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Echeverría y el homo legens

Echeverría y el homo legens
11 de noviembre de 2013 - 00:00

A continuación, publicamos el discurso que Raquel Serur, esposa de Bolívar Echeverría, presentó en el acto de inauguración del evento-homenaje que se le hizo al filósofo ecuatoriano fallecido en 2010.

Mi participación en este evento no obedece a la lectura especializada de la obra de Bolívar Echeverría, sino, más bien a una apreciación peculiar que proviene del haber sido su compañera de vida a lo largo de 33 años. En tanto que profesores, los dos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), puedo decir que el uno era el primer lector del otro. Mi tarea aún no concluye porque todavía hay material inédito y porque cada relectura que hago de lo ya publicado enriquece a la anterior. Su riguroso pensamiento y su inteligencia creativa iluminan siempre un aspecto de la realidad de manera sorprendente.

Desde la publicación del Discurso crítico de Marx, Bolívar se dio a la tarea de mirar en clave marxista la modernidad capitalista y de escudriñar teóricamente aspectos relevantes de esta. A Bolívar, la lectura rigurosa y no dogmática de las obras de Carlos Marx le permitió desarrollar su propio pensamiento con una originalidad que sigue deslumbrando a viejos y nuevos lectores.

Bolívar escoge el ensayo como forma de expresión, y descarta la necesidad de escribir un tratado filosófico a la manera de los “grandes filósofos” porque, como él me decía citando coloquialmente a Benjamin: “Hay que escribir con la izquierda y de pasada”. Lo que él quería decir con esto es que el punto de partida siempre tiene que ser una perspectiva de izquierda que imprima en los textos una necesidad de transformar la realidad, de cuestionar la vigencia del mundo de la modernidad capitalista, de mostrar cómo “vivir en el capitalismo es vivir en lo invivible”. Y decir “de pasada” no significa para él escribir con falta de rigor. Por el contrario, significa poner todo el rigor filosófico al servicio de un texto breve. Para él, “lo breve y bueno, dos veces bueno.”

Así como T.S. Eliot revoluciona la poesía al mostrar la fragmentariedad de la vida en su Tierra baldía, así Bolívar Echeverría intenta replantearse el decir filosófico. Su apuesta es por textos-fragmento que, como ese juego infantil llamado LEGO, vinculen una pieza con otra para formar un todo. En este sentido, la obra de Bolívar Echeverría no se deja asir tan fácilmente porque lo que se magnifica en un texto, sirve de trasfondo de otro que a su vez se vincula con otro en un rico contrapunteo. Como un caleidoscopio, la misma pieza cobra otra dimensión a la hora en que se le da la vuelta y se recoloca al lado de otros cristales que dan un nuevo color a la reflexión. Lo que unifica todo su pensamiento es su obsesión permanente: la de desentrañar, con entera libertad, y resalto con entera libertad, sin censura alguna, lo que caracteriza a la modernidad capitalista desde la óptica de quien se sabe parte de esa modernidad desde la periferia, desde América Latina.

Así como T.S. Eliot revoluciona la poesía al mostrar la fragmentariedad de la vida en su Tierra baldía, así Bolívar Echeverría intenta replantearse el decir filosófico. Su apuesta es por textos-fragmento que, como ese juego infantil llamado LEGO, vinculen una pieza con otra para formar un todo.Lejos de un afán elitista y europeizante propio de las clases medias ilustradas en nuestras tierras, Bolívar vincula su mirada y su pensamiento con aquella parte de la población que, para la modernidad capitalista, podría calificarse de “prescindible”. Por lo mismo Bolívar se hunde en la necesidad de reflexionar sobre conceptos como “el mestizaje” o “la modernidad de lo barroco” por ejemplo, desde una óptica que provoca y desafía la manera en que estos problemas se tratan en el mundo intelectual. Esto no quiere decir que no ponga a su disposición todo lo que la cultura occidental le ofrece como herramientas para desarrollar su pensamiento. Desde Marx hasta Heidegger peinan su reflexión sin dejar de lado a Nietzche o a Sartre; desde Alfred Hitchcock hasta los hermanos Cohen, pasando por Pedro Infante o Cantinflas; desde Dante o Victor Hugo hasta García Márquez o Lezama Lima; desde Leonardo da Vinci hasta Diego Rivera o Francisco Toledo; desde Beethoven hasta los boleros de Paquita la del Barrio, sin dejar de ver y darle una lectura al grafiti de la esquina etc., etc.

