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Especial

Eduardo Galeano (1940-2015, adiós a la sangre latinoamericana

Eduardo Galeano (1940-2015, adiós a la sangre latinoamericana
20 de abril de 2015 - 00:00

“Abril es el mes más cruel”, según T. S. Eliot. El 13 de abril será recordado, tristemente, por ser la fecha en que confluyeron los decesos de Günter Grass y de Eduardo Galeano, ambos escritores queridos y admirados. Este último, especialmente querido por el pueblo latinoamericano, por exponer su vida, sus penurias, la poesía escondida incluso en los momentos más crueles de nuestra historia.

Eduardo Germán María Hughes Galeano, montevideano, murió a causa del cáncer de pulmón, una enfermedad que lo tenía preso hace por lo menos 7 años.

Galeano siempre se distinguió por su compromismo literario y humano con los menos favorecidos, así publicó en 1971 Las venas abiertas de América Latina, su obra más conocida y que le valió la animadversión de ciertos sectores sociales.  Galeano fue encarcelado y desterrado de Uruguay después del golpe de Estado en su país en 1973. Desde el exilio, no dejó de escribir. Su obra, por supuesto, se magnificó.

Cuando regresó a Uruguay en 1985, se unió a otros intelectuales para pedir cuentas sobre los crímenes ejecutados durante la Dictadura.

Identificado plenamente con la izquierda latinoamericana, Galeano, sin embargo, se pronunció los últimos años en contra de todo tipo de política, palabra que, según él, estaba manoseada en exceso.

Sus obras conjugan el tratamiento histórico —basado en fuentes bibliográficas—, un lenguaje poético y la ironía para mostrar un continente devastado por propios y extranjeros, por el hombre, el lobo de sí mismo, depredador y, sin embargo, capaz también de crear vida, belleza.

Apasionado por el fútbol, Galeano también le dedicó al deporte varios textos periodísticos y ensayos.

A continuación, se reproducen fragmentos de algunas  obras para mostrar su estilo, para recordarlo, como un cultor de la belleza en el lenguaje.   

1533

Quito

Esta ciudad se suicida

Irrumpen, imparables, los hombres de Benalcázar. Espían y pelean para ellos miles de aliados indígenas, enemigos de los ingas. Al cabo de tres batallas, la suerte está echada.

Ya se está yendo el general Rumiñahui cuando prende fuego a Quito por los cuatro costados. Los invasores no podrán disfrutarla viva, ni encontrarán otros tesoros que los que puedan arrancar a las tumbas. La ciudad de Quito, cuna y trono de Atahualpa, es una fogata gigantesca entre los volcanes.

Rumiñahui, que jamás ha sido herido por la espalda, se aleja de las altas llamas. Le lloran los ojos, por el humo.

De Memorias del fuego, tomo I

Métodos anticonceptivos de comprobada eficacia

En Roma, muchas mujeres evitaban los hijos estornudando inmediatamente después del amor, pero las profesionales preferían sacudir las caderas, en el momento culminante, para desviar las semillas. Plinio el Viejo contó que las mujeres pobres evitaban los hijos colgándose al cuello, antes del amanecer, un amuleto hecho con los gusanos extraídos de la cabeza de una araña peluda, envueltos en piel de ciervo. Las mujeres de clase alta conjuraban el embarazo portando un tubito de marfil que contenía un trozo de útero de leona o de hígado de gato.

Mucho tiempo después, en España, las creyentes practicaban una plegaria infalible:

San José, tú que tuviste sin hacer

haz que haga sin tener.

De Espejos

 

El miedo global

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.

Los que no trabajan tiene miedo de no encontrar nunca trabajo.

Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.

Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.

La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.

Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tiene miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.

Es el tiempo del miedo.

Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.

Miedo a los ladrones, miedo a la policía.

Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.

Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.

De Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

 

Abril

20

La fabricación de papelones

Fue la mayor expedición militar de toda la historia del mar Caribe. Y el mayor fiasco. Los dueños de Cuba, despojados, desalojados, proclamaban desde Miami que iban a morir peleando por la devolución, contra la revolución. El gobierno norteamericano les creyó, y sus servicios de inteligencia demostraron, una vez más, que no merecían ese nombre. El 20 de abril de 1961, tres días después del desembarco en la Bahía de Cochinos, los héroes, armados hasta los dientes, apoyados por barcos y aviones, se rindieron sin pelear

De Los hijos de los días

 

El fanático

El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua.

El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el trabajo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho por vengar.

En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha de otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga.  El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha en todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.

De El fútbol. A sol y sombra

 20 04 15 cp sin cabeza

Confesión del artista

Yo sé que ella es un color y un sonido. ¡Si pudiera mostrártela!

Dormía allí, desnuda, abrazándose las piernas. Yo amaba en ella una alegría de animal joven y al mismo tiempo amaba el presentimiento de la descomposición, porque también ella había nacido para deshacerse y me daba lástima que nos pareciéramos en eso. Se le veía en la piel del vientre, que estaba como raspada por un peine de metal. ¡Esa mujer! Algunas noches le salía luz de los ojos y ella no sabía.

Me paso las horas buscándola, sentado frente al bastidor, mordiéndome los puños, con los ojos clavados en una mancha de pintura roja que se parece al entusiasmo de los músculos y a la tortura de los años. La miro hasta que me duelen los ojos y por fin creo que comienzo a sentir, en la oscuridad, las pulsaciones de la pintura hinchándose, y desbordándose, viva, sobre la tela blanca, y creo que escucho el crujido de los pasos de los pies descalzos sobre la madera del piso, su canción triste, pero no. Mi propia voz me advierte: “el color es otro. El sonido es otro”.

Me alzo, entonces, y clavo la espátula en esa víscera roja y desgarro la tela de arriba abajo. Después de matarla, me acuesto boca arriba jadeando como un perro.

Pero no puedo dormir. Lentamente voy sintiendo que vuelve a nacer en mí la necesidad de parirla. Me pongo un abrigo y me voy a beber vino a los cafetines del puerto.

De Vagamundo y otros cuentos

 

El universo visto por el ojo de la cerradura

Valeria pide a su padre que dé vuelta el disco. Le explica que Arroz con leche vive al otro lado. Diego conversa con su compañero de adentro, que se llama Andrés y viene a ser el esqueleto. Fanny cuenta que hoy se ahogó con su amiga en el río de la escuela, que es muy hondo, y que desde allá abajo era todo transparente y veían los pies de la gente grande, las suelas de los zapatos Claudio atrapa un dedo de Alejandra, le dice: “Préstame el dedo” y lo hunde en el tarro de leche sobre la hornalla, porque quiere saber si no está demasiado caliente. Desde el cuarto, Florencia me llama y me pregunta si soy capaz de tocarme la nariz con el labio de abajo. Sebastián propone que nos escapemos en un avión, pero me advierte que hay que tener cuidado con los serámofos y la hécile. Mariana, en la terraza, empuja la pared, que es su modo de ayudar a la tierra a que gire. Patricio sostiene un fósforo encendido entre los dedos y su hijo sopla y sopla la llamita que no se apagará jamás.

De Días y noches de amor y guerra[…]

Y por primera vez en tantos años, el viejo dijo su historia.

—Estos dientes no se cayeron solos. Me los arrancaron a golpes. Esta cicatriz que me corta la cara, no viene de un accidente. Los pulmones... La pierna... Rompí esta pierna cuando me escapé de la cárcel, porque era muy alto el muro y había vidrios abajo. Hay otras marcas, también, que no puedes ver. Marcas que tengo en el cuerpo y no solamente en el cuerpo y que nadie puede ver.

Los resplandores de la piedra candente iluminaban los altos pómulos de la cara del viejo y le ponían chispas en los ojos.

—Si parto la piedra, estas marcas se borrarán. Pero estas marcas son mis documentos, ¿comprendes? Mis documentos de identidad. Me miro al espejo y digo: «Ése soy yo», y no siento lástima de mí. Yo luché mucho tiempo. La lucha por la libertad es una lucha de nunca acabar. Ahora hay otros que luchan, allá lejos, como yo he luchado. Mi tierra y mi gente no son libres todavía. ¿Comprendes? Yo no quiero olvidar. No parto la piedra porque sería una traición.

