Édgar Vega Suriaga: «Hay quienes son gais y mantienen intacto el patriarcado»
En vísperas de la Marcha del Orgullo Gay que se realizará en varias ciudades del Ecuador, el 2 de julio, el académico y catedrático Édgar Vega Suriaga, desde su oficina en la Universidad Andina Simón Bolívar, plantea pausas antes de celebrar, de bailar. Propone que se conozca con claridad el lugar y quién paga la «renta» del sitio (las calles) al que asistirán cientos de personas de las diversidades sexuales y de género para demandar mayores políticas de inclusión al Estado.
¿Cuál es la genealogía de la Marcha del Orgullo Gay y de qué forma aterriza en América Latina?
En la construcción histórica siempre tendemos a producir cánones, y este episodio, llamémoslo celebración, no está exento de esa pretensión. Se suele decir, de una manera muy recurrente, que lo que da origen a este tipo de movilizaciones es lo ocurrido en la discoteca Stonewall (en Nueva York), en los años setenta, pero lo que no se dice es que los sesenta —en Estados Unidos, en la Europa del posmayo del 68 y en América Latina— estuvieron marcados por la movilización popular. Entonces preferiría marcar una línea de relación en la que estén presentes estos acontecimientos que son específicos para las diversidades sexogenéricas con otros rasgos, como la movilización indígena, de las mujeres, de los sectores populares.
Para algunos gremios de las diversidades sexuales y de género latinoamericanas, la Marcha del Orgullo Gay no siempre fue representativa...
En América Latina empieza a existir una fricción a fines de la década de los noventa, entre las marchas que son lideradas por grupos de hombres gais y los procesos más reivindicativos de asociaciones trans, o grupos marcados por el feminismo.
Con esto no digo nada nuevo respecto a lo que pasa, por ejemplo, en Europa. Allí llega un momento en el que unos marchan desde las corporaciones gay y otros marchan con consignas más políticas, con demandas al Estado, con actitudes más reivindicativas.
¿Cuáles son esas corporaciones?
Los procesos de organización, básicamente, de hombres gais y, en menor medida, de mujeres lesbianas y de colectivos transexuales están marcados por una agenda en la que predomina lo sanitario, el tema del VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana).
Y de una manera contundente alrededor del VIH surgen asociaciones cuya agenda se vuelve más global, y empiezan a actuar como corporaciones alejadas de las bases, de la dinámica social. Pasan a ser lo que en su momento fueron las ONG (Organizaciones No Gubernamentales), pero en términos muy cerrados.
Asociaciones que perdieron su sentido político y se acomodaron en una agenda alejada de los problemas locales...
El tema de las diversidades sexogenéricas atraviesa grandes desafíos que son propios de su especificidad, pero también son propios de las organizaciones populares en América Latina, en el mundo y en nuestro país; y son tensiones derivadas de la relación de estas asociaciones con el poder, con el Estado y con la sociedad. Me parece que en estos momentos —como bien lo señala Judith Butler— no solamente son estos colectivos de las diversidades, sino que es la izquierda en general la que se debate entre entrar o salir del Estado, en oponérsele, en estar en los márgenes, en tener una posición más abyecta, más independiente del poder y hasta de la sociedad.
Pero sin un vínculo con la sociedad ya no tendrían su razón de ser...
Muchas de estas asociaciones han perdido el arraigo con la sociedad y pasan a administrar los fondos de los grandes organismos globales y desde ahí convocan a las marchas. El termómetro que mide en dónde están paradas las diversidades, en términos políticos, lo da, sin duda, la relación con el feminismo. Ese es el gran termómetro para medir el alcance de esas reivindicaciones.
Si tú solo pretendes que tus derechos sean los que el Estado te brinda, si tú solo pretendes saberte incluido dentro de unas reglamentaciones que el Estado ha previsto, queda por fuera una serie de reivindicaciones que, por ejemplo, tienen que ver con la autonomía del cuerpo.
¿Cómo se expresan esas limitaciones, en términos de derechos, que te da el Estado?
El tutelaje patriarcal del cuerpo puede estar planteado desde dar a las diversidades sexogenéricas un esquema de vida muy acorde a los niveles de consumo occidental, material, cultural, hasta la exclusión total, como el tema de la ausencia del género en la cédula, en el que a los grupos trans se los está desposeyendo del derecho a su identidad. Fíjate en lo que acabó de pasar en Orlando (Estados Unidos). Ese hecho revela que las políticas de inclusión para las diversidades, sin problematizar el grado de exclusión y desposesión que ejerce el sistema a los cuerpos femeninos o feminizados, finalmente siguen siendo una acción permanente del patriarcado. Este señor (Omar Mateen) entró a matar porque se sabía en el derecho de eliminar a aquellos seres que osaron portar lo femenino, o que incluso renunciaron a lo femenino. Es el patriarcado actuando en su acción de violencia más absoluta, es el machismo operando en términos irrenunciables. Y si no vemos desde las diversidades sexogenéricas que acciones como estas forman parte de la violencia de género, las luchas que emprendamos son luchas de corto plazo.