En este afán de cuestionar al mundo moderno nada le es irrelevante y esta enumeración no es para mostrar un anhelo posmoderno de recurrir a todo tipo de referencia, sin ton ni son. Categóricamente no. Su intención tiene más que ver con un recorte que tenía pegado a un costado de su archivero y que decía: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, y que significa: “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Detenerse en esta frase que fue escrita por Publio Terencio, cada vez que su mirada se cruzaba con ella, era una suerte de filtro por el que pasaba su pensamiento. Su ávida curiosidad lo llevó a incursionar tanto en la filosofía como en la historia; en la literatura como en la pintura; en la música clásica como en la popular (aquí abro un paréntesis porque yo creo que solo Monsiváis conocía más letras de Bolero que Bolívar aunque él se sabía de memoria más tangos que Monsiváis); su pasión por el cine era comparable con su pasión por el documental.

Le gustaba escuchar la radio, una buena conversación o degustar una copa de vino. Veinticuatro horas le parecían insuficientes para saciar su necesidad lúdica de disfrute como forma de resistencia a la represión productivista del mundo moderno. El dolor en Bolívar provenía del núcleo de su pensamiento, de saber que esta modernidad podría ser vivida de otra manera que la capitalista. Este dolor lo acompañó todos los días de su vida.

Algo sí me queda claro y quiero transmitirlo en este foro: lo que escribió y leyó Bolívar lo hizo por el puro gusto de hacerlo, sin el fin ulterior de la fama o de vincularse a la política de los políticos o de ganar una tajada de este o aquél pastel porque para él, el pensamiento crítico solo puede serlo en libertad. Si sirve a algún amo, solía decir, no es pensamiento crítico.

Otra clave del tipo de intelectual comprometido que fue Bolívar nos la da en el ensayo que denominó ‘Homo legens’ y que publicó en su libro Vuelta de siglo.

¿Qué es el homo legens? Se pregunta en el ensayo que se menciona renglones arriba y responde:

El homo legens no es simplemente el ser humano que practica la lectura entre otras cosas, sino el ser humano cuya vida entera como individuo singular está afectada esencialmente por el hecho de la lectura; aquel cuya experiencia directa e íntima del mundo, siempre mediada por la experiencia indirecta del mismo que le transmiten los usos y costumbres de su comunidad, tiene lugar sin embargo a través de otra experiencia indirecta del mismo, más convincente para él que la anterior: la que adquiere en la lectura solitaria de los libros. (Vuelta de siglo, p. 26)

El homo legens requiere de un altísimo potencial intelectual y no tiene otro fin que el del disfrute del entendimiento y, a través de él, del conocimiento y desciframiento del mundo. Para el homo legens no existe la dificultad porque está siempre dispuesto a vencerla y dedicarle el tiempo necesario por el puro placer de hacerlo, sin ningún fin ulterior.

Bolívar toma la decisión de ser fiel a su capacidad de pensar y a ella se dedica de por vida. Escribir y pensar, con un compromiso social, la realidad que le tocó vivir es siempre para él una necesidad vital. El hábitat natural de Bolívar era su biblioteca, es ahí donde él proyecta de mejor manera su interior. Cada uno de sus libros es para él una pieza de una pasión que no disminuye con el tiempo sino que, por el contrario, se acrecienta y refina y está por ser descifrada cada vez. Es en el centro de su biblioteca que, como una suerte de araña, teje Bolívar sus hilos invisibles que lo conectan con esa búsqueda del encuentro con el otro, con lo otro y con los otros, en la lectura. Nos dice:

“El homo legens no lee ‘para superarse’, como lo hace el lector de la Ilustración, pero tampoco lo hace para matar el tiempo o para curarse algún mal del alma, como el lector ‘sentimental’ o de empatía; el homo legens lee ‘por puro placer’. Para él, la lectura no es un medio que vaya a llevarlo a alcanzar un fin, sino es un fin en sí mismo”. (Vuelta de siglo, p. 35)

En este escrito Bolívar no solo reflexiona sobre el debate actual que se plantea si hemos llegado a la época en que la muerte del libro es inminente frente a los espacios de la virtualidad, o de la prevalencia de las redes, o del tuit y del retuit, etc., sino que reflexiona sobre asuntos que, o bien no se lo hace de manera corriente porque es más “políticamente correcto” autocensurarse, o bien porque ni siquiera se piensa en estos asuntos. Por ejemplo, dice:

“El libro ha sido expulsado de la política; para participar en ella ya no se requiere ser un ‘hombre leído’ o ‘de libros’; por el contrario, el serlo resulta un obstáculo, es un ‘defecto’ que hay que compensar con otras virtudes mediáticas de efectos demagógicos más contundentes. El político-ideólogo es una figura que corresponde irremediablemente al pasado (Bolívar Echeverría”. Vuelta de siglo. p. 25-26).

