irrepetible.

Por un lado, Kafka —clásico— vuelve en su obra La metamorfosis. ¿Cuántas veces hay que regresar sobre este libro? Las necesarias y las que uno guste, pues aunque su argumento es ampliamente conocido, los matices de interpretación que pueden darse a esta obra son infinitos, tanto como el pensamiento del ser humano. Pero ¿qué es ser un humano? ¿La voz, la percepción de los otros? ¿La imagen que tenemos de nosotros mismos? Por ahí se puede abordar esta obra, una y otra vez, para tratar de responder una pregunta que atormentaba a su autor, entre otros grandes hombres: ¿qué nos hace seres humanos? ¿Quizá las pasiones? Tal vez el reconocimiento de la frontera entre la lucidez y la locura, la frontera entre el monstruo y el hombre.

Ah, la pérdida de la razón es lo que, para algunos, diferencia al hombre de la bestia, y ese estado, ese tránsito, es precisamente el que explora Fiódor Dostoievski en Corazón débil, la otra cara de este libro (o quizá la principal, y empezamos nosotros por la segunda...). Este es uno de los relatos menos conocidos del ruso, pero no por ello menos importante, pues en él, el autor explora ya el alma del hombre atormentado por cualquier sentimiento intenso, incluso el amor, que puede volverse nocivo para un ser con una constitución frágil o un corazón débil. Su percepción del mundo cambia, se trastoca en angustia, va de la felicidad al horror, y el resto no lo entiende, a menos que otro hombre, presenciando la desgracia del amigo, del prójimo, indague desde su propia humanidad por qué un hombre se ve impelido a la tragedia a pesar de su felicidad... o precisamente por eso. Un monstruo que no sabe ser sino infeliz dentro de su dicha.

Ambos maestros abordan esta cuestión, y en un solo libro. Imperdible.