Y si añades el hecho de que la mayoría de sujetos asesinados eran latinos, ¿cómo se redibuja el panorama?
Sin duda hay xenofobia, sin duda. Y hay otro tema espinoso. Con lo repudiable que quiso ser la manipulación geopolítica de este hecho, con lo repudiable que pudo haber sido el cálculo del poder global de usar esto dentro de una campaña política, no deja de ser sintomático que el tipo llegue a la discoteca Pulse con una autoridad sobre la vida de los cuerpos subalternos. Es el machismo absoluto, es el sujeto que dice: ‘Yo decido, como hombre, sobre un cuerpo que a mí me está amenazando’.
Imagínate cómo ese tipo se supo seducido por esa población que mató para que haya llegado al grado de portar un arma y de cometer el asesinato. Una seducción que dentro de su machismo no podía soportar. Es lo que tantas veces llamamos homofobia y que no es otra cosa que el erotismo o el autoerotismo introyectado en términos negativos.
¿Lo que no pudo vivir tuvo que descargar con toda la agresividad?
A este señor por algún lado le tuvo que llegar la seducción homosexual para que la rechace con toda la virulencia. Si a esto le sumas la xenofobia, el fácil acceso a las armas y el desprecio por la vida, se concluye que lo de Orlando revela cuán frágiles son esos derechos de la ‘inclusión’, y que nos conformamos con tener libre acceso o acceso igualitario al consumo o a unos derechos liberales. Y estamos perdiendo de vista que el poder seguirá siendo patriarcal y seguirá actuando con toda la violencia posible contra las mujeres, los cuerpos femeninos y feminizados. Esto es clave para entender lo de Orlando.
¿Y cómo miras el hecho de que al ataque se lo haya querido minimizar como una disputa geopolítica?
Hay que reconocer que el mismo (Barack) Obama dijo: ‘Aquí hay un tema homofóbico’, pero creo que lo de Orlando sí debería cuestionar a todas estas políticas multiculturales de la inclusión, porque te está diciendo que el discurso corporativo de la inclusión no supone la igualdad, la equidad, que hay un patriarcado que hasta está presente en esas políticas de la inclusión.
¿Lo de Orlando pudo haberse dado en América Latina?
Vivimos, hace un mes casi, la muerte, el asesinato de una activista ecuatoriana trans en Chile. No creo que acá la cosa sea distinta, lo que pasa es que el discurso de lo políticamente correcto se difumina a escala global. Considero que en países como Ecuador se ha hecho bastante, en Argentina, Brasil o México también, pero pasa que en América Latina cuando se quieren hacer explicaciones muy culturológicas de lo que está pasando con las diversidades sexogenéricas, se les olvida la materialidad de la vida de estos cuerpos, que te dice (la materialidad) cuáles son los límites de la agenda global. Es decir: si eres pobre y gay no tienes dinero para ir a las discotecas; si eres trans y pobre te metes aceite de avión en el cuerpo.
Tienes que someterte por tu pobreza a unos niveles de degradación o de aceptación de ti mismo en circunstancias muy desfavorables para tu vida.
¿En términos políticos nuestra región está consciente de esa materialidad?
Creo que América Latina abre la posibilidad de reconocer que si no hay una mirada global desde las condiciones de materialidad de la vida, de las condiciones culturales de la vida, más subjetivas, el mercado no lo va resolver todo. Aquellas sociedades en las que pretenden que el mercado solucione todo están ‘abyectando’ desde su interior a aquellos cuerpos que no van a poder entrar en los cánones. Creo que las marchas del orgullo gay han sido criticadas porque gradualmente han significado espacios de visibilización de unas estéticas que entran en el mercado siempre y cuando no lo cuestionen.
¿Quiénes están cuestionando en nuestro país esas imposiciones?
Es importante que empecemos a ver lo que nos está pasando en distintos estamentos, en la academia, en el activismo, en las organizaciones de base, desde nuestras propias especificidades, pero actualmente es difícil porque el financiamiento para el VIH nubla las posibilidades. Porque te meten plata en grandes cantidades y tienes una agenda que cumplir.
Creo que una de las fortalezas de los colectivos trans y de espacios como la Marcha de las Putas es que están actuando desde la gente, y si bien tienen unos niveles de sofisticación en cuanto a su organización, finalmente están haciendo base. Quienes han propuesto las reglamentaciones a las normativas jurídicas ecuatorianas más problemáticas en términos de las diversidades han sido los colectivos trans.
¿Cuál sería el principal desafío de los colectivos gais?
Renunciar al patriarcado. Pero si eres gay o hetero y has renunciado al patriarcado —que no es lo mismo, porque puedes ser gay y mantener intacto el patriarcado—, tienes el mundo en contra. A veces lo femenino para estos corporativismos más institucionalizados sigue siendo una externalidad, sigue siendo algo que la misoginia declara como no posible de ser. Tiene que haber una apertura de estos grupos con el feminismo.