Bolívar toma la decisión de ser fiel a su
capacidad de pensar y a ella se dedica de por vida. Escribir y pensar, con un compromiso social, la realidad que le tocó vivir es siempre para él una necesidad vital. El hábitat natural de Bolívar era su biblioteca, es ahí donde él proyecta de mejor manera su interior
Cuando alguien como Bolívar, un homo legens, plantea que el ser “leído” es un obstáculo o un “defecto” a remontar, el lector no puede menos que percibir la ironía implícita en la observación, al mismo tiempo que constata que lo que nos está diciendo es empíricamente comprobable. Basta como botón de muestra el que, hoy en día, muchos políticos hagan un despliegue de su ignorancia sin consecuencia alguna. Esta contradicción le sirve a Bolívar también para hacer hincapié en que la degradación que padece el mundo moderno se cuela por todos los rincones y el mundo de la política no es la excepción a la regla.

Bolívar alude a “la política” y a sus vanas ilusiones, y constata que lo que Aristóteles consideraba como la más alta de las formas de existencia en la tierra, la del político, la del hombre interesado por la polis, se ha degradado y se ha pervertido porque la sociedad capitalista no está al servicio de la sociedad y de su reproducción social, sino que está al servicio del capital, del valor valorizándose que, por su naturaleza, anula al sujeto social.

Bolívar ve cómo el capitalismo se ha ido apropiando de la modernidad. Y cuando la modernidad se presenta de manera capitalista, ella resulta antimoderna o pseudomoderna. El problema de la modernidad capitalista es que todas las formas que se levantan dentro de ella no funcionan a favor de la sociedad, sino en su contra. Lo mismo sucede con los Estados nacionales. El mundo de la política debido a que funciona de acuerdo con el capital, resulta ser antimoderno.

¿Qué es ser de izquierda? Se pregunta en el ensayo que cierra Vuelta de siglo, y responde:

“En la base del ser de izquierda se encuentra esta actitud ética de resistencia y rebeldía frente al modo capitalista de la vida civilizada. Esta actitud y la coherencia práctica con ella, que es siempre detectable en la toma de partido por el ‘valor de uso’ del mundo de la vida y por la ‘forma natural’ de la vida humana, y en contra de la valorización capitalista de ese mundo y esa vida, es lo que distingue, a mi ver, al ser de izquierda, por debajo y muchas veces a expensas de una posible ‘eficacia política’ de un posible aporte efectivo a la conquista del poder estatal ‘en bien de las mayorías’”. (Vuelta de siglo, p. 263).

Para Bolívar indirecta o directamente, algunas formas de resistencia en contra del establishment son formas tendencialmente pro-modernas. Él piensa que la tendencia anticapitalista hay que buscarla en la resistencia singular o colectiva frente al estado de enajenación política, y piensa que el actual campo de acción de lo político está en la fuerza creativa de la sociedad, cuando funciona de acuerdo a ella misma, y no de acuerdo a la política de los políticos.

Bolívar percibe que la resistencia de la sociedad muestra un vasto horizonte de comportamientos afectivos, rebeldía colectiva y posturas auténticamente políticas, cuya tendencia es impugnar la dinámica de acumulación de valor. La resistencia se presenta en rasgos culturales que provienen del trabajo y el disfrute básicos de la vida cotidiana, donde el proyecto ideológico del capital es contradicho desde la dimensión lúdica y festiva de la existencia, en los usos y costumbres o en las identidades tradicionales (reproducidas dialécticamente), hasta en los actos espontáneos de resistencia social que no se realizan dentro del mundo de la política.

