EJERCER EL PODER: ‘Mejor no hablar (de ciertas cosas)’
¿Se puede pensar el reciente cine ecuatoriano como el medio que aporta en la discusión sobre la patria? El film Mejor no hablar (de ciertas cosas) de Javier Andrade, podría ser un ejemplo. Este cuenta la relación de dos hermanos quienes, en un momento de sus existencias, tocan fondo. Con este nudo, la película pretende ser una reflexión acerca de la juventud sin referentes concretos y el deseo de volver a abrazar lo perdido.
Con esta ópera prima Andrade se plantea hacer un cine reflexivo sobre las generaciones actuales. La modalidad narrativa es la de un retrato familiar. En este los jóvenes son mostrados como irresponsables, bordeando los límites. El empeño de un caballo de porcelana por parte de uno de los protagonistas, Luis, es el desencadenante simbólico de la desintegración familiar. Y he aquí el tema: la ausencia y la negación del padre; en definitiva, la falta de conciencia de lo patrio, aunque luego se quiera retornar a él.
La idea de la patria se relaciona, desde el punto de vista filosófico, con la concepción utópica acerca de algo que se tiene conciencia, pero no se conoce y se tiene que alcanzar. Ernst Bloch, cuando escribe acerca de la idea de la utopía, dice que esta solo se reconoce si se pasa por la degradación, por lo apocalíptico y la dimensión mesiánica. Así, lo liminal instituye “el principio de esperanza”, el cual supone el horizonte de la anticipación donde el actor social tendría que realizar un viaje de conocimiento hacia lo mejor. La historia, en este marco, conlleva la conciencia de seguir progresivamente lo descrito en función de lograr un conocimiento nuevo y superar lo que lo ha causado. Lo que pasa en las sociedades y los sujetos en la historia es que a la final buscan un devenir, un horizonte utópico que al mismo tiempo supone la necesidad de recuperar lo perdido (como si fuera mejor), pero también una “vuelta” al futuro. En la expresión vuelta al futuro, encontramos la idea de la patria, es decir, el horizonte de lo que “aspiracionalmente” se quiere conocer. Se trataría entonces de un viaje a lo anhelado: el padre, como patria, es la libertad y es lo que permite el nacimiento de una generación.
“El empeño de un caballo de porcelana por parte de uno de los protagonistas, Luis, es el desencadenante simbólico de la desintegración familiar”.Aunque se debe profundizar más en la tesis de Bloch, en su esbozo se puede encontrar algo que prevalece en Mejor no hablar (de ciertas cosas). Todo lo narrado conduce a pensar la idea del desconocimiento y la búsqueda de la patria en los personajes, particularmente Paco. Empero, el tono es posmoderno. En Andrade la lectura remite a la idea de la aniquilación de la casa paterna por su deslinde con la realidad (la madre, ex reina de belleza, consumista y materialista y el papá, empresario, hedonista y falto de autoridad real en el hogar). El desencanto hacia la casa paterna se traduce en los hijos en su refugio en las drogas y el alcohol. El caballo de porcelana, como signo de lo patrimonial remite no a algo sicológico, sino a la acumulación del capital. En síntesis, los hermanos protagonistas del film, Paco y Luis, como la pintura de la familia acaudalada, representan, en la lectura de Andrade, a la sociedad ecuatoriana asentada en el capital y despreocupada de lo social. De pronto la sociedad mostrada en la película aparece de dos maneras: el mundo de la clase media acomodada con sus preocupaciones existenciales y el otro mundo, recolector y al mismo tiempo proveedor de los bienes que necesita el mundo burgués. La figura del El lagarto es paradójica en este marco, pues este no solo entrega droga, sino que además se hace cargo de los bienes de Luis y Paco.
La debacle de la familia pasa porque Luis, el hijo menor, al drogarse, entrega el objeto simbólico del capital al proveedor de droga. La muerte del padre asemeja a la idea de liquidar aquello que deja de tener sentido en la existencia de los hijos. No se trata de un abandono, ni siquiera de un suicidio o la desaparición fortuita; es más bien la decapitación de lo paterno por no ser representativo. Se va más allá de lo edípico como conducto de una maduración. De ahí que la propuesta temática posmoderna de Andrade representa el desencanto generacional hacia lo que le ha dado origen e incluso hacia quienes fundaron el orden instituido.