De La piedra arde

 20 04 15 cp sol

Ventana sobre el adiós

No podía dormir. Él había guardado todos los sueños juntos, en una bolsa de supermercado, y la bolsa se había abierto y los sueños se habían escapado, y él ya no podía dormir porque no tenía un sueño que soñar.

Eso decía. También decía que se le habían perdido dos días, un lunes y un martes, y él los buscaba, desesperado, y esos días no estaban en ningún lugar.

No fue breve la agonía. Cada vez tenía menos aire. Al final, crucificado por las sondas, solo conseguía balbucear:

—Qué repecho tan largo.

Y se murió, sin encontrar los sueños ni los días que había tenido y se le habían ido.

Poca cosa más había tenido. Fernando Rodríguez nunca quiso tener. Fue dueño de nada, hombre desnudo; y desnudo anduvo, perseguido por los niños y los locos y los pájaros.

De Las palabras andantes

 

4. La ciudad

Las cosas han perdido sus nombres y nosotros ya no damos sombra. Nuestra tierra se ha vaciado de hombres vivos y la esperanza se ha convertido en una puta estéril de tanto asesinarse personitas en el vientre. ¿Qué se ha hecho de la tierra que nos había sido dada para crecer y creer y ser libres como en un juego? La que veíamos y nos devolvía el poder de mirar. La que nos hacía señas al otro lado de la noche y la tristeza. La pobrecita maga chambona. ¿Qué se ha hecho de ella? ¿Es ella este cadáver que los caballos arrastran? ¿Qué somos nosotros si ella ya no es? Inventarnos, nacer juntos: ¿podremos volver a no estar solos? ¿Dónde están los cuerpos que se buscaron y se ataron entre sí con nudos de músculos y maravillas y ciegamente creyeron que seguirían para siempre mojados de esos jugos y muertos sólo de risa? Nosotros cantadores, nosotros nacedores: antes de que empezara este largo penúltimo día, ¿cómo éramos? ¿Éramos quiénes? El viento anda de dueño de los restos del naufragio y nos arroja adonde quiere. ¿No volverán a juntarse nunca los pedazos que nos hicieron posibles?

De La canción de nosotros

 

1187

Chicago

Cada primero de mayo serán resucitados

Les espera la horca. Eran cinco, pero Lingg madrugó a la muerte haciendo estallar entre sus dientes una cápsula de dinamita. Fischer se viste sin prisa, tarareando “La Marsellesa”. Parsons, el agitador que empleaba la palabra como látigo o cuchillo, aprieta las manos de sus compañeros antes de que los guardias se las aten a la espalda. Engel, famoso por la puntería, pido vino de Oporto y hace reír a todos con un chiste. Spies, que tanto ha escrito pintando a la anarquía como la entrada en la vida, se prepara, en silencio, para entrar en la muerte.

Los espectadores, en platea de teatro, clavan la vista en el cadalso. Una seña, un ruido, la trampa cede… Ya, en danza horrible, murieron dando vueltas en el aire.

José Martí escribe la crónica de la ejecución de los anarquistas en Chicago. La clase obrera del mundo los resucitará todos los primero de mayo. Eso todavía no se sabe, pero Martí siempre escribe como escuchando, donde menos se espera, el llanto de un recién nacido.

De Memorias del fuego, tomo II

1983

Buenos Aires

¿Y si el desierto fuera mar, y la tierra cielo?

Dan miedo las madres y las abuelas de la Playa de Mayo. Porque, ¿qué pasaría si se hartaran de dar vueltas ante la Casa Rosada y se pusieran a firmar decretos del gobierno? ¿Y si los mendigos de la escalinata de la catedral arrancaran al obispo la túnica y el bonete y se pusieran a lanzar homilías desde el púlpito? ¿Y si los honestos payasos de los circos se pusieran a dar órdenes en los cuarteles y cátedras en las universidades? ¿Y si se pusieran? ¿Y si?

De Memorias del fuego, tomo III

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