Este planteamiento sobre la política y lo político es difícil de asimilar porque implica que nosotros, los que vivimos en una democracia moderna, creemos que participamos como sujetos de nuestro propio destino como comunidad. Sin embargo, Bolívar piensa que no, que la reproducción social de la vida en el mundo capitalista está paralizada, pues solo se efectúa si el sujeto social se anula para darle su lugar a una abstracción que es el capital y que es él el que domina todos los aspectos de la vida social y política. Es decir, que bajo este sistema de reproducción social, siempre tendrá prevalencia la necesidad del capital de incrementarse sobre la vida de las comunidades y sus necesidades efectivas en su proceso de reproducción social.

Desde esta perspectiva, seguramente Bolívar se pregunta a sí mismo cómo puede él, en lo individual, tomar distancia de este proceso, no contribuir con la destrucción que, se quiera o no, este lleva consigo. Creo que Bolívar nunca perdió la fe en que, dada la finitud de todo proceso de reproducción, la sociedad pudiera darse a la tarea de romper con el yugo capitalista y adentrarse en una modernidad no capitalista. Siempre comprometido y atento a los momentos históricos en los que lo político pudiera dar paso a este rompimiento con lo capitalista de la modernidad, dedicó su vida a la reflexión filosófica y con una enorme congruencia y libertad, dio respuesta en su obra a preguntas aparentemente sencillas: ¿Qué es la modernidad capitalista? ¿En qué consiste su amenaza devastadora? ¿Cuáles son sus alcances? ¿Cuáles son las formas de existencia dentro del capitalismo? ¿Cómo vive la gente dentro de cada una de las distintas formas?, etc., etc.

Bolívar fue un homo legens, voraz lector de textos y voraz lector de la realidad social y política del mundo y en especial, de América Latina, la región que, por obvias razones, le dolía más.

Juan García Ponce decía que la muerte convierte a la vida individual en destino. En términos intelectuales, en la biblioteca de Bolívar se puede trazar un destino intelectual que, en sus inicios, se dio cita, en su juventud temprana, en Quito y más tarde en el Berlín de los años sesenta, el Berlín de Rudi Dutschke y del movimiento estudiantil de 1967, el Berlín interesado en la Cuba revolucionaria y en el Che Guevara, en el destino de los pueblos latinoamericanos; el Berlín herido por la guerra y escindido entre su juventud pensante, autocrítica y los detractores de esta simbolizados por aquel hombre que le dio un tiro en la cabeza a Rudi el rojo, a Rudi Dutschke. Este golpe de gatillo también dispara en Bolívar una necesidad intelectual que permaneció a lo largo de su vida, la necesidad de explicarse la historia reciente de Alemania que produjo el exterminio de judíos, homosexuales, gitanos y comunistas en nombre de una pureza racial. Bolívar consideró a este episodio de la historia de Europa como un punto álgido de la modernidad capitalista, no ajeno a ella sino parte integral del programa capitalista: erradicar de su cuerpo social a aquellas personas que le resultan prescindibles. Es por esto que en su ensayo El sentido del siglo veinte utiliza como epígrafe una pregunta que se hace Carl Amery en su libro: “¿No habrá sido Hitler un precursor?”.

Por todo lo anterior, me parece que es indispensable hacer una lectura directa de la obra de Bolívar, como la de cualquier otro autor cuya complejidad sea evidente. Los invito a leerlo con detenimiento como lo ha hecho cada uno de los participantes en este homenaje. El mejor homenaje que se puede rendir a un autor es leerlo y por ello, termino leyendo para ustedes los últimos dos párrafos del ensayo que he citado:

“El homo legens no es una especie en extinción, ni lo será por un buen tiempo. Su existencia, como veíamos, depende de la existencia del tipo de individuo singular instaurado por la modernidad capitalista, el de todos los que pertenecemos a la sociedad de masas, y la existencia de esta modernidad, incluso sacudida como está por crisis que la cuestionan radicalmente, parece estar asegurada todavía por abundantes recursos de supervivencia.

Aparte de esto, me atrevo a suponer que, incluso si alguna vez el individuo abstracto de la sociedad de masas moderna llega a ser sustituido por otro de algún tipo de individuo social concreto, no arcaico o regresivo, el homo legens perduraría, como mutante si se quiere, pero fiel a su arte de hacer del desciframiento de un texto un acto de tránsito al vislumbre de la multiplicidad de mundos posibles”. (Vuelta de siglo, pp. 36-37)

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