Tras la impostura posmoderna del film; sin embargo, hay un giro temático el cual también se puede relacionar con Bloch. Esa suerte de decapitación de lo paterno tiene que ver con el hecho que los hijos harán de sus vidas un infierno. Acá la imagen de la casa es representativa: de mansión ruidosa se pasa a un edificio que se deteriora en el mismo sentido que los personajes entran en una espiral que les lleva a explorar sus propios límites. La escena de Paco en el cementerio ante la tumba de su padre y la posterior pelea con el hermano resume ese proceso y de introducción al infierno. En este marco, el film tiene algunas debilidades, pues el director se diluye en cuestiones eróticas como la relación de Paco con Lucía, su novia. Incluso la relación entre el esposo de Lucía, Rodrigo y Luis, bajo el signo de la homosexualidad termina siendo una medida desesperada para explicar la falta de horizonte referencial. Con todo, el proceso degradatorio de los personajes les lleva a tener un conocimiento de sus debilidades, de saber que ellos se mienten a sí mismos. Entonces, Andrade renuncia a la idea de esperanza, en el tono de Bloch y resuelve su discurso a través de la violencia por el cual Paco adquiere la noción de realidad y de retorno a la idea de patria cuando esta ha sido abandonada por convicción.
Relativo al tema discutido, la negación de lo patrio, está otro subtema, el de la mentira a sí mismos. La iniciación sexual de Paco es también la iniciación en el proceso de mentiras que cada uno de los personajes tiene para justificar sus existencias. En este contexto, es también una negación a la utopía de lo mejor, en la que cada cual se afirma en los simulacros. El film pone en discusión que las clases acomodadas están siempre mintiéndose a sí mismas: no obstante sus éxitos, de gozar de estabilidad material, el mayor dilema proviene de su fragilidad. Se puede decir, en términos sociopolíticos, que es el mundo del capital el que hace que la sociedad sea más frágil, por su aparente opulencia, posibilitada hoy en día por la acumulación excesiva y el consumo.
La existencia en la mentira es lo que determina la vida de la mamá de Paco. Ello le lleva a vivir escindida de la realidad de su familia. Lo propio sucede con Lucía, quien admite que su matrimonio ha sido un profundo engaño. Parangonable con la existencia en la mentira es la iniciación sexual de Paco, trauma que le acompaña ya que no puede consolidar ninguna relación; esta misma dimensión se la puede hallar en Luis para quien el no poder reconocerse en el mundo le implica refugiarse en las drogas y en una relación homosexual materialista (a la final, Rodrigo es su propio productor musical). Tomando a Slavoj Zizek (lector de Lacan), vemos en todo lo anterior el trauma como el medio de ocultación de lo Real, siendo este, en definitiva, la patria (lo que da origen, lo que da horizonte, lo que se tiene de conciencia, pero que no se conoce, lo que se aspira a alcanzar). En el discurso cinematográfico de Andrade, el problema de fondo, que es el mismo que parece identificar a las actuales generaciones de jóvenes, en relación a la negación de la patria, supone su enfrentamiento con lo Real, siendo además este el plano que permitiría la cohesión familiar, de la nación, de la sociedad. En términos generales, se pretendería denunciar que Ecuador entró en un momento de su historia en el no reconocimiento de su origen, de sus supuestos padres fundadores.
La paradoja subyace en el discurso de Andrade, pues si se muestra una generación desencantada y “areferencializada”, asimismo se postula el deseo del retorno a lo patrio por la vía de afirmar el lugar donde parece nacer el poder: las mismas clases hegemónicas, con un cierto mesianismo hipócrita. En este sentido, el film si bien pretende pensar lo patrio, deja en el limbo la discusión de lo nacional, pensando que este está ligado siempre a determinadas clases que aspiran